El fanatismo religioso está perfectamente descrito en la frase que orla el billete de dólar: "In God we trust". Dios y Dinero, copulación armónica de dos absolutos.
Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
lunes, 30 de noviembre de 2009
sábado, 28 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
lunes, 23 de noviembre de 2009
TIEMPO Y PODER.
viernes, 20 de noviembre de 2009
COMO UN GUANTE
En un principio fue el guante. Lo que escribo no es más que un ejercicio de estilo como forma de ver el mundo. A veces mi visión del mundo coincide con el mundo y a veces no, pero eso no tiene ninguna importancia. Verdad o mentira, ¿qué más da? Lo importante es que me sienta cómodo escribiendo como escribo. Tan cómodo que alguna vez pueda imaginar que no fui yo quien eligió un estilo sino que fue el estilo quien calzó mi mano.
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El oficio de escribir.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
lunes, 16 de noviembre de 2009
TOTALITARISMO EMOCIONAL E INFANTILIZACIÓN
viernes, 13 de noviembre de 2009
UTILIDAD.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
IMPOTENCIA Y GÉNEROS LITERARIOS III
(Biografías de ascenso lento, biografías descendentes,
biografías interruptas, biografías oficiales y final)
Las biografías ascendentes de ascenso lento pero seguro y
reconocimiento postmortem son las
más perfectas. Tratan de la vida ejemplar de mártires y santos que obtienen su
premio en el cielo, ocupando un lugar preferente al lado de Nuestro Señor. “Dejad que los niños se acerquen a mí”, dijo
cuando estuvo en la tierra y eso hice en mi infancia. Vivir en Su Gracia y leer
biografías como la del niño que sufrió martirio y muerte a manos de unos judíos
malísimos que pretendían hacerle abjurar de la fe cristiana. También recuerdo con
especial cariño la tortura de San Lorenzo. Puesto en una barbacoa como si fuera
un bife argentino, les advirtió a sus torturadores que le dieran la vuelta, que
ya estaba hecho por ese lado.
Sin embargo las biografías más interesantes son las licencioso-sagradas,
también llamadas biografías paulinas. En ellas se relata cómo unos crápulas de
vida licenciosa acaban abrazando la religión verdadera y, a partir de ahí, se
dedican a despotricar de todos los vicios que cometieron en su juventud y a
perseguirlos con saña. (Licenciosa es
una bellísima palabra que significa darse uno licencia para metérselo todo y
follárselo todo).
En general podríamos decir que todos los mártires son santos
y todos los santos son mártires por lo mucho que sufren. Tanto unos como otros
mueren en olor y sabor de santidad. El olor de santidad es un inconfundible
olor a rosas que despide el santo poco antes de morir como si quisiera perfumarse
para ver a Dios. Del sabor de santidad no puedo hablar porque desgraciadamente
nunca he sido león de circo romano.
Cabe por último reseñar que las biografías de mártires y
santos son las más aleccionadoras. El premio no lo obtienen en vida sino muchos
años después de morir y tras concienzudos exámenes de la Santa Madre Iglesia. También
porque se pasan toda la vida cuidando a pobres y leprosos, en sitios inmundos y
sufriendo sin medida para que encima… ¡Dios no exista! ¡Esto sí que es horror
metafísico! ¡Cuidar enfermos, no porque se experimente un cierto placer morboso
en ello, sino para hacer méritos ante un Dios inexistente! De todas formas,
bien merecen mártires y santos que sus vidas sean destacadas entre todas las
biografías con el nombre especial de Hagiografías. Por si acaso
A excepción de estas vidas santas que van al cielo, los
oficios ascendentes tienen en común la imprevisibilidad del resultado. Si uno
quiere ejercer de santo, la iglesia lo subirá a los altares tarde o temprano.
Sin embargo no conozco ningún otro oficio cuya práctica constante permita semejante
seguridad.
Prueba máxima de ello es la patética figura del genio
incomprendido. Toda la vida arrastrándose como alma en pena, objeto de
la ignorancia cuando no del desprecio y la vejación de sus congéneres para que,
una vez muerto, su viuda se convierta en una adicta al copyright.
