viernes, 31 de diciembre de 2010

FELICITACIONES.



Yo no sé por qué mi señor Porquero siempre me deja a mí estos marrones navideños, pero yo me barrunto que algo de guarrería freudiana le tiene que pasar por las entrañas de su cerebro para salir escupido por estas fechas y no dar la cara como debería. Harto de que esto suceda, esta vez le hice frente y cuando me dijo que me despidiera en su nombre del personal, yo le repliqué que por qué no lo hacía él en persona con lo mirado que es y lo cumplido para no faltar nunca a su cita bloguera los lunes, miércoles y viernes a no ser que causas de fuerza muy mayor se lo impidan. El porquero se quedó muy pasmado, como papando moscas, y me dijo que no lo sabía, pero que se iba a una finca de su amigo el poeta castrojo Luciano de Olivenza a pasar el fin de año sin interneses ni ciberespacios y que agradeciera encarecidamente a todos los que lo leen el hecho, para él insólito, de que lo vengan leyendo e incluso dejando atinados comentarios, por lo general. “La verdad es que esto de que lo lean a uno es un milagro” dijo en voz alta para sí mismo y a continuación me dijo: “Diles a los lectores blogueros que sin ellos no soy nadie y que el lunes estaré al pie del cañón y, ya de paso, les felicitas a todos por seguir vivos un año más que, a fin de cuentas, es lo más importante”. Esto me dijo y cerrando la puerta se fue.


Tal y como me lo dijo yo se los cuento y añado por mi parte que el próximo año lo vivan con salud, amor y austeridad, que esta crisis ha venido para quedarse para largo y que lo más provechoso será pedir a los dioses que no existen que nos iluminen para pasarla lo mejor que podamos, que no siempre la vida va a ser coser y cantar. Queridos lectores, endureceos y paciencia.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

RETRATO BREVE.


Era un tipo insobornable. Tenía un sentido del humor a prueba de sí mismo.

lunes, 27 de diciembre de 2010

FAMILIA, NAVIDAD Y CAÑERÍAS.




