viernes, 31 de mayo de 2013

OBRA DE ARTE.


Cuando una obra es buena, el silencio se espesa.

miércoles, 29 de mayo de 2013

DE CERDOS, CULPAS Y HOMBRES



En esta tarde de primavera atravesada por el viento, recuerdas tus veranos en la humilde residencia que colindaba con una ermita en medio de un vasto encinar. Allí, Porquero, supiste del sentido de culpa. La culpa es un viento que empuja al alma y le impide para siempre regresar.
No muy lejos del templo, había una pocilga donde hozaba solitario un cerdo. A veces sus regurgitaciones se acompasaban a los cantos de las beatas y al cacareo incesante de las gallinas.

No había duda de que las gallinas debían experimentar la misma atracción que tú. Pero tú no volabas. Cada tarde te quedabas quieto, la cabeza apoyada en los brazos y los brazos cruzados sobre el pretil, mirando hipnotizado a un animal al que entonces no entendías. ¿Cuántas veces su penetrante olor horadó tus sueños?

Ellas, en cambio, se subían al pretil o revoloteaban inconscientes por el interior de la pocilga. La tarde declinaba y tú seguías hipnotizado. Aun hoy, cuando el viento arrecia,  una ráfaga antigua te devuelve a aquella tarde.
Y fue que, al asomarte, viste el suelo repleto de plumas que se movían inanes al albur de un viento suave. No tardaste mucho en imaginar lo sucedido. Divisaste a la bestia en el fondo de la covacha en la que se instaló mirando con mirada baja. No quería salir. Sus ojos vidriosos, su pausada regurgitación trasminaban el reconocimiento del pecado cometido. En aquella pocilga comenzaste, Porquero, a tener una idea exacta del hombre.

Fue por aquella época cuando supiste también de la muerte. La llevaba en su seno la barriga, a punto de explotar, de un cerdo que agonizaba al pie de las murallas de tu ciudad. Rodeado de matarifes, jadeaba entrecortadamente, varado sin remedio en la misma arena donde os ejercitabais con una pelota de papel. Más adelante conociste la muerte industrial cuando tu padre te llevó al matadero. Un chirriar unánime de cerdos acuchillados y abiertos en canal en medio de un olor a piel chamuscada. Al lado del matadero había un templo donde moraba un dios único que perdonaba los pecados de los hombres a un alto precio. Sin embargo permanecía sordo a las suplicas de los cerdos.

Ese dios presidió tu culpa por el tempestuoso despertar de tus partes pudendas que no irían jamás a parar a los perros, como sí lo fueron las de tantos muertos que provocó el asedio griego. Te lo contó, hace ya tanto tiempo, tu rey Agamenón la noche antes de ser degollado.
Fuiste a rendirle cuentas de las piaras a su regreso de Troya. Perdido Ulises entre los hexámetros de la Odisea, Agamenón pudo enarbolar para sí todos los trofeos de la victoria. Por poco tiempo. Aquella noche tu rey te contó cómo Aquiles, furioso por la muerte de Patroclo, se reintegró con renovadas fuerzas a la lucha y retó a Héctor. Al pie de las murallas, a la vista de su padre Príamo y de Hécuba, su esposa, Aquiles puso fin a la vida del más grande héroe troyano, paseando el cadáver atado a su carro para hacer ostensible la muerte. 

Fue entonces cuando Agamenón, desatada la lengua por el vino, te confesó que el regreso de Aquiles no fue producto del azar. Él fue quien incitó sutilmente a Patroclo a que tomara el casco y las armas de su amante, sabedor de que los troyanos, nada más verlo, se abalanzarían sobre él y le darían muerte como efectivamente ocurrió.

En aquel tiempo la verdad, como la culpa, nos igualaba a todos los hombres.

domingo, 26 de mayo de 2013

LA PROVIDENCIA Y EL CÍRCULO VICIADO

La providencia, autosugestión manifiesta de un destino mesiánico, dicta al Ser Superior nombrar a un sucesor cuya característica esencial sea la de que jamás pueda hacerle sombra.