A mí la biografía del genio incomprendido siempre me ha
dejado un regusto amargo. Son biografías interruptas porque no
tienen un final feliz. Un éxito que no se goza en vida es un éxito muerto para
un público póstumo.
En contraposición a las biografías ascendentes, están las biografías
descendentes o biografías del descalabro donde el
lector morboso, (cualquier lector sin excepción), experimenta un placer
indescriptible en ver cómo el triunfador omnipotente empieza una caída libre
que lo llevará a la droga dura, al infierno alcohólico y al abandono definitivo
de su mujer, los hijos, su amante, los amigos y el perro. Solo en el mundo y despreciado
por todos, desaparecerá para siempre en el olvido. Un buen día encontraran su
cadáver putrefacto en medio de un basural y vendrán las lágrimas de cocodrilo,
las frases moralizantes, los programas de televisión y las biografías
definitivas con que los Media ganaran
una pasta que equilibrará sus balances.
Ni que decir tiene que mientras más alto se sube, el
lechazo será más gordo y más apreciado por el público que se siente liberado,
¡al fin!, de la envidia que lo reconcomió mientras Fulanito estuvo en la
cúspide. Hay una agradable sensación de justicia, de restablecimiento del orden
natural roto por el hijoputa al que todo le resultó fácil.
Mediante la práctica de la conmiseración, el público se
reconcilia con el ídolo caído y consigo mismo, con lo cual la biografía del descalabro
establece un fortísimo lazo de unión con la hagiografía por su
ejemplaridad total.
Las profesiones más propensas a los ascensos rápidos y a
las caídas estrepitosas son las de actores, artistas, empresarios, deportistas
y héroes; estrellas de un firmamento relativo y siempre mutable. “Fortuna
imperatrix mundi”. Gracias a la cultura que tanto trabajo me ha costado
adquirir para nada, establezco una sutil relación entre la teoría de la
relatividad einsteniana y la Rueda de la Fortuna y su cortejo tenebroso-medieval; vanitas,
vanitatis, de contemptu mundi y ubi
sunt, latinajos que no pienso traducir porque no me da la gana.
Es evidente que hay multitud de oficios que no necesitan en
absoluto ser reconocidos por la sencilla razón de que no cabe el éxito o el
fracaso. A lo sumo necesitan la aprobación del jefe. Contar el dinero en un
banco, analizar estadísticas o registrar libros en una biblioteca son trabajos
modestos y monótonos que sólo aspiran a un sueldo mensual y a una pensión digna.
El tiempo libre lo dedican estos probos funcionarios a pasear con la familia el
domingo después de misa y a leer biografías de gente importante, que es una
forma bastante barata de vivir una vida estrepitosa sin salir del radio de luz
del flexo.
De la misma manera que hay profesiones que nunca serán
objeto de biografía, las hay que inevitablemente llevan aparejadas varias y
sucesivas aunque nunca suceda nada en
ellas.
Son las biografías oficiales de sujetos
ahistóricos por encima del bien y del mal. Biografías de papas, reyes y
emperadores. Impolutas biografías de papel couché donde la máscara coincide
exactamente con el rostro eterno del Poder.
Vidas de plexiglás en exhibición permanente ante un público
devoto de la repetición ad libitum de “Lo Mismo de Siempre” que asiste embobado
a bodas, bautizos, puestas de largo, inauguraciones, discursos, ceremonias y
entierros. Vidas publicitadas y publicitarias donde nunca pasa nada que no haya
sido protocolariamente supervisado por cientos de edecanes cuya misión es
recubrir de solemnidad y pompa el vacío. Vidas predecibles que alumbran, ya
desde el nacimiento, la previsible biografía. El único imprevisto es cuando a
la muerte le da por llegar de sopetón en medio del culebrón. Aparte de eso, la
muerte tan sólo cumplirá su ritual de igualación medieval llevándose al icono
mediático mientras el pueblo llora y lleva flores a su tumba. Por suerte, la
muerte cada vez dura más y el recuerdo icónico permanece mucho más tiempo
sostenido por una boyante industria necrológica.
