Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
miércoles, 20 de marzo de 2013
ESTALLIDO.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
DEL IRRESISTIBLE ASCENSO DE LA PATAFÍSICA Y DE SU AUGE DESMEDIDO,HOY.

lunes, 27 de diciembre de 2010
FAMILIA, NAVIDAD Y CAÑERÍAS.

Hasta hace muy poco la Navidad era para mí un tormento, una inmensa lata de melocotones en almíbar del tamaño de una piscina olímpica que tuviera que ingerir diariamente. Los villancicos se me alojaban en el cerebro como gotas chinas. Belenes, papásnoeles encaramados a las ventanas, árboles navideños, películas americanas de sobremesa, sembraban mis noches de terrores nocturnos. El buenismo angelical de los telediarios y la exaltación familiar desmedida hacían que me salieran toneladas de azúcar por todos los agujeros de mi cuerpo sin omitir ninguno. Imposible sostener con la parienta o con quien fuera una relación sexual saludable. Familia y Navidad constituían un bolo alimenticio indigerible. Era como si me atiborraran a la fuerza de polvorones y mantecados sin el auxilio de un vaso de agua.
lunes, 16 de agosto de 2010
OBJETOS REACIOS,CASAS,PECES.

Pintar o hacer obras en una casa significa ingresar en el caos. No tengo nada contra el caos cuando soy yo quien lo origina. Pero pintar o hacer obras en una casa significa ingresar en el caos del otro; pintor, albañil, fontanero… que hacen su trabajo en medio de un pandemonium de objetos y muebles que flotan como pecios de un naufragio. Hay mucha gente, amas de casa aburridas sobre todo, que están todo el día imaginando o haciendo cambios en la casa.
Cuando no una obra es la pintura, cuando no un cambio total de muebles y lugares, unas cortinas nuevas, unos muebles nuevos o una nueva figurita que poner en la atestadísima mesita vestida con faldón a juego con las cortinas y el sofá. Todo a juego. Ningún contraste, ninguna disonancia. Usan la casa como pretexto para comprar y estar la mayor parte del tiempo fuera jugando a las casitas. No dejan que la casa se repose como el arroz y vaya adquiriendo su propia personalidad. La casa lo sabe y se venga. Se vuelve incómoda, adquiriendo un aire circunstancial de exposición de tienda de muebles.

Cuando uno visita esas casas, la dueña tiene un aire indefectible de vendedora eficiente y autosatisfecha. Siempre bien visible la colección de revistas caras de decoración y moda. Particularmente esclarecedor como crisol de la personalidad de una casa es el dormitorio conyugal. Hay dormitorios cálidos y amables que huelen a sexo cocinado a fuego lento y hay otros de los que he huido espantado por la ausencia absoluta de actividad sexual. “Aquí no se folla y si se folla es con la luz apagada que es otra manera de no follar”, parece decirme una impoluta cama de matrimonio que no es cama propiamente sino catafalco sobre el que a veces pende un dios crucificado y mirón. ¡Qué triste crucificar a un todo un Dios y convertirlo en voyeur profesional!
Cuando visito alguna casa de ese tipo con cama de matrimonio impoluta al fondo, ganas me dan de desgarrar salvajemente el conjuntado vestido de la dueña, arrancarle a mordiscos las bragas y el sostén a juego y penetrarla sin miramientos. Pero esto es sólo un sueño de salvación donde yo mismo me arrogo el papel de benefactor de la humanidad. Lo más probable es que la señora de la casa sea un atentado contra la lujuria en cuyo caso no sueño y me largo en cuando puedo.


viernes, 13 de agosto de 2010
UN ESCRITOR UNIVALVO.