Así él mismo confirma lo que ya sabía antes del nombramiento. Su vuelta.




miércoles, 22 de mayo de 2013

MOURIÑO

Al señor Mouriño hay que agradecerle que se dedicara al fútbol y no a fundar una secta. Hubiera suicidado a todos sus adeptos.

Nota nada marginal:
El señor Mouriño no me interesa en absoluto. Ni tan siquiera serviría para personaje shakespeariano de segunda fila. En cambio me interesa muchísismo una sociedad, la española, que se dedica a enaltecer a los mediocres.

lunes, 20 de mayo de 2013

EL MIEDO DEL ACTOR


Siempre me ha llamado mucho la atención cuando un actor habla del personaje que interpreta como “mi personaje”, apropiación indebida, por un lado, pues el personaje
pertenece al autor.
Apropiación  necesaria, por otro lado, pues ¿De qué otra forma que mediante esa posesión circunstancial y efímera, puede el actor afrontar con éxito su esencial vulnerabilidad?
“Soy lo que interpreto”, se dice el actor a sí  mismo en el momento de subir al escenario; experiencia límite, frontera inexcusable.
“Madame Bovary soy yo” escribió Flaubert.
Transustanciación radical, identificación plena.
Establecer una cordial distancia entre el actor y el personaje forma parte de un oficio que consiste básicamente en controlar el miedo.

viernes, 17 de mayo de 2013

ALEMANADAS ÜBER ALLES



No tenemos solución. No hay ninguna posibilidad de que nuestros queridos amigos alemanes reconsideren su actitud, echen marcha atrás y nos den un respiro a los países del sur.

Su propio lenguaje se lo impide de manera taxativa. Ellos son el Ser y nosotros somos el tiempo. Ellos ponen las esencias y nosotros los accidentes. Por eso escriben todos los sustantivos con mayúscula. Sustantivo viene de sustancia y sustancia es esencia. Nosotros, en cambio somos ad-jetivos, que son unos accidentes que se ad-juntan a los sustantivos alemanes esenciales.

Donde ellos ponen Ser, nosotros ponemos ser mentiroso, embustero, estafador, tramposo, farsante, corrupto, deshonesto, rufián, pícaro, jayán, artero, golfo, maula tunante, bergante, granuja, pillo, bribón… y miles de matices más, contingentes y adjetivos, pero muy importantes para calificar al Ser, bajarlo de su pedestal esencial y hacerlo concreto, individual y humano. Como el Lazarillo.

El problema es que los alemanes, con todos los sustantivos propios y rimbombantes, inventaron la Metafísica que es una parte de la filosofía inasequible a las eventualidades y calamidades de la vida diaria. El problema de la Metafísica es que con ella no se puede hacer amigos ni cambalaches.

Uno se queda irremediablemente solo en la Unidad. Los alemanes siempre han estado solos y sordos. Beethoven era un genio sí, pero sordo.

Desde el Sacro Imperio Romano Germánico, Europa es una Unidad de Destino en lo Alemán. Liaron la mundial en la primera guerra, liaron la mundial también en la segunda y van camino de liarla en la tercera y definitiva con la deuda impagable .

Y encima somos culpables. No pueden vernos de otra manera a pesar de ser punteros en óptica y lentes. Su propio lenguaje se lo impide.

Schuld es el sustantivo clave. Significa al mismo tiempo: DEUDA y ¡¡¡CULPA!!!

Para nuestros queridos amigos alemanes el que tiene una deuda es culpable. No olvidemos que Lutero nació en Eisleben ( significa “vida fría”) actual Alemania. Todos somos, pues, luteranamente culpables por tener deudas.

Por eso, desde la autoridad que me otorga el haber sacado un diez en alemán y el hecho contumaz y constante de haber sido confundido durante toda mi vida con un teutón, propongo a todos mis colegas del Sur que celebremos un congreso lingüístico-eucarístico conjunto con nuestros hermanos gernanos donde propongamos la supresión de la palabra SCHULD.

A cambio nosotros nos comprometeríamos a eliminar por completo de nuestro diccionario la palabra CORRUPCIÓN.

miércoles, 15 de mayo de 2013

PUNTO DE FUGA, PUNTO DE HUIDA.( TAO DEL ACTOR)



Una obra de teatro es digna de ver cuando se produce el punto de encuentro entre la creación del director y la imaginación del actor.