Dicho esto, a mí estas biografías no me interesan nada como
tampoco creo que interesen a nadie excepto al interesado, a los mamporreros del
interesado y a un pueblo alienado que vive vicariamente una vida de lujo y
oropel. O sea que sí, que interesa a mucha más gente de lo que a mi me interesa
creer para no parecer un asocial que es como me siento cuando visito el
despacho del notario.
Mientras espero su llegada cómodamente sentado en un sofá
de piel, diviso la enorme biblioteca que me rodea. Llega hasta el techo y
repleta de gruesos tomos destinados a convencerme de la onerosa minuta de la
que tardaré un buen tiempo en reponerme. Es entonces, en medio de esta pirámide
del saber inútil pero muy rentable, cuando aflora una intensa nota de color.
Me acerco al estante, saco el libro y aparece la biografía
rosa de una infanta niña de cuatro años que reinará feliz sobre
súbditos-perdices; notarios, economistas, peluqueras, registradores de la
propiedad, dentistas, farmacéuticas, empresarios, deportistas, funcionarios
autonómicos, jueces y cualquier español orgulloso de serlo como yo. Biografía
definitiva que cierra para siempre el género de la misma manera que “Sin perdón”
clausuró el Western. Biografía crepuscular que inaugura un género y lo mata al
instante, puesto que trata de una vida todavía no vivida. Biografía de futuro
tan previsible que la vida por vivir no necesita vivirse para ser escrita. Biografía-bisagra
entre la historia como pasado no vivido y el futuro como ficción ya vivida donde
nada es lo que parece porque todo ha dejado de tener un límite. Si ya no sabemos
si pertenecemos a un género o a un sexo cómo vamos a saber de géneros
literarios.
Por eso yo, que durante tanto tiempo supe de sexos y de
géneros, me voy difuminando en medio de la confusión de estos tiempos. No
sabiendo ya qué es lo importante y qué no, consciente de la mengua progresiva
de mis facultades mentales y sexuales, he decidido romper toda atadura con el
mundo exterior y leerme sólo a mí mismo en este prólogo que escribo para un
género único y nuevo, mi autobiografía,
donde mentiré descaradamente en un último esfuerzo por recuperar la ficción
perdida.
domingo, 8 de noviembre de 2009
IMPOTENCIA Y GÉNEROS LITERARIOS II
Biografías ascendentes. (Héroes, deportistas, mártires y santos).
Los oficios que se prestan mucho a los cambios radicales del destino son los artísticos y los asimilados. No merece la pena que nos entretengamos en los oficios artísticos por la cantidad de tópicos en los que caeríamos sin remedio.
Los primeros son los héroes propiamente dichos y pueden ser soldados o civiles, aunque lo más lógico es que sean soldados porque en las guerras los civiles suelen morir mientras los militares reciben medallas al valor.
En la vida cotidiana sin guerra, lo normal es que los héroes sean civiles con profesiones civiles aunque también puedan ser militares desempeñando labores civiles, como, por ejemplo, algún soldado que salva indiscriminadamente a multitud de seres de perecer por el fuego. Sólo en estos casos se puede hablar propiamente de una intervención civil del ejército y no cuando éste desarrolla en países muy lejanos labores de paz en medio de una guerra.
Pero tampoco hace falta saberse la historia de Grecia para corroborar el carácter divino de los deportistas que practican deportes masivos. De hecho, a mi el carácter televisivo del deportista divino me fue revelado un día en que me levanté a media noche para orinar masivamente. Fue en ese momento, con las manos en la pared a la espera de la micción, cuando pensé en lo que pensaría el musculado atleta en el momento de practicar el mismo ritual que yo por la mañana temprano antes de ir a entrenar.