Hasta hace muy poco la Navidad era para mí un tormento,  una inmensa lata de melocotones en almíbar del tamaño de una piscina olímpica que tuviera que ingerir diariamente. Los villancicos se me alojaban en el cerebro como gotas chinas. Belenes, papásnoeles encaramados a las ventanas, árboles navideños, películas americanas de sobremesa, sembraban mis noches de terrores nocturnos. El buenismo angelical de los telediarios y la exaltación familiar desmedida hacían que me salieran toneladas de azúcar por todos los agujeros de mi cuerpo sin omitir ninguno. Imposible sostener con la parienta o con quien fuera una relación sexual saludable. Familia y Navidad constituían un bolo alimenticio indigerible. Era como si me atiborraran a la fuerza de polvorones y mantecados sin el auxilio de un vaso de agua.
En navidad mi vida familiar y sexual era un desastre. Quiero decir que amaba con todas mis fuerzas a mi mujer, a mis hijos y a otras mujeres con sus hijos respectivos, pero cuando todos ellos eran sepultados en Navidad bajo el nombre de familia o unidad familiar, entraba en la depresión más profunda. Hasta que buen día encontré la imagen feliz, la metáfora salvadora que me curó para siempre. Fue en la visita que cada seis meses hago al dentista para mantener mis dientes en perfecto estado para la dentellada. Durante la espera, suelo leer las ilegibles revistas del corazón que en mi vida ordinaria jamás se me ocurre leer. (Mi dentista, como todos los dentistas, tiene en la consulta un kiosco completísimo de semejantes publicaciones).
Todas se distinguen por una cursilería atroz. La continua sucesión de tópicos pastelosos me relaja como preparación a que hurguen en mi boca. Uno de los tópicos más en boga gracias a la equiparación laboral de hombres y mujeres es, sin duda, la entrevista en profundidad, en medio de una enorme cocina o de un salón fastuoso, a la mujer famosa que tiene un trabajo público muy bien remunerado; actriz, presentadora de televisión, modelo.
Surge la previsible pregunta acerca de las prioridades de la petarda sobre qué elegiría, en el caso hipotético de que tuviera que elegir, entre el trabajo y su familia. Todas aseguran que no dudarían ni un segundo en abandonar sus celebridades y sus ingresos suculentos en caso de que su familia peligrara, porque para ellas sus hijos son lo más importante. Su marido, constructor corrupto y multimillonario, también.
Fue entonces cuando una voz que venía de lo más bajo de mi subconsciente me dijo: “Para todo el mundo la familia es lo más importante. Hasta para ti que te pasas la vida despotricando contra ella. No seas merluzo y relájate. La importancia de la familia para el ser humano es algo muy obvio. Tan obvio como que las casas tienen cañerías”.
“¡Pues claro!”, me dije yo desde lo más alto de mi consciente “¡Hablar de la familia y de su importancia alabando sus excelencias y exaltando sus virtudes, resulta ridículo por obvio!
Tan obvio como que las casas tienen cañerías por donde fluye el agua que sale por grifos y váteres y tan ridículo como que a nadie se le ocurre, cuando va a comprar una casa, preguntar si tiene agua corriente. El agua corriente, como la familia, se supone. Lo extraño es alguien que no tenga familia. Sería como habitar una casa sin cañerías. Por otro lado, no sé de nadie que, al mostrar orgulloso su casa, dedique una mínima parte de sus alabanzas a las cañerías de agua. Como mucho, podrá aludir de pasada a los puntos de toma de agua que tiene su cocina para ponderar lo bien distribuida que está”.
Cuando encontré esta comparación afortunada entre familia y cañerías, mi vida cambió por completo. Salí de la consulta del dentista con mis dientes afilados y una alegría interior reluciente. Si antes era un tipo introvertido y amargado, ahora soy un optimista radical con una sonrisa que ilumina mi rostro como el rayo catódico de un televisor en 3D con home cinema reproduciendo el sonido  de las cataratas del Niágara.
¡Por fin puedo decir sin ruborizarme que amo a mi familia sobre todas las cosas! Ahora formo parte de la asociación de madres y padres del instituto de mi hijo, apoyo económicamente algunas ONG multisolidarias y polisostenibles y tengo un facebook hapymilk donde cuelgo entrañables fotos familiares.
Y siempre pienso en la Navidad y en la Familia aunque sea verano. De hecho no hay un solo día del verano en que no piense en la fiesta familiar por excelencia. En el sur lo tenemos más fácil. En el supermercado de abajo, no bien acaban de tomar el avión los últimos turistas rezagados cuando ya están colocando los primeros adornos navideños y sustituyendo los expositores de cremas solares por mantecados y polvorones. Mi amigo el jefe del supermercado llama a esta época dichosa Veranidad, todo un acierto lingüístico que será completado cuando se produzca la unión feliz con la Semana Santa hasta llegar a la Santa Veranidad durante la cual los viejos del Imserso estarán todo el año viajando excepto en las señaladas fiestas navideñas donde tendrán que encerrarse obligatoriamente en sus casas para recibir a los nietos queridos.
Pero no adelantemos almibarados acontecimientos. Gracias a aquella comparación feliz entre familia y cañerías de agua, ya no sufro. Todos mis sentimientos familiares reprimidos afloran ahora como un torrente que, tras una lluvia abundante, corriera por su cauce natural inundando la urbanización construida por un constructor corrupto con todos los permisos en regla. La Navidad es para mí un Titanic de cañerías de agua que explotasen al unísono para componer el más glorioso salmo a la familia. Un inmenso popurrí de aguas minerales, familiares y fecales cayendo desde altísimas cataratas. Mis sueños secos de polvorón y mantecado han pasado a mejor vida. Hoy sólo tengo sueños húmedos donde mi mujer, ataviada de papá Noel salta por la ventana y me hace un striptease con música de villancico para después tenderse desnuda en la cama y desde allí exclamar: “Ven conmigo, fontanero mío”.

















miércoles, 22 de diciembre de 2010

COCHINO ENTREVERADO.


