viernes, 29 de mayo de 2009

LOS MÓVILES, EX ALCALDE Y YO.

Introducción
Paseando una tarde de verano por Ámsterdam, recalé en una placita que daba a un canal. El silencio y la calma que allí reinaban me convencieron para sentarme en la terraza de un bar que colindaba con un coffe shop. Mientras disfrutaba apaciblemente sentado tomándome un refresco, reparé en dos hechos muy instructivos. El primero es que los holandeses suelen hablar bastante bajo, entre ellos o a través del móvil. El segundo es que Ámsterdam está repleta de locales cerrados donde se prohíbe el uso del móvil. Tal y como ocurría en el coffe shop que colindaba con estos pensamientos míos en cuya cristalera había una pegatina con un móvil cruzado por una franja roja.

“Esto es cultura”, me dije, por seguir pensando. Transido de paz amenizada por el tañer suave de la campana protestante de la iglesia de enfrente, me vinieron a la cabeza, como tañidos, una serie de propuestas pacíficas para mejorar la calidad de vida de mi tumultuosa España y, sobre todo, de la Costa del Sol y del Ladrillo, paraíso indiscutido de la algarabía y el jolgorio. Ni que decir tiene que estas propuestas las elevo a la autoridad competente en orden a facilitar la vida a mis conciudadanos para que no fastidien la mía:

Propuesta I.
Promover la instalación de coffe shops en España para aquellos ciudadanos que, hartos de oír conversaciones que ni le van ni le vienen, quieran mantener su salud mental intacta.
Propuesta II.
Instar a RENFE para que habilite un vagón-coffe shop en sus trayectos Ave. En él viajarían exclusivamente aquellos viajeros que se comprometieran a no hacer uso del móvil durante el viaje. Como justa compensación dispondrían de un selecto menú de hierbas aromáticas. Además se podría instalar una pequeña biblioteca a modo de pub inglés con libros en inglés y revisor inglés incorporado que facilitaría el aprendizaje del inglés, idioma muy importante para el establecimiento de relaciones comerciales y culturales con el mundo exterior.
Propuesta III.
Instar a las autoridades sanitarias, (que velan por nuestra salud con el sano propósito de llevarnos a la tumba de la manera más saludable), para que apliquen al uso indiscriminado del móvil el mismo rigor que aplican contra el tabaco y el alcohol.
Entre las medidas que se podrían implementar, yo sugeriría:
-Prohibición  a los canales públicos y privados de televisión de emitir publicidad de móviles en horario infantil y juvenil.
-Prohibición de venta de móviles a los menores de edad. (El uso del móvil por parte de los menores estaría sometido a severísimas condiciones y siempre bajo el control materno y paterno. Puestos a ser políticamente correctos que las mamás también repriman y no le dejen todo el marrón al papi).
-Aplicación de un T.A.E. (Tasa Automática Extra) a aquellos móviles cuya música exceda un número determinado de decibelios, así como a los usuarios que hablen a gritos en lugares públicos, abiertos o cerrados. (Aún recuerdo con nostalgia a un exalcalde de mi pueblo hablando tranquilamente por el móvil mientras se paseaba por el pasillo central de la Biblioteca Pública de Benalmádena, inaugurada por él mismo con lápida conmemorativa).
-Instalación de inhibidores de móviles en lugares públicos. (Hospitales, cines, teatros, restaurantes, peluquerías, etc.).
-Prohibir el uso del móvil en las Bibliotecas Públicas a todo el mundo, incluido el ex alcalde de Benalmádena.

Es gracia que espera obtener el ciudadano Porquero mientras inhala lentamente el humo de un cigarrillo holandés en Ámsterdam.

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5 comentarios:

Tordon dijo...

Me temo, estimado Porquero, que tanto esa inspiración reivindicativa de la que usted hace hoy gala, como el lugar de ubicación de los hechos narrados, me inducen a pensar que nada de tabaco contendría ese petardo que usted inhalaba con fruición mientras desgranaba sus incisivas demandas...

Y me sumo incondicionalmente a su propuesta de prohibir la venta de móviles a los menores.

A los mayores, también.

Salu2

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimado señor Tordon.
I-Mi acendrado pudor me impide entrar en detalles tan incorrectos.
II-No obstante,me permito recordarle que una cosa es lo literario y otra lo real y que ambos mundo no tienen por qué coincidir necesariamente.
III-Lo que sí podríamos hace a efectos prácticos es solicitar de Renfe vagones exclusivos para gente que no quiera usar el móvil ni ser molestada por ellos del mismo modo que antiguamente habia vagones para fumadores y no fumadores.
IV-Seguro que nos ahorraríamos alguna que otra tortura.
Buen fin de semana.

Alicia dijo...

¿Dónde hay que firmar para adherirse a la propuesta?
Espero que disfrute en esos coffee-shops con prohibiciones incluidas y pueda volver con las pilas cargadas (unos tapones, quizás) para soportar lo que le espera.

Un beso,

Alicia

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimada señorita.
I-Uno suele disfrutar mucho en los coffe-shops de ciudades trnquilas y civilizadas como Amsterdam.
II-Es más.Si no hubieran coffe-shops en ciudades tranquilas y civilizadas como Amsterdam,tampoco pasaría nada.
III-Uno no tendría que lamentar tener un oído fino como el que desgraciadamente tengo.En el sur es una tortura.
IV-Y si encima uno tiene una cierta preparación musical,ir de compras es un verdadero infierno.
V-¿POr qué en todos lados ponen música estrepitosa?¿Por qué asusta tanto el silencio?
VI-Gracias por haber visitado este blog.El porquero.

Luis Colucci dijo...

Querría añadir algo que viene a cuento. No sé qué sucederá en otras latitudes, pero en Buenos Aires van quedando cada vez menos bares o restaurantes en los que no haya televisor. Los días en que hay fútbol es mejor no acercarse a estos lugares, a menos que uno sea un fanático de ese deporte.
Asimismo, es casi inevitable que la mayoría de los lugares dedicados a la gastronomía pongan música en todo momento y muchas veces a alto volumen, de modo tal que se hace imposible conversar.
El colmo lo he visto en algunos sitios donde directamente está el/los televisor/es prendido/s sin volumen y la música sonando a la vez.
Acaso alguien va un restaurante a comer, por el hecho de comer en sí, o se trata más bien de un hecho social, de una excusa para encontrarse con gente y compartir un rato? En tal caso, juntarse en un lugar con alguien con quien no se puede hablar carece de sentido.
Últimamente estoy optando por encontrarme en mi casa o en casa de mis amigos.
Saludos.