miércoles, 7 de noviembre de 2012

EL PAPA Y LA PLUSVALÍA.


Que la Metafísica es una rama muy seria de la Filosofía no me cabe la menor duda y más cuando su objetivo es estudiar la naturaleza y la estructura de la realidad esforzándose por establecer sus principios. Ahí es nada. Por si fuera poco los nombrecitos de los filósofos que se han dedicado a ella son para cortar la respiración. Tenemos a los griegos encabezados por Platón y Aristóteles y más adelante la Panzer Divisionen de la filosofía alemana. Kant, Shopenhauer y Heidegger.

Kant, por ejemplo, dijo que la metafísica se ocupa de aquellos aspectos de la realidad inaccesibles a la investigación científica como en su tiempo sería, digo yo, el bosón de Higgs hasta que el propio Higgs lo descubrió y afirmó que no se sentía capaz de explicar su descubrimiento a una niña de seis años ni tampoco a ningún español como sigamos por el camino decimonónico de que “inventen ellos”.
Schopenhauer, en el colmo filosófico, se atrevió a definir al ser humano como “animal metafísico” y Heidegger afirmó que somos “seres para la muerte” sobre todo en lo que se refiere a los judíos y a las cámaras de gas.

La Metafísica, a lo que parece, consta de varias ramas. La primera es la Ontología o estudio de los seres y después vienen otras tres acompañadas del adjetivo racional: Sicología racional, Cosmología racional y Teología racional.
A mí todo me cabe menos lo de la Teología racional. Según parece, esta curiosa rama de la Metafísica se dedica a estudiar a Dios desde el punto de vista de la razón y no de la fe. Sigo sin entenderlo porque si, como parece evidente, Dios no existe, ¿Para qué perder el tiempo? ¿No sería mejor meter la Teología racional dentro de la Sicología infantil que estudia, entre otras cosas, los mecanismos del pensamiento mágico en el niño?

A mí esto de la Teología racional me huele a invento medieval de dominicos. Los dominicos se llamaban a sí mismos “domini canes”, “perros de Dios”. Dominico era el Santo Glotón de la Summa teológica y el inefable e infame Tomas de Torquemada, Gran Inquisidor. Muchas fueron las disputas fantástico-teologales sobre asuntos tan peregrinos sobre la transustanciación, la santísima trinidad o el filioque que llevaron a la hoguera a tanta gente.
Yo creo que por eso los propios interesados le empezaron a llama Teodicea, para disimular. Teodicea es un nombre feo que no dice nada a no ser que uno tenga conocimientos de griego y algo de imaginación y diga que Teodicea es aquello que se dice de Dios. Tuvo que ser otro filósofo alemán y profesor de griego quien puso las cosas en su sitio cuando decretó la muerte de Dios. Si los infalibles papas hablan por encíclicas, me parece razonable que, en compensación, los filósofos hablen por decreto.

Todo esto viene a cuento de que el último papa ha tenido el atrevimiento de decretar que el marxismo ya no se corresponde con la realidad. La verdad es que es de admirar el gran valor de este papa que, viniendo de la inquisición y de la fantasía teológica, afirme que la plusvalía no existe y la lucha de clases, con la que está cayendo, tampoco.

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