Pero una obra de teatro es aún más digna de ver cuando se produce el Punto de Fuga Necesario entre la imaginación del director y la creación del actor.

El Cielo llama Punto de Fuga Necesario al lugar donde el director termina y el actor empieza a recorrer el Camino Propio.

Se dice que un director de teatro es genial  cuando facilita al actor el punto de fuga necesario para emprender el Camino Propio.

Se dice que un actor de teatro es excelente cuando en los ensayos obedece con prontitud al director, acude puntual a su encuentro y no se preocupa en absoluto del Camino Propio.

Cuando un director no es genial y un actor no es excelente, es muy probable que los egos de ambos choquen sin remedio hasta alcanzar el Punto de Huida.

El Punto de Huida es el lugar donde los caminos del director y del actor se bifurcan para no encontrarse jamás.

El Punto de Huida es el lugar donde la obra muere, aun cuando sea representada numerosas veces.

El Punto de Fuga Necesario hará, sin embargo, que la obra sea digna de ver, aun cuando sus representaciones puedan contarse con los dedos de la mano.

De ahí que el Cielo prefiera al pájaro que vuela una vez, que no a cientos cómodamente instalados en sus jaulas para siempre.

lunes, 13 de mayo de 2013

LOS IDIOTAS O CÓMO UN POQUITO DE GRIEGO NO VIENE MAL.

Lo digo mayormente porque esta mañana he comprobado que "idiota" es una palabra griega que viene de IDIOTÉS, que a su vez viene de IDIOS que significa aquella persona que sólo se ocupa de lo privado y no de lo público.
Muy a pelo por la cantidad de idiotas externalizados que, mirando sólo su interés, nos están llevando a un callejón sin salida.
Los griegos clásicos son muy antiguos, pero nos siguen hablando con una claridad meridiana como cuando inventaron la palabra DEMOCRACIA o gobierno del pueblo, que es lo común y público en todo opuesto a la idiotez de lo privado.

miércoles, 8 de mayo de 2013

CONTRAMANSEDUMBRE




Irritados, enfurecidos, airados, enojados, 


encolerizados, repodridos, requemados, 


encorajinados, aspados, enfiebrecidos, afiebrados, 


enconados, rabiosos, emberrenchinados, hastiados...


.....¡¡¡INDIGNADOS!!!

lunes, 6 de mayo de 2013

MALAVENTURANZAS.




MALAVENTURADOS  los puros,  porque harán de cada palabra un arma arrojadiza.
MALAVENTURADOS los que jamás dudan, porque de ellos serán todas las intolerancias.
MALAVENTURADOS  los que creen a su dios, único y verdadero, porque inventarán todos los exilios.
MALAVENTURADOS  los que persiguen el más allá, porque no saben que cada hombre es un límite.
MALAVENTURADOS los misericordiosos, porque su misericordia será siempre un limosna.
MALAVENTURADOS los que todo lo aplazan y dilatan hasta el fin de los tiempos cuando cada tiempo es un fin.
MALAVENTURADOS  los que lloran cuando su llanto es una excusa para aceptar y someterse.
MALAVENTURADOS los que llenan sus estómagos con el pan que les dan y no con el que conquistan.
MALAVENTURADOS  los que, teniendo hambre y sed de justicia, nada hacen y todo callan, porque jamás serán saciados.
MALAVENTURADOS  los pacíficos y pobres de espíritu porque serán  aplastados por la paz, cuando es losa, y por el silencio cuando es resignación.
MALAVENTURADOS  los mansos porque no se poseerán ni a sí mismos.

viernes, 3 de mayo de 2013

TAO DEL ENTRENADOR DE FÚTBOL.



Un entrenador mediocre, poseído de un gran ego, solo podrá triunfar en equipos mediocres con jugadores mediocres cuyos egos jamás puedan competir con el grandioso ego del entrenador. El cielo ha dispuesto que el  entrenador esté por encima del equipo.

Sin embargo, si ese entrenador mediocre tiene la desgracia de entrenar a un equipo grande con grandes jugadores, irremediablemente se despeñará. Acostumbrado a la mediocridad, rebajará la grandiosidad del jugador y lo hará jugar mediocremente al tiempo que pondrá su ego a competir con el ego de sus jugadores.