No me conformo con ser una almeja o un mejillón. En verano me vuelvo más radical. A partir de junio mi espíritu busca la profundidad de los moluscos más inaccesibles. Aquellos, que para ser devorados por la insaciable voracidad humana, necesitan ser extraídos mediante cirugía de palillo, alfiler o cualquier instrumento fino que pueda sacar al bicho sin dañarlo. Los moluscos bivalvos como la humilde almeja o el nutritivo mejillón no me sirven. La almeja viene muy bien para esponjar el arroz de la paella de mariscos y el mejillón para adornarla. El protagonismo siempre pertenecerá a la gamba. La gamba es un crustáceo que se incrusta en el arroz y lo invade todo.
La almeja y el mejillón son moluscos demasiado extraíbles por exteriores. Basta una leve cocción para que su concha se abra en dos y se nos ofrezcan impúdicamente de par en par. Todo lo que se construye sobre un par está irremediablemente condenado a la alternancia y a la oposición. El blanco pasa al negro, la puerta que se abre es la misma que se cierra, lo que es cuesta arriba también es cuesta abajo, se va a la derecha o a la izquierda pero la izquierda puede ser derecha y la derecha pueden pasar por izquierda, los ojos se abren y se cierran, las piernas de las mujeres también, se llenan o se vacían botellas, toda ida contiene su vuelta, todo lo que entra, sale y así me podría extender hasta el infinito enjaretando una retahíla de oposiciones. La aplicación sistemática de opuestos sólo conduce a la pornografía.
Vivimos en plena literatura pornográfica, es decir, oriental cuyo centro es el juego permanente entre el yin y el yang. Un coñazo. Abunda como la mala hierba el escritor que trufa sus escritos de orientalismos facilones que dan la impresión de profundidad en la levedad o de superficialidad profunda, novelas mágico-medievales con el sabio pertinente que no se cansa de lanzar estupideces seudofilósoficas para lectoras de peluquería. La peste oriental lo invade todo. Como las gambas. El escritor desconocido del taller también se ha apuntado a la moda en compañía de casi todos sus alumnos. Cada vez se parece más al Coelho y se aleja de Borges si es que alguna vez estuvo cerca, cosa que dudo. No hay relato corto del escritor desconocido que no empiece con alguna sentencia oriental traída por los pelos. En realidad, nunca viene a cuento pero queda muy bien.

Un día se lanzó un discurso en defensa de la literatura pestífera de bestsellers que me puso los pelos de punta. Parapetado en mi sólida formación alemana, aguanté el tirón callado por mucho que, a cada tontería que decía, me mirara deseoso de que entrara a por uvas. No caí en la trampa. Algún imbécil dirá que lo soporté con paciencia oriental. Tonterías. Supongo que la noche anterior, el escritor desconocido se la habría pasado practicando el amor tántrico con su nuevo ligue, la profesora de yoga, y a la mañana siguiente venía con las ganas reprimidas de eyacular y me tocó a mí aguantar el chaparrón. Los demás, por lo visto, estaban encantadísimos. Seguro que a todos les gustaría firmar libros como locos en el Corte Inglés. ¿Para qué lo pensé? Nada más atravesar mi mente semejante pensamiento como un mono oriental y saltarín, va el escritor desconocido y dice que este pequeño discurso será la base para una conferencia que va a pronunciar la semana que viene en Ámbito Cultural del Corte Inglés dentro de un ciclo de conferencias sobre “Literatura y Espíritu”. La suya llevará por título: “El escritor ¿un chamán?”. Ahora me explico las ganas que tenía de que yo interviniera. ¡El muy mamón quería que yo le ayudara involuntariamente a escribir la conferencia mediante el socorrido truco de hacer pasar por preguntas retóricas y antítesis propias, intervenciones mías a las que él respondería mediante su exposición! ¡Qué hijo de la gran puta! ¡Como me alegré de no haber pronunciado una palabra! De haberlo hecho, le hubiera exigido parte de sus honorarios. ¡Y por supuesto que asistí a su conferencia atestada de alumnos y de viejas en formol!