En el instante feliz en que empezara a salir el líquido elemento del dorado príapo, le vendría este dulce pensamiento “Hoy voy a ganar en un día la misma pasta que cientos de mortales ganarán juntos en un año.” Y entonces, acompasada a la música suave de la micción, surgiría la épica voz del cronista deportivo, almorrana del dios: “Tú eres grande, Tú eres el mejor. Gracias a ti y a mi cálido verbo nacido para cantar tu gloria, yo también me haré famoso porque escribiré tu biografía y seré ensalzado por las generaciones futuras de cantamañanas”. Vuelto de mi ensoñación urinaria, volví a la cama y me introduje en ella con la conciencia tranquila de que me equivoqué de oficio.
Pero no sólo la carrera del divino deportista está impregnada de profunda religiosidad sino que también es considerado un artista genial cuando realiza una jugada extraordinaria. Es más, gracias a los cronistas-almorranas, los jugadores de fútbol están alcanzando la condición de intelectuales capaces de leer los partidos, definir las jugadas y convertir goles al mismo tiempo que juegan, con lo cual no me queda otra posibilidad que sumirme en la depresión por la cantidad de pasta y de tiempo inútil que he invertido en adquirir una cultura que hubiera obtenido más fácilmente dándole patadas a un balón...
(Continuará otra vez pero ya con broche final).
Los oficios que se prestan mucho a los cambios radicales del destino son los artísticos y los asimilados. No merece la pena que nos entretengamos en los oficios artísticos por la cantidad de tópicos en los que caeríamos sin remedio.
En el apartado de asimilados estarían todas las profesiones que comparten con los oficios artísticos la imaginación y el tesón, pero no la cualidad de vivir del cuento. Podríamos hablar entonces de las profesiones científicas relacionadas con la búsqueda, (químico, físico nuclear, arqueólogo) y de las profesiones técnicas ligadas a la invención de objetos que nos hacen la vida mucho más llevadera.
En el apartado de asimilados cabrían también las profesiones tienen una meta difícil o muy difícil de conseguir y que entrañan un gran riesgo, con peligro de muerte o lesión irreversible a la más mínima. Me refiero a oficios tales como explorador, piloto de pruebas, alpinista de ochomiles, atracador de bancos, trenes y barcos, periodista empotrado en guerra duradera, domador de circo, torero, asesino profesional, reportero de aventuras extremas etc.
Tampoco debemos olvidar las actividades económicas de aquellos emprendedores de verdad que arriesgan su dinero sin subvenciones del Estado. A todas estas personas que, no perteneciendo estrictamente al campo artístico, abren caminos nuevos, horizontes inexplorados, atardeceres grandiosos y atmósferas purísimas, se les llama pioneros.
Hay un grupo de profesionales ascendentes que no pertenecen estrictamente al campo de los artistas y asimilados. Se dividen a su vez en los de éxito ascendente rápido, (antemortem), y los de éxito ascendente muy lento, (postmortem). En el subgrupo primero estarían los héroes y los deportistas y en el segundo, los mártires y los santos.
Los héroes son aquellas personas que desempeñan su labor en un en un tiempo razonablemente corto, una guerra, por ejemplo. La acción del héroe se caracteriza por ser muy intensa, con un despliegue de energía tremendo y poco duradera. Visto así, el héroe, más que un oficio, es una condición fugaz. Los héroes pueden darse tanto en la guerra como en la paz.
Los primeros son los héroes propiamente dichos y pueden ser soldados o civiles, aunque lo más lógico es que sean soldados porque en las guerras los civiles suelen morir mientras los militares reciben medallas al valor.
Cuando los héroes son soldados en guerra, su acción heroica puede ser unánime o parcial. Una acción es unánime cuando el héroe salva vidas impidiendo la voladura de un puente por el que iba a pasar un convoy de militares amigos o de daños colaterales futuros como viejos, niños y mujeres.
Cuando la acción del héroe es parcial significa que ha matado a muchos enemigos en una acción valiente y arriesgada. Su acción heroica ha favorecido exclusivamente a su bando perjudicando al bando enemigo. Para el bando favorecido es un héroe pero para el bando enemigo es un asesino múltiple. La biografía de este héroe puede llegar a ser unánime cuando ha pasado mucho tiempo desde que el bando desfavorecido sufrió la acción del héroe enemigo.
