jueves, 21 de mayo de 2009

FRONTERAS, CAMPOS, PUENTES.


(I celebrate myself and sing myself. I published one hundred posts on the net.)


En la ciudad donde mis padres han vivido desde siempre, había muchos bares y muchas tiendas de bacalao. Nosotros atravesábamos la frontera para hacer acopio de pasteles, bizcochos, papusecos, verduras, sábanas, toallas y ellos venían a por coñac, bacalao y ropa más moderna. La verdad es que me siento mal diciendo “nosotros” o “ellos” o cualquier otro nombre que sirva para poner puertas al campo. Mi alma es un campo que no tolera puertas.
Los campos de verdad sólo admiten manteles donde depositar la comida y las hormigas. Esta alma mía es un puente natural que une dos mitades ficticias, dos formas intrínsecas de ser que reconozco tan mías como las dos madres nutricias, mi tía y mi madre, tan iguales, tan hermanas, con su mecanografía de pulsación rapidísima y la trepidante taquigrafía. La una al servicio del señor alcalde de la ciudad y la otra al servicio del señor gobernador de la provincia. Las dos cumpliendo el oficio de pontífices, constructoras de puentes, entre la soberbia de uno y los celos del otro; las dos con sus dolores presentes tras infinitas horas de redactar cartas, actas y saludas; la una con un enano cabrón que le patea la espalda por dentro y la otra con ese pecho numeroso que no se atrevió a disminuir en su momento y ahora le pasa factura cruel y ambas dos ofreciéndome los mismos consejos, las mismas reconvenciones.
Hace poco he vuelto al ping pon que jugué en la ciudad amurallada. También he vuelto a la máquina antigua de escribir de mis dos madres. Desde aquella máquina me predestinaron sin ellas saberlo y sin saberlo yo también hasta que me sorprendí escribiendo en el ordenador con los cinco dedos. Sin la ayuda que en el tiempo debido me ofrecieron, obtuve mis cinco dedos de teclear en un curso on line. Así me convertí yo mismo en sumo pontífice entre mi escritura interior y la que milagrosamente aparece en la pantalla.
Se vuelve para recuperar y también para saber de lo irrecuperable, de aquello que se nos ofreció y que negamos con juvenil displicencia, como los arabescos laberínticos de la taquigrafía que tanto se parecen al griego. Se vuelve para tender puentes de memoria como suelo que nos dé firmeza. Construimos puentes sobre aguas que fluyen sin parar hasta dar en la mar que es cielo y agua de lluvia que pasará otra vez debajo de nosotros y que ya no recoceremos. Construimos puentes como formas sólidas de sentido.
El puente que cruzará dentro de un tiempo mi hijo será un puente orgulloso y magnífico. Comunicará las aguas de tierra adentro con las que transporta el inmenso Océano. Aguas hospitalarias destinadas a ser olas que conducirán a las aguas fluviales y antiguas a tierras lejanas donde se volverán a hablar las mismas dos lenguas, tan iguales, tan hermanas, que me acunaron en mi último nacimiento.
Por eso, ahora que vivo esta vida como si fuera única, cruzo la frontera al otro lado como visita necesaria a mi segunda madre, quien me recibirá con los brazos abiertos mientras tomo un café, una copa de Oporto y fumo el cigarrillo ritual en medio del humano deambular de la gente con la música suave de sus voces, tan lejos de la algarabía del sur. Por eso ahora construyo en silencio esta escritura para que camine hacia el final del puente donde mi hijo estará cuando yo me haya ido.

2 comentarios:

Tordon dijo...

Estimado amigo:
Permítame antes de nada felicitarle por haber conseguido desplegar esas magníficas 100 velas sobre su tarta bloguera. Espero que su resuello y su bien desarrollada -por piscinera- capacidad pulmonar esté a la altura de la amplitud de tamaño aparejo.
No recuerdo -aunque mi intención está exenta de toda maldad- quién era el que resaltaba la paradoja que supone aumentar el número de velas cuanto menor es el aliento del festejante.
Por cierto, ese toque hollywoodiense (anglosajón) que constituye informar de la efemérides en la lengua de Shakespeare, incrementa la prestancia (supongo) del acontecimiento, aunque sufra el importante lastre de tener que soportar el socorrido “Happy birthday to you” en vez del carpetovetónico “cumple-entradas feliz”

Y le advierto, yo no soy Marylin.

Dicho lo cual, quiero expresarle en este día, - síntesis de pretéritos y futuros- mi más sincero agradecimiento por el denodado esfuerzo que en todo este tiempo ha realizado para deleitarnos con sus elaboradas trufas y sus no menos incisivas reflexiones.
Y como para muestra vale un botón, disfrutemos hoy con esta magnífica entrada, erigida -una vez más- como ejemplo de habilidad literaria y profundidad de pensamiento.

¡Enhorabuena, estimado amigo!

Y que cumplas muchos más…

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimado señor Tordon.
I-Gracias por la felicitación doble del cumpleaños y de la última entrada.
II-No sé exactamente el por qué van mis dedicatorias en inglés.Le puedo asegurar que no es por nada en especial.Supongo que será por un motivo más o menos estético.Siempre me ha gustado el inglés aunque todos mis estudios fueron en francés.
III-La última entrada es,esta sí,un homenaje,que no tributo, a mí mismo con las palabras iniciales de Walt Whitman del poema primero del CANTO A MÍ MISMO.
IV-Por otra parte,debo confesarle que soy poliédrico.Me gusta,por lo tanto,cambiar de registros.Para mí ir de lo más intimo y reflexivo a la expresión incisiva,incluso canalla y vulgar,es algo que no puedo evitar.
Gracias por leerme.Un saludo del Porquero.