Quiere el Cielo que el buen entrenador jamás ofenda el ego del jugador grande, porque le hará jugar a lo grande, como  tampoco ofenderá el ego del jugador mediocre porque intentará por todos los medios  hacerlo crecer.
El buen entrenador aparta su ego del ego de sus jugadores y lo pone a jugar en cada uno de ellos. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

SER O NO SER, ACTOR



Ser actor desconocido puede otorgar al sujeto, yo en este caso, una serie de ventajas frente a actores muy conocidos, independientemente de que estos hayan ganado su fama por la calidad artística o por cuestiones supuestamente colaterales como poseer un semblante muy agraciado. En este oficio la imagen es esencial. Si  para ser escritor hay que tener un mundo, para ser actor hay que tener un rostro. Disponer, por tanto, de una belleza insultante o sobresalir por una fealdad extrema puede acarrear constantes ingresos en la cuenta corriente.
Pero la imagen sólo, con ser im

portantísima, tampoco asegura el olimpo. Yo, por ejemplo, poseo una cierta apostura, acompañada de una voz viril y sin embargo circulo con absoluta discreción por el extenso campo de la anonimia y el desconocimiento.

Hay una fuerza descomunal e incontrolable que reina por encima de la imagen. La suerte. Fortuna, imperatrix mundi, “señora del mundo” la llamaban los latinos cuando se querían poner mitológicos. Le otorgaron categoría de diosa y le adscribieron una rueda que giraba continuamente. En ella se representaba el destino de cada cual con sus mudanzas. Y es que el éxito no depende del esfuerzo o la excelencia sino  del capricho. Saber esto libera.
Cuando se obtiene un triunfo por pequeño que sea (ser elegido entre dos cientos compañeros para un papel muy secundario en una película de andar por casa dirigida por un veintañero) uno tiende a pensar que por fin se ha hecho justicia. Craso error. La justicia no existe y menos en los menesteres artísticos que son de por sí tan arbitrarios y aleatorios.

Algún alma puntillosa podrá pensar: “¡Vaya, hombre! ¡Ya estamos ante el típico actor amargado que se refugia en la suerte, excusa vil, para no enfrentarse a la cruda realidad de ser un actor mediocre o francamente malo”.
Y no le falta razón. Efectivamente, yo fui un actor amargado durante la primera parte de mi carrera. Lo dejé de ser en el momento en que me di cuenta de que, en realidad, yo no tenía ninguna carrera por la sencilla razón de que no había ningún camino que recorrer. Se puede ser un actor malísimo y no parar de trabajar. Se puede ser un actor excelente y fregar platos. Lo más probable es que el actor excelente acumule amarguras y platos, mientras el actor malo se haga tan familiar y querido por el público que éste crea que es buenísimo y por osmosis el propio actor se lo empiece a creer y acabe siendo realmente un actor divino. El colmo de la buena suerte.

En todo esto del esfuerzo, la dedicación, la voluntad, el tesón, la constancia, la insistencia y la perseverancia hay mucha mediocridad y demasiado cristianismo. Aún recuerdo con horror el cuento de la hormiga y la cigarra, destinado a inculcarnos las anteriores virtudes teologales. Si en mi más tierna infancia no hubiera oído ese odioso cuento, yo habría sido feliz cazando mariposas por el bosque hasta el fin de mis días. Ha tenido que pasar mucho tiempo para darme cuenta de que acumular comida con vistas al crudo invierno es un acto de soberbia. ¿Quién puede asegurarle a la hormiga que, tras acarrear miles de granos y depositarlos amorosamente en el útero del hormiguero, en su último viaje no le caiga encima una teja y la deje clavada en el sitio? Adiós hibernación, adiós vida.
¿Quién me dice a mí que esa cigarra, que ha estado viendo pasar a la hormiga sudando la gota gorda mientras ella cantaba alegremente sin pensar en el día de mañana,  se acerque la estación fría y la cigarra continúe su canto porque, con el cambio climático, el invierno cruel y riguroso ha evolucionado a caluroso?