En la vida cotidiana sin guerra, lo normal es que los héroes sean civiles con profesiones civiles aunque también puedan ser militares desempeñando labores civiles, como, por ejemplo, algún soldado que salva indiscriminadamente a multitud de seres de perecer por el fuego. Sólo en estos casos se puede hablar propiamente de una intervención civil del ejército y no cuando éste desarrolla en países muy lejanos labores de paz en medio de una guerra.
Los héroes civiles son un poco más héroes que los héroes militares, porque a estos la valentía y el arrojo siempre se les supone, cosa que no le ocurre a un zapatero que, contraviniendo el refrán de “zapatero a tus zapatos”, salva por ejemplo a varias personas de morir ahogadas porque casualmente estaba en la playa comiendo una tortilla de patatas cuando oyó los desgarradores gritos de auxilio de bañistas irresponsables que hicieron caso omiso de la bandera roja.
No siempre los zapateros están en la playa en el momento adecuado. Quiero decir que hay profesiones más dadas a producir héroes que otras. Por ejemplo cirujanos y bomberos. Curiosamente ambos suelen salvar vidas y tienen una impronta militar. Sus practicantes llevan uniforme y trabajan en grupos muy jerarquizados aunque siempre quepa la acción individual valerosa que eleve al que la realiza por encima de la envidia de sus colegas.
La acción del héroe, por ser las más de las veces instantánea y explosiva, es menos susceptible de biografía aunque sí de ser realzada con medallas, parabienes y noticias destacadas en los periódicos. Si algún militar, cirujano o bombero dispone de biografía es porque su peripecia vital está adornada con alguna de las características de las biografías ascendentes del grupo de artistas y asimilados como bien pudiera ser la de pionero.
Piénsese en el militar que inventa una táctica envolvente donde mueren muchos o un cirujano que descubre una manera indolora de amputar miembros sin anestesia porque ha sido médico militar o un bombero que descubre un método infalible de salvar a cientos de trabajadores de cuello blanco que trabajan en el piso 200 de un rascacielos…
El deportista de éxito es un ser superior de carrera corta. Suele desarrollarla durante la juventud cuando el cuerpo alcanza su máximo esplendor. Gracias a los avances en medicinas y drogas, los deportistas son más longevos, pudiendo alcanzar así metas imposibles, con lo cual la distancia que los eleva por encima de los mortales es cada vez mayor. Si ya en la antigua Grecia al atleta olímpico se le rompía el muro de su ciudad por donde debía pasar victorioso y se le confería un sueldo que venía a coincidir con el peso de su cuerpo en monedas de oro, imagine el lector de biografías deportivas lo que puede ganar hoy un deportista con millones de seguidores gracias a la televisión.
Pero tampoco hace falta saberse la historia de Grecia para corroborar el carácter divino de los deportistas que practican deportes masivos. De hecho, a mi el carácter televisivo del deportista divino me fue revelado un día en que me levanté a media noche para orinar masivamente. Fue en ese momento, con las manos en la pared a la espera de la micción, cuando pensé en lo que pensaría el musculado atleta en el momento de practicar el mismo ritual que yo por la mañana temprano antes de ir a entrenar.
En el instante feliz en que empezara a salir el líquido elemento del dorado príapo, le vendría este dulce pensamiento “Hoy voy a ganar en un día la misma pasta que cientos de mortales ganarán juntos en un año.” Y entonces, acompasada a la música suave de la micción, surgiría la épica voz del cronista deportivo, almorrana del dios: “Tú eres grande, Tú eres el mejor. Gracias a ti y a mi cálido verbo nacido para cantar tu gloria, yo también me haré famoso porque escribiré tu biografía y seré ensalzado por las generaciones futuras de cantamañanas”. Vuelto de mi ensoñación urinaria, volví a la cama y me introduje en ella con la conciencia tranquila de que me equivoqué de oficio.