Con todos sus alumnos religiosamente sentados en las primeras filas en torno a la profesora de yoga a la que parecían defender de no se sabe qué y entreverados con alguna vieja con peluca y nauseabundo perfume, asistí al despliegue chamánico del escritor desconocido que se hartó de decir de todas las maneras posibles que todo escritor es un médium cuya caleidoscópica mirada refleja la complejidad del mundo basada en el juego de contrarios. O sea, no hizo otra cosa que echarse flores. No tengo nada contra la masturbación pública de cualquier artista o escritor. Lo que me molesta es que el masturbador me quiera usar como parte de su caleidoscópico miembro. De todas formas, para decir lo mismo durante una hora de exposición, el escritor desconocido lo hizo bastante bien. Se nota que tiene oficio…
(Fragmento de “Un escritor univalvo” del libro de relatos UN ESCRITOR SIN HISTORIA.)
viernes, 28 de mayo de 2010
UN ESCRITOR SIN HISTORIA.(Fragmento).

…Es muy cansado ser un escritor sin historia. Es muy doloroso no tener un cauce natural por donde discurrir y ser un aborto desde el primer párrafo. Por eso nunca hago la compra en ningún supermercado grande incrustado en medio de esos mastodónticos centros comerciales con cines y toda clase de tiendas que se repiten. Allí obtengo la medida de lo que no soy y nunca seré por mucho que asista al taller de escritura del escritor desconocido.
Tras insertar la moneda en el carrito y subir con él anclado a la escalera metálica, seré introducido en un mundo multicolor, amenizado por una música totalitaria que me acompañará hasta el supermercado grande. Intentaré hacer caso omiso de la librería que impúdicamente se me ofrecerá nada más entrar a la derecha y, en vez de dirigirme directamente a efectuar la compra que impedirá que mi familia fenezca de inanición durante una semana, me encaminaré como un autómata a mi perdición.

Cierto que jamás sentiré la tentación de comprar ningún grueso volumen de entre una multitud de novelas fabricadas como rosquillas. Sin embargo, siento un cosquilleo interior muy fuerte cuando cojo un ejemplar de la estantería y miro el número de páginas. Todas, desde la primera a la última, ominosamente destinadas a contar una historia que fluye naturalmente por su cauce. Entonces dirijo la vista hacia la página inicial para empaparme del primer párrafo que me libere de la angustia de las quinientas y pico páginas posteriores. Sólo entonces, tras una lectura detenida que confirma la justeza de mi juicio en cuanto a la ínfima calidad, puedo dirigirme hacia la sección de embutidos sin una pizca de mala conciencia.

Hasta que viene la noche. Durante la noche los sueños destruyen todas mis seguridades. Vuelvo entonces al carrito que vuelve a entrar en el supermercado de arriba, en la primera planta. El carrito, en realidad, no es un carrito. Es un perro que, con una fuerza descomunal, tira de mí hacia la librería de la entrada donde lo lleno frenéticamente de novelas gordas hasta completar un montón de carritos y formar un tren largísimo que dirijo con pericia de ferroviario hacia la caja más próxima. Allí me espera mi hijo con una enorme mochila que va llenando de libros mientras mi cajera favorita me dice: “Háblame como la lluvia y déjame existir”.
La lluvia onírica de la cajera se confunde con las lágrimas reales que derramo empapando el embozo de mi sábana mientras me despierto con una trepidación que me hace abrir los ojos y encender la luz de la mesilla para tener entonces cumplida cuenta de mi triste estado. He sido horadado, violado por mis vengativos sueños que no se conforman con que yo sea un escritor sin historia…
(Fragmento del cuento Un escritor sin historia, compuesto por el Porquero en este mes mayo con miras a escribir un libro de cuentos).
miércoles, 17 de febrero de 2010
COFFE-SHOPS,VAGONES,MÓVILES y III

lunes, 15 de febrero de 2010
COFFE-SHOPS,VAGONES,MÓVILES II

viernes, 12 de febrero de 2010
COFFE-SHOPS,VAGONES,MÓVILES I


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