Introducción
Paseando una tarde de verano por Ámsterdam, recalé en una
placita que daba a un canal. El silencio y la calma que allí reinaban me
convencieron para sentarme en la terraza de un bar que colindaba con un coffe
shop. Mientras disfrutaba apaciblemente sentado tomándome un refresco, reparé en
dos hechos muy instructivos. El primero es que los holandeses suelen hablar
bastante bajo, entre ellos o a través del móvil. El segundo es que Ámsterdam
está repleta de locales cerrados donde se prohíbe el uso del móvil. Tal y como
ocurría en el coffe shop que colindaba con estos pensamientos míos en cuya
cristalera había una pegatina con un móvil cruzado por una franja roja.
“Esto es cultura”, me dije, por seguir pensando. Transido
de paz amenizada por el tañer suave de la campana protestante de la iglesia de
enfrente, me vinieron a la cabeza, como tañidos, una serie de propuestas
pacíficas para mejorar la calidad de vida de mi tumultuosa España y, sobre
todo, de la Costa del Sol y del Ladrillo, paraíso indiscutido de la algarabía y
el jolgorio. Ni que decir tiene que estas propuestas las elevo a la autoridad
competente en orden a facilitar la vida a mis conciudadanos para que no
fastidien la mía:
Propuesta I.
Promover la instalación de coffe shops en España para
aquellos ciudadanos que, hartos de oír conversaciones que ni le van ni le
vienen, quieran mantener su salud mental intacta.
Propuesta II.
Instar a RENFE para que habilite un vagón-coffe shop en sus
trayectos Ave. En él viajarían exclusivamente aquellos viajeros que se
comprometieran a no hacer uso del móvil durante el viaje. Como justa
compensación dispondrían de un selecto menú de hierbas aromáticas. Además se
podría instalar una pequeña biblioteca a modo de pub inglés con libros en
inglés y revisor inglés incorporado que facilitaría el aprendizaje del inglés,
idioma muy importante para el establecimiento de relaciones comerciales y
culturales con el mundo exterior.
Propuesta III.
Instar a las autoridades sanitarias, (que velan por nuestra
salud con el sano propósito de llevarnos a la tumba de la manera más saludable),
para que apliquen al uso indiscriminado del móvil el mismo rigor que aplican
contra el tabaco y el alcohol.
Entre las medidas que se podrían implementar, yo sugeriría:
-Prohibición a los
canales públicos y privados de televisión de emitir publicidad de móviles en
horario infantil y juvenil.
-Prohibición de venta de móviles a los menores de edad. (El
uso del móvil por parte de los menores estaría sometido a severísimas
condiciones y siempre bajo el control materno y paterno. Puestos a ser
políticamente correctos que las mamás también repriman y no le dejen todo el
marrón al papi).
-Aplicación de un T.A.E. (Tasa Automática Extra) a aquellos
móviles cuya música exceda un número determinado de decibelios, así como a los
usuarios que hablen a gritos en lugares públicos, abiertos o cerrados. (Aún
recuerdo con nostalgia a un exalcalde de mi pueblo hablando tranquilamente por
el móvil mientras se paseaba por el pasillo central de la Biblioteca Pública de
Benalmádena, inaugurada por él mismo con lápida conmemorativa).
-Instalación de inhibidores de móviles en lugares públicos.
(Hospitales, cines, teatros, restaurantes, peluquerías, etc.).
-Prohibir el uso del móvil en las Bibliotecas Públicas a
todo el mundo, incluido el ex alcalde de Benalmádena.
Es gracia que espera obtener el ciudadano Porquero mientras
inhala lentamente el humo de un cigarrillo holandés en Ámsterdam.