viernes, 13 de agosto de 2010

UN ESCRITOR UNIVALVO.



No me conformo con ser una almeja o un mejillón. En verano me vuelvo más radical. A partir de junio mi espíritu busca la profundidad de los moluscos más inaccesibles. Aquellos, que para ser devorados por la insaciable voracidad humana, necesitan ser extraídos mediante cirugía de palillo, alfiler o cualquier instrumento fino que pueda sacar al bicho sin dañarlo. Los moluscos bivalvos como la humilde almeja o el nutritivo mejillón no me sirven. La almeja viene muy bien para esponjar el arroz de la paella de mariscos y el mejillón para adornarla. El protagonismo siempre pertenecerá a la gamba. La gamba es un crustáceo que se incrusta en el arroz y lo invade todo.

La almeja y el mejillón son moluscos demasiado extraíbles por exteriores. Basta una leve cocción para que su concha se abra en dos y se nos ofrezcan impúdicamente de par en par. Todo lo que se construye sobre un par está irremediablemente condenado a la alternancia y a la oposición. El blanco pasa al negro, la puerta que se abre es la misma que se cierra, lo que es cuesta arriba también es cuesta abajo, se va a la derecha o a la izquierda pero la izquierda puede ser derecha y la derecha pueden pasar por izquierda, los ojos se abren y se cierran, las piernas de las mujeres también, se llenan o se vacían botellas, toda ida contiene su vuelta, todo lo que entra, sale y así me podría extender hasta el infinito enjaretando una retahíla de oposiciones. La aplicación sistemática de opuestos sólo conduce a la pornografía.




Vivimos en plena literatura pornográfica, es decir, oriental cuyo centro es el juego permanente entre el yin y el yang. Un coñazo. Abunda como la mala hierba el escritor que trufa sus escritos de orientalismos facilones que dan la impresión de profundidad en la levedad o de superficialidad profunda, novelas mágico-medievales con el sabio pertinente que no se cansa de lanzar estupideces seudofilósoficas para lectoras de peluquería. La peste oriental lo invade todo. Como las gambas. El escritor desconocido del taller también se ha apuntado a la moda en compañía de casi todos sus alumnos. Cada vez se parece más al Coelho y se aleja de Borges si es que alguna vez estuvo cerca, cosa que dudo. No hay relato corto del escritor desconocido que no empiece con alguna sentencia oriental traída por los pelos. En realidad, nunca viene a cuento pero queda muy bien.







Un día se lanzó un discurso en defensa de la literatura pestífera de bestsellers que me puso los pelos de punta. Parapetado en mi sólida formación alemana, aguanté el tirón callado por mucho que, a cada tontería que decía, me mirara deseoso de que entrara a por uvas. No caí en la trampa. Algún imbécil dirá que lo soporté con paciencia oriental. Tonterías. Supongo que la noche anterior, el escritor desconocido se la habría pasado practicando el amor tántrico con su nuevo ligue, la profesora de yoga, y a la mañana siguiente venía con las ganas reprimidas de eyacular y me tocó a mí aguantar el chaparrón. Los demás, por lo visto, estaban encantadísimos. Seguro que a todos les gustaría firmar libros como locos en el Corte Inglés. ¿Para qué lo pensé? Nada más atravesar mi mente semejante pensamiento como un mono oriental y saltarín, va el escritor desconocido y dice que este pequeño discurso será la base para una conferencia que va a pronunciar la semana que viene en Ámbito Cultural del Corte Inglés dentro de un ciclo de conferencias sobre “Literatura y Espíritu”. La suya llevará por título: “El escritor ¿un chamán?”. Ahora me explico las ganas que tenía de que yo interviniera. ¡El muy mamón quería que yo le ayudara involuntariamente a escribir la conferencia mediante el socorrido truco de hacer pasar por preguntas retóricas y antítesis propias, intervenciones mías a las que él respondería mediante su exposición! ¡Qué hijo de la gran puta! ¡Como me alegré de no haber pronunciado una palabra! De haberlo hecho, le hubiera exigido parte de sus honorarios. ¡Y por supuesto que asistí a su conferencia atestada de alumnos y de viejas en formol!





Con todos sus alumnos religiosamente sentados en las primeras filas en torno a la profesora de yoga a la que parecían defender de no se sabe qué y entreverados con alguna vieja con peluca y nauseabundo perfume, asistí al despliegue chamánico del escritor desconocido que se hartó de decir de todas las maneras posibles que todo escritor es un médium cuya caleidoscópica mirada refleja la complejidad del mundo basada en el juego de contrarios. O sea, no hizo otra cosa que echarse flores. No tengo nada contra la masturbación pública de cualquier artista o escritor. Lo que me molesta es que el masturbador me quiera usar como parte de su caleidoscópico miembro. De todas formas, para decir lo mismo durante una hora de exposición, el escritor desconocido lo hizo bastante bien. Se nota que tiene oficio…



(Fragmento de “Un escritor univalvo” del libro de relatos UN ESCRITOR SIN HISTORIA.)

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