Al ser relativamente corta la carrera del deportista, su biografía no es ascendente con un montón de fracasos iniciales sino en ascenso permanente pero con altibajos. El deportista exitoso puede alcanzar en momentos supremos la categoría de héroe nacional, redentor de las frustraciones de un pueblo hundido en la miseria o decepcionado por corazonada olímpica o muy herido por guerra perdida contra la misma nación con la que se enfrenta deportivamente el héroe, quien podrá vengar la afrenta mediante interposición de mano considerada a partir de ese momento Mano de Dios.
Pero no sólo la carrera del divino deportista está impregnada de profunda religiosidad sino que también es considerado un artista genial cuando realiza una jugada extraordinaria. Es más, gracias a los cronistas-almorranas, los jugadores de fútbol están alcanzando la condición de intelectuales capaces de leer los partidos, definir las jugadas y convertir goles al mismo tiempo que juegan, con lo cual no me queda otra posibilidad que sumirme en la depresión por la cantidad de pasta y de tiempo inútil que he invertido en adquirir una cultura que hubiera obtenido más fácilmente dándole patadas a un balón...
(Continuará otra vez pero ya con broche final).
jueves, 5 de noviembre de 2009
IMPOTENCIA Y GÉNEROS LITERARIOS I
Novela, poesía y biografías a toro pasado.
Últimamente se me hace muy cuesta arriba leer novelas. Lo
digo con pena ya que estoy convencido de que esta imposibilidad mía se debe al
inexorable paso del tiempo. Me estoy haciendo viejo. Mi inclinación por la
ficción ha disminuido muchísimo. Supongo que, por tener más pasado que futuro,
necesito aferrarme a las cosas reales. Desde un tiempo a esta parte las novelas
se me caen de las manos con una prontitud sorprendente. Y eso que siempre
intento leer novelas prestigiosas. Me refiero a autores muy conocidos no a autores
experimentales y sintácticos.
Para cerciorarme de que esta incapacidad mía era fruto del
paso del tiempo, me puse a leer novelas muy malas pero de mucho éxito. El resultado
fue muy parecido. Tardaba un poco más, eso sí, en dejarlas inacabadas pero, en
vez de devorarlas como hace todo el mundo, las masticaba cansinamente como si
me faltaran los dientes. Hasta que empecé a abandonarlas. El aburrimiento era
muy superior a mi sentido de culpa.
Por eso pienso que lo mío, más que una cosa personal, es
algo propio de la edad. Lo pude comprobar cuando vencí mi pudor y lo hablé con
mis amigos ilustrados. (Afortunadamente también tengo otros amigos no ilustrados con
los que hablo de fútbol y juego al ping-pong). Temía yo que esta impotencia como
lector de novelas fuera trasunto de otra más íntima que se cernía sobre mí. Así
que interrogué finamente a mis amigos ilustrados y no obtuve una respuesta
clara. También pregunté, por supuesto, a
mis amigos no ilustrados sobre la relación entre sexualidad y deporte y tampoco
llegué a una conclusión meridiana. Así que
abandoné definitivamente la lectura del último bestseller y me fui a jugar al
ping pong.
El mundo femenino es otro mundo. Nada que ver con el mundo
macho. La mujer tiene una relación mucho más íntima con la palabra. Le encantan
los culebrones larguísimos y las novelas rosas con cientos de páginas. Es más,
tengo la intuición de que las novelas gordas se escriben sólo para mujeres y
para gente joven, con gran preferencia de mujeres. Mi hija veinteañera, por
ejemplo, es una devoradora insaciable de novelas gordas al igual que muchas
mujeres que veo cuando viajo en tren.
En lo referente al mundo homosexual sería muy interesante
comprobar si tiene las mismas tendencias lectoras que el mundo femenino. Me gustaría
muchísimo saberlo, pero mi pudor me impide preguntar a un joven que lee una
novela gorda en el tren si es homosexual. Por otro lado, los amigos
homosexuales que tengo son todos adictos a la moda y al gimnasio pero no a la
lectura.