¿De qué vale acumular dinero en cualquier banco para que después venga el FMI y practique un robo chipriota en mi cuenta? ¿Para qué realizar cursos intensivos y variopintos para el mejoramiento de mis habilidades actorales si después no doy el perfil?

La vida es así. No hay escala ni gradación ni progreso. Puede que, al dar un gran paso hacia adelante, uno se encuentre con el abismo o puede que, al dar un insignificante paso, por debajo pase una alfombra mágica que lleve en volandas al actor desconocido a codearse con las estrellas.
Es muy difícil andar y no hacerse ilusiones. Y eso que, como no estudié para actor, lo tuve mucho más fácil que mis compañeros. Jamás en mi vida he hecho un curso que me facultara para subir a un escenario o participar en algún audiovisual patrio. Fui sensato. Pensaba yo, y sigo pensando, que los oficios artísticos no merecen la pena ser estudiados.
¿Son innecesarias, por tanto, las escuelas de arte dramático? En absoluto. Las escuelas de arte dramático son muy necesarias en orden a la copulación heterosexual y homosexual y en orden también distinguir un actor bueno de noventa y nueve malos, aunque esto último constituye un saber innecesario, pues lo más probable es que el actor bueno se dedique a lavar platos en compañía de los otros noventa y nueve malos menos uno quien, contra todo pronóstico, alcanza la gloria.
¿Sobran los profesores? Rotundamente no. Los profesores de arte dramático jamás sobran. Primero porque ya vamos sobrados en el número de parados y segundo porque, siendo en su mayoría actores (algunos buenos), no tienen libertad ni tiempo para competir en competencia desleal con sus propios alumnos cuando estos salgan de la escuela.
¿Fueron insensatos mis queridos compañeros que cursaron con aprovechamiento y contumacia sus estudios teatrales? Tampoco. Líbrenme los dioses de cometer semejante dislate. Ellos se llevarán para sus cuerpos y sus gustos los numerosos intercambios de pareceres y fluidos que yo no pude procurarme.
El único defecto de las escuelas de arte dramático es que, por mucho que avisen con prudentes consejos o sermoneen con discursos bienintencionados, el joven actor va a  creer ilusoriamente que, por el mero hecho de acabar la carrera, ya puede trabajar. Se ha esforzado con tesón en cursar unos estudios que lo facultan para ocupar un puesto de salida con vistas a una meta laboral. Lo lógico es que esta aparezca en un plazo razonable.
Pero es muy posible que la meta no aparezca ni en un plazo razonable ni un poco más allá. Si somos coherentes y desandamos la cadena, esto quiere decir que si no hay meta, tampoco hay salida y, por lo tanto, no había ninguna razón para haber emprendido una carrera. Todo un drama, como corresponde a una carrera que se llama de “arte dramático”.

Se me dirá que esto ocurre con todas las profesiones y más con la crisis que nos atraviesa. Pues no. Es imposible que un médico, después de veinte años sin extender una receta, diga de sí mismo que es médico. A los sumo esa persona dirá que estudió en su día medicina, pero que ahora es muy feliz regentado una franquicia de hamburguesas. Un actor, en cambio, si puede decir que es actor porque se siente como tal a pesar de no haber desempeñado nunca su oficio de forma profesional o sólo un poco o de forma muy esporádica. Ser actor es una condición no una titulación.
Tener la condición de ser y no ejercer es muy doloroso. El lenguaje no ayuda, antes al contrario, hurga perversamente en la herida del ser y del no ser al mezclar esencia con profesión.
 “Yo soy arquitecto, tu eres doctora, aquel es albañil”. Decimos y nos quedamos tan tranquilos. Ser es un verbo copulativo que debería marcar tan solo una esencia, no un accidente laboral. Porque ejercer una profesión, por muy importante que ésta sea, es algo muy accesorio con respecto a la profundidad de ser. Fijémonos qué tremenda hondura significativa reflejan las frases siguientes comparadas con las anteriores: “Soy mortal” o “tú eres honesto” o “ellos son corruptos”.
Interrogado por Moisés camino del éxodo, el dios del Sinaí se autorrevela diciendo de sí mismo: “Yo soy el que soy” y, por si no ha quedado claro, le dice a Moisés que le diga a los israelitas que Yo soy ha hablado con él. No me extraña que con estos precedentes Moisés no entrara en la tierra prometida.