Me comunica mi señor Porquero que mañana jueves coge el pendigue y a toda su parentela y se marcha a la Extremadura a familear por aquello de las navidades. A mí me viene muy bien, pues así puedo trastear un poco por entre sus cosas y sus escritos. Lamentablemente su estancia será corta,(el lunes próximo estará de vuelta), y no tengo yo tiempo para entremeter arteramente algunas de mis cosas que tenía a medio preparar. Otra vez será. Me ha dejado dicho que me despida en su nombre de todos los señores blogueros que tienen a bien o a mal leerle y me deja dicho también que les felicite a todos según los protocolos y creencias navideñas que cada cual tenga.



Así que lo dicho, daos por felicitados queridos míos según vuestras querencias y carencias en estas fiestas. ¡Jamón sí, Fanatismo no!



lunes, 20 de diciembre de 2010

DETENTADORES DEL DISCURSO.


Políticos, sacerdotes, profesores, telepredicadores, mercachifles, chamarileros, chamanes, radioradores, tertulianos, periodistas...padres, en general, y argentinos en particular.

viernes, 17 de diciembre de 2010

CRISIS. PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD.


La violencia institucional genera violencia social. No dejarán de apretarnos las clavijas hasta que no empiecen a arder bancos y a volar políticos y especuladores.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

NARRACIÓN Y VANGUARDIA.




La narración es esencial a nuestra condición porque nos devuelve como un espejo la imagen del tiempo. El hombre es un ser enfermo de narratividad. El triunfo de la Historia sobre la Vanguardia queda asegurado.



lunes, 13 de diciembre de 2010

AMÍGDALAS.(GRAMÁTICA DEL CUERPO)


Últimamente me asaltan con cierta asiduidad recuerdos de mi infancia antigua, lo cual significa que me estoy haciendo viejo, cosa que no me importa en absoluto mientras goce de una salud correcta. Los capricornios vamos mejorando conforme nos hacemos viejos. Según los astrólogos, que son una especie de astrónomos pero al revés, Capricornio es el signo de la vejez y de la sabiduría. Relacionado con el invierno y con la tierra, es representado por una solitaria cabra en lo alto del monte. Somos constantes y discretos, con gran tendencia a la melancolía y al pesimismo, prácticos, lentos y sólidos. En resumen; muy aburridos. Todo esto es verdad en mi caso, entre otras cosas, porque me conviene. Me encanta aburrirme conmigo mismo en mi soledad. Amo las distancias cortas que me hacen ser sociable pero jamás multitudinario.


Lo de la sabiduría también me viene por el lado de los multitudinarios chinos que se han empeñado en adscribirme el signo de la serpiente. A pesar de mi aburrimiento congénito, he cambiado varias veces radicalmente de vida como las serpientes de camisa. En cuanto a la salud, el horóscopo zodiacal no acierta lo más mínimo. No tengo problemas ni con las rodillas ni con las articulaciones. Mis traumas están relacionados más bien con los ojos, los oídos y la garganta. Pero astrológicamente tampoco me salvo por ahí porque, a lo que parece, mi ascendente es Aries cuyos problemas de salud están relacionados con la cabeza, cosa nada extraña si tenemos en cuenta que es representado por un carnero. Entre la cabra de Capricornio y el carnero de Aries, de cuernos tengo para dar y tomar. Me refiero, claro está, a cuernos físicos. En cuanto a cuernos mitológicos prefiero no preguntar por si acaso.


En descargo de la madre de mis ojos, debo decir que a ella no le gustó en absoluto que me pusiera gafas porque decía que las gafas me quitarían la expresión de los ojos. Cosa que es verdad aunque en mi caso no ha sido así. Hay muchas cosas que afortunadamente a mi edad no han sido como serían. Por ejemplo, no me he hecho un carca y uso lentillas cuando juego al ping pon aunque cabe también la posibilidad de operarme la vista, cosa que dudo mucho.

Dada la polisemia de la palabra operación que, según en qué contextos, puede significar operación quirúrgica o intervención militar, no me hace mucha ilusión operarme de nada que no sea estrictamente necesario y sin mi consentimiento, a ser posible. Quiero decir que yo no me entere a priori de nada y que me metan en el quirófano completamente anestesiado por dentro y amnestesiado por fuera. Todavía conservo en todo su esplendor el inmenso trauma de cuando me operaron de la garganta por llamar de alguna manera a la escabechina que me hicieron. Fue una intervención militar en toda regla. En aquellos tiempos todo estaba militarizado, incluidos los curas y los cirujanos. Los cirujanos se volvían locos con el bisturí y a la más mínima ocasión cortaban por lo sano las amígdalas por arriba o el prepucio por abajo.