Esto en cuanto a la novela. En cuanto a la poesía, lo primero que habría que
decir es que es muy minoritaria. Mi impresión
es que sólo leen poesía los poetas, las poetisas, algunos profesores de literatura
homosexuales, algunos profesores de literatura que son poetas pero no
homosexuales, más todos los homosexuales que son poetas y también profesores de
literatura y algún despistado como yo que, sin ser homosexual ni mujer ni poeta
ni profesor de literatura, leo poesía de vez en cuando. Mi impresión es que,
aunque parezca lo contrario, la poesía no gusta a la mujer.
Lo que le gusta a la mujer es que le escriban poesías, que
no es lo mismo. Lo ideal, desde el punto de vista de la inspiración del poeta,
es que la mujer sea culta, rica y bella.
En otro tiempo hubo mujeres muy ricas e ilustradas que
disponían de una corte de poetas que le escribían poemas amorosos a granel. Hablaban
francés y disponían de amplios salones para que cupieran todos los poetas
amorosos, lo cual no significa que les gustara la poesía. Lo que les gustaba de
verdad era tener una retahíla de rendidos amantes aunque fueran poetas.
Un poeta jamás debería escribir un poema de amor a una
mujer fea, inculta y pobre, a menos que esté ciego o completamente loco. Para
que un poeta dedique un poema de amor a una mujer fea, inculta y pobre, el
poeta deberá tener menos de doce años, la amada no más de catorce y ser un amor
a primera vista, es decir, ciego.
En este apartado no puedo incluir, por desgracia, la poesía
amorosa producida por el poeta menor de doce años cuando se enamora de su
profesora de literatura. Aunque ésta bien pudiera ser fea, indudablemente tiene
más de catorce años, es culta y, gracias a Dios, ya no es pobre. De todo ello
se deduce que no hay nada que objetar al hecho de que una mujer tenga un montón
de poetas amorosos aunque sean malos.
Si yo fuera rico, además de rodearme de todos los lujos posibles,
hablaría francés y tendría una corte de admiradoras que me dedicarían poemas
amorosos. La única diferencia es que mis criterios sobre el amor serían más
amplios. Admitiría de buena gana poemas pornográficos muy guarros.
Como desgraciadamente no soy rico ni mujer y las novelas se
me caen de las manos, he llegado a la conclusión de que lo único que puedo leer
es poesía pornográfica y biografías, que es un género que, en principio, no
admite la ficción descarada.
Hay muchos tipos de biografías. Las biografías que más me
gustan son las que comienzan por un cúmulo de fracasos y acaban en un sonoro
éxito. Son las biografías ascendentes. Las llamo así porque es como si uno
subiera por una montaña de fracasos hasta llegar a la cumbre del éxito al
atardecer y respirando a pleno pulmón. He leído muchas biografías de personajes
ascendentes y todos hablan de lo bien que les vinieron los fracasos iniciales
para endurecerse y coger carrerilla. Son biografías
a toro pasado porque transmiten la conmovedora impresión de que la vida
tiene sentido.
Las biografías a
toro pasado son ejemplares y muy
reconfortantes. Satisface mucho ver las numerosas incomprensiones y zancadillas
que sufrió el biografiado antes de que su obra fuera reconocida. Además el
fulano suele decir que lo que más importó en su vida no fue la suerte o haber
sido muy guapo o muy rico o haber tenido pocos escrúpulos o haber sido un
lumbreras, sino haber persistido sin desmayo en lo que uno creía. Mi alegría no
tiene límites cuando oigo lo de creer, porque
eso me da alas de esperanza en que yo, un día en que crea mucho en mí, alcanzaré
mis sueños.
Es evidente que hay oficios más proclives a experimentar
cambios radicales. Piénsese en la abismal diferencia entre albañil o barrendero.
Es mucho más fácil que un albañil promocione a promotor inmobiliario,
presidente de un club de fútbol y, más tarde, a alcalde corrupto que no un
barrendero…
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