Desde que un productor de éxito, el señor Shakespeare, escribió su Hamlet, los actores deberíamos estar más que acostumbrados a las sutiles diferencias semánticas entre ser el que soy, ser lo que soy o no tener ni puñetera idea de quién soy cuando estoy haciendo de otro que dice no saber quién es.
To be or not to be, that´s the question.
Según me contó un actor inglés, amigo mío, es tradición entre los histriones shakespearianos que han tenido la fortuna de interpretar a Hamlet, dejar una pequeña pausa entre la oración disyuntiva primera “ser o no ser” y la conclusiva segunda “esa es la cuestión” para introducir “an actor” en un bisbeo imperceptible, de manera que entre la oración dicha por el actor y la oída por el público habría una pequeña diferencia:
To be or not to be, (an actor), that´s the question. Sería, por tanto, la frase completa realmente pronunciada.
Entre  ser o no ser hace tiempo que elegí. No fue tarea fácil, pues tuve que emprender una lucha titánica conmigo mismo y con mis compañeros que se resistían a que yo dejara de ser actor porque, al estar muchos en la misma circunstancia, sin trabajo, como es natural, en el momento que yo les decía que ya no quería ser actor, su rostro sufría una transformación notable. Empezaban a aparecer inequívocas señales de consternación y pánico. Por alguna razón extraña se sentían muy afectados por mi negativa, como si los actores perteneciéramos a un cuerpo místico en el que cada parte es el todo y el todo está en cada parte. Y es cierto, somos un cuerpo místico, pues en cada contacto con mis compañeros, yo mismo experimentaba su pánico, el mismo desasosiego. No tuve más remedio que abandonar su compañía, no asistir a ningún estreno y dedicarme a cuidar intensivamente mi jardín para dejar de ser.
No fue suficiente. Ni para ellos ni para mí. Algunos no me olvidaron. Tampoco yo me olvidé de mí. Era imposible dejar de ser del todo. Es una tarea que ni siquiera los propios dioses pueden acometer. Los dioses no se suicidan. Mueren cuando son olvidados y Shakespeare es inmortal.

Fue entonces, al ser consciente de la imposibilidad absoluta de conseguir mi objetivo, cuando, en un supremo acto de voluntad, decidí ahondar en el meollo del ser, siendo y no siendo al mismo tiempo.; Other voices, other rooms. Otras voces, otros ámbitos.
Hiciera lo que hiciese, la suerte no iba a cambiar. Todo estaba consumado y yo estaba consumido al ver cómo ser famoso y no parar de trabajar no tenía nada que ver con ser bueno, salvo honrosísimas excepciones que alcanzaron la fama, no por su excelencia sino por un golpe de fortuna.
Desconocerme a mí mismo y aceptarme en la anonimia sin amarguras ni envidias iba a ser mi tarea más íntima . Nada mejor que seguir siento actor, pero en otra lengua y ante otro público. Habitar en el olvido de ser actor español para ingresar en la memoria de quien una vez fue actor inglés.
Hace mucho tiempo, una tarde de verano, leí por ver primera Romeo y Julieta. Desde entonces soñé con ser actor. Ya era hora de cumplir el sueño. A los cuarenta y cinco me puse a estudiar inglés con un vecino de la urbanización que era nativo puro de la city, muy amante de la ginebra Larios y los vinos de rioja.

Un buen día se fue y yo me quedé, pero seguí oyendo la radio en inglés y viendo películas en versión original hasta que se me ocurrió presentarme a un casting en inglés, con ingleses, en un teatro inglés de Fuengirola donde tenía que hacer, irremediablemente, de inglés. Sorpresivamente conseguí el papel protagonista y, tras un mes y medio de extenuantes ensayos e interminables horas de estudio en casa, por fin llegó el estreno. Jamás me sentí tan vulnerable, jamás me desconocí tanto escuchándome en una lengua que, no siendo mía, aquella noche y las que vinieron, me perteneció como un traje hecho a la medida del deseo. Todo lo demás, lo que vino después, poco o mucho, nada importa. Cumplido el sueño, el resto es una nota a pie de página.