viernes, 27 de febrero de 2009

TOMA DE TIERRA.

Los artistas, en general, y los actores en particular deberían tener una toma de tierra a prueba de halagos.

4 comentarios:

Tordon dijo...

...y otra toma de cielo a prueba de subvenciones.
Salu2
PD: Su entrada de hoy, sin olor a incienso, me gustó más.
¡Incluso creo que la entendí!

El Porquero de Agamenón dijo...

Señor Tordon:
I-Muchas gracias.No creo que las subenciones hagan demasiado bien ni al arte ni al cine ni al teatro.Tampoco a la prensa ni a las televisiones...la lista sería larga.Digo en principio,porque está claro que sin subvención pública desaparcería el teatro clásico aunque sigo teniendo mis dudas...en fín.
II-Me gusta mucho ser entendido pero creo que sigue usted confundiendoo el incienso con el azufre.
Cordiales saludos.

Tordon dijo...

Mi sulfúrico -y corrosivo- amigo:

Sí, lo siento, lo del incienso ha sido un lapsus linguae derivado de otro olfatorio.
También yo soy aficionado al teatro clásico (y al otro), pero coincido con usted en la inconveniencia de esos vergonzosos pesebres que en ocasiones fomentan las subvenciones.
Y más si consideramos que gran parte de ellas se destinan, no tanto a atizar la vertiente artística,sino a sostener la estúpida vena glamurosa del supuesto “creativo”. El arte, en mi humilde percepción, presupone la pobreza intensa del artista que, dedicado en exclusiva a su arte, poco necesita para vivir.
Nuestro premio nacional de poesía, Gamoneda, realiza un elogio (tal vez desmedido) de la ventaja de "escribir desde la pobreza". Y digo desmedido, porque en ocasiones, también se puede caer en la tentación de hacer ostentación de la penuria,ya que
todos sabemos que ser pobre es lo más fácil del mundo.
Me viene asimismo a la mente (hoy me levanté parlanchín), Van Gogh, que murió sin haber vendido uno solo de los 879 cuadros que pintó en su vida. (Bueno, vendió uno, “La viña roja”, gracias a la galería de arte que regentaba su hermano. La historia no lo dice, pero estoy convencido de que en un arrebato fraternal lo compró él mismo para animarle).
Y por la cercanía de su pretérita misiva, estimado Porquero, también recuerdo a un Nietzsche asocial y paupérrimo, y lo veo escribiendo durante trece horas seguidas aterido de frío, medio ciego, atiborrado de veronal, apoyando su nariz sobre la mesa de una siniestra pensión, para al día siguiente ni siquiera entender lo que la noche anterior había escrito:”El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y no volver la mirada hacia atrás”
Estos son artistas, seres dotados de un impulso demoníaco, individuos solo atentos al volcán de sus pulsiones, personas tan distantes de las actuales mieles hollywoodienses y del cansino relumbrón mediático.
En fin, “pobres pero honrados”, vidas consecuentes con una dedicación exclusiva a su ebullición creadora, sin interferencias doradas, sin reconocimientos multitudinarios.
Y eso, deviene inevitablemente en inmortalidad, aunque sea a costa de pagar el oneroso tributo de un sufrimiento intenso.

Y ese argumento del dolor es el que hace que yo no tenga ni la más mínima intención de ser artista.

Saludos cordiales
Tordon

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimadísimo señor Tordon:
I-Imprecatio.
¡Ay Señor, Señor, aparta de mí este amargo cáliz que me ofrece otra vez mi bien intencionado amigo virtual el señor Tordon y toda su cohorte de sufrimientos, dolores y privaciones de los artistas!
¿Para crear hay que sufrir? Que yo sepa (de ti sólo sé lo que me enseñaron obligatoriamente mis padres y la escuela, que después me perdí y te olvidé aunque siempre estés presente en la medida en que lo está mi infancia puesto que a ella legítimamente perteneces), que yo sepa, digo, dicen que creaste el mundo en siete días sólo con tu palabra y que después descansaste. ¿De qué? Me pregunto yo. De lo cual deduzco que te interpretaron mal puesto que no hay la menor alusión a esfuerzo, sufrimiento, dolor o penuria en tu supremo acto creador.
Pues si como dicen fuimos creados a imagen y semejanza tuya, no veo por qué los artistas deberían sufrir, atormentarse o pasar penalidades para hacer sus pequeñas creaciones si las comparamos con la que tú hiciste. Lo mismo pasa con el amor, que hay mucha gente para la que no se puede amar sin sufrimiento ni peleas ni separaciones ni escisiones.
Todo esto viene de ti pero no de tu acto creador sino de tu suprema creación, el hombre, con el que mantienes una relación contradictoria de amor-odio. Tú creas de la nada y sin esfuerzo, sin embargo castigas a tu criatura más querida con el sudor y el esfuerzo. ¿Celos quizás? ¿O salvaste a los artistas, los más próximos a ti, y para preservarlos de la ira de la mayoría de los que sufren propagaste la mentira del dolor, como condición sine qua non?
Los griegos siempre fuimos más simples. Inventamos la pluralidad y eliminamos la contradicción como generadora de conflicto. Así hablamos de lo apolíneo y de lo dionisiaco como elementos artísticos complementarios y forjadores de la armonía. Así pudimos crear artistas felices, muy conscientes del regalo que habían recibido de los dioses y que, al alejarlos del resto de los mortales, también a ellos los aproximaban puesto que gozaban del inmenso don de la empatía.
II-Guía práctica para conducirse por el mundo de los artistas. (Sólo para el señor Tordon).
1-Desconfíe de todo artista que hable demasiado de sí mismo y de su creación.
2-Desconfíe de cualquier artista que hable de sufrimiento en la creación. O es un impostor o está loco.
El porquero.