Las amígdalas, como todo el mundo sabe, se hallan en la faringe y constituyen una defensa importante contra las invasiones de gérmenes patógenos procedentes del exterior. Toda una línea Maginot. Hay varios tipos de amígdalas, pero las que a mi me interesan e interesaron mucho al otorrinolaringólogo eran las amígdalas palatinas situadas en el istmo de mis fauces, en la entrada de la orofaringe, más concretamente entre los pilares del velo de mi paladar. Estas amígdalas pueden inflamarse e infectarse. Son las típicas anginas que mucha gente padece pero que afortunadamente hoy jamás se extirpan. Las mías hace ya mucho tiempo que desaparecieron como también desapareció su verdugo, el Doctor Macho. A veces pienso si debiera cambiar mis naturales sentimientos de animadversión hacia mi verdugo por sentimientos más positivos ya que, gracias a él, las defensas nacionalsindicalistas, que desde muy pequeño me inculcaron, quedaron destruidas por la eliminación de mis amígdalas palaciegas, facilitando así la entrada de gérmenes judeomasónicos que, junto a las secuelas de una gripe mal curada a los quince, hicieron de mí un librepensador crónico.


El doctor Macho no tuvo piedad de mis cuatro años. Nada más abrirme la boca y meterme el palito mondo y lirondo sin acompañamiento de helado, dedujo para alegría de su bisturí que había que cortar mis pobres amígdalas. No recuerdo cuánto tiempo pasó desde la emisión de la sentencia fatal hasta su cumplimiento, pero el caso es que aún ahora me veo atado de pies y manos a una silla ortopédica, en medio de una habitación fría con luz amarillenta, con la cabeza también inmóvil por una cinta de cuero al respaldo. El doctor Macho, con bata blanca y círculo metálico en la cabeza a guisa de ojo de Polifemo, se acerca en primer término provisto de un diábolico aparato que, al insertarlo en mi boca, la obliga a abrirse de par en par sin posibilidad de cierre mientras en segundo plano mi madre y mi tía abuela, cual dolorosas transidas, despliegan dos inmaculadas toallas a la espera del trágico desenlace. Mi padre, también presente al principio por aquello del qué dirán, en cuanto ve que el cíclope se me acerca con las peores intenciones, no puede contenerse y hace mutis por el foro desapareciendo de mi vista mientras el otorrinolaringólogo macho perpetra la carnicería.

Tan sólo recuerdo las blanquísimas toallas completamente manchadas por la sangre derramada y mi cuerpo mutilado bajando las escaleras en compañía de las dos dolorosas mientras en el zaguán de abajo me espera la figura contrita de mi padre con el regalo más hermoso de mi vida; un helicóptero militar con el que juego toda la tarde metido maternalmente en la cama, también llamada cine de las sábanas blancas. Muchos años después sufrí una convulsión interior fortísima cuando vi en la pantalla grande la operación militar de helicópteros wagnerianos sobre una aldea vietnamita. De lo que ya no estoy tan seguro es si yo iba en el helicóptero o corría hacia la selva mientras silbaban las balas.

viernes, 10 de diciembre de 2010

METÁSTASIS.



Ballena blanca, Malaya, Gürtel, Galgo, Grial, Puerto….

miércoles, 8 de diciembre de 2010

VIDA.



Objeción a Cioran:

Estamos todos en el fondo de un milagro, cada instante del cual puede ser un infierno.

lunes, 6 de diciembre de 2010

GRAMÁTICA.


Honesto intento de ponerle cara al Caos

viernes, 3 de diciembre de 2010

REALIDAD Y LENGUAJE.



De la realidad uno puede escaparse a veces. Del lenguaje, jamás.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

CEREBRO.


Punto de encuentro entre la inteligencia y la experiencia.