lunes, 9 de enero de 2012

V-VACAS,PATATAS,PROBLEMAS,MONOS...Y GUSANITOS.


En realidad, la cruda realidad no debería ofrecer ningún problema. A nadie se le ocurre comerse cruda una vaca por el mero hecho de que paste solitaria en el campo. Nadie se baja del coche, saca la escopeta del maletero, se acerca a la vaca, le descerraja un tiro, la desuella allí mismo y se la come. Para que la vaca llegue a nuestro estómago, hacen falta un montón de pasos intermedios.
Dejemos, pues, descansar la escopeta en el maletero y permitamos que la vaca solitaria paste en el campo. De todas formas, un buen día la vaca llegará al frigorífico en bandeja envasada al vacío y con fecha de caducidad. De allí irá a parar a la olla. Lo más probable es que dentro de ella la estén esperando una cantidad razonable de acogedoras patatas, un poco de aceite virgen, agua, vino blanco, zanahorias, guisantes, sal, pimienta y colorante amarillo. Todo junto será cocinado a fuego lento para que los ingredientes se comuniquen mutuamente sus respectivos sabores hasta componer un delicioso estofado.

La patata o papa, solanum tubesorum, es una planta perteneciente a la familia de las solanáceas, originaria de América del Sur y cultivada en todo el mundo por sus tubérculos comestibles. Domesticada en el altiplano andino por sus habitantes hace unos 7.000 años, fue traída a Europa por los conquistadores españoles. Con el tiempo su consumo fue creciendo y su cultivo se expandió a todo el mundo hasta convertirse en uno de los principales alimentos para el ser humano.
Este milagroso tubérculo es la base alimenticia de cientos de millones de personas y ha configurado miles de recetas donde aparecen de todas las maneras posibles, bien erigiéndose en protagonistas absolutas o bien acompañando humildemente a toda clase de alimentos; ya sean procedentes del mar como el bacalao, el estupefacto pulpo o las eróticas almejas, el aire, desde el vulgar pollo industrial hasta el sofisticado faisán francés, la tierra como el sabroso cordero o la solitaria vaca.  
Las papas se guisan, se sancochan, se asan, se papean como moscas, se saltean, se fríen. Intervienen en purés, en cremas, en sopas, suflés, croquetas, tortillas como la sin par tortilla española y masas como los inigualables churros e, incluso, pueden formar parte de los triviales gusanitos, tan apropiados para que se los coman los niños o los patos, según.
Además, a partir de una demorada fermentación se obtienen varias bebidas alcohólicas como una variedad de vodka, el aquavit escandinavo, el brennivín islandés o el shōchu japonés. La patata es un tubérculo que rima con todo. De hecho, la mejor manera de resolver los problemas es estofarlos con patatas.

Si las humildes papas vienen de las Indias occidentales, los monos saltarines habitan en las Indias orientales de la meditación y la trascendencia. En las Indias orientales las vacas pueden pastar por el campo todo lo que quieran porque son sagradas. Nadie les disparará, nadie se las comerá con patatas. Tampoco existen estanques idílicos de patos ni musarañas. Las moscas, por su parte, están demasiado ocupadas con la sacralidad de las vacas como para irse a que los niños se las papeen en las escuelas sin cristales.
A falta de patos, moscas y musarañas, en las Indias orientales le tienen declarada la guerra al mono saltarín que no hace otra cosa que saltar de problema en problema dentro de las cabezas. Por eso se ponen trascendentes, porque tienen que domesticar al mono que, además de saltar continuamente, no para de masturbarse.
“Leña al mono aunque sea de trapo” es el lema de todas las técnicas meditativas que conducen indefectiblemente al nirvana. Harto de tanta paliza, el pobre mono emigró a donde nosotros y se fue a vivir a los árboles frondosos que suelen rodear los idílicos estanques de patos. De vez en cuando se junta con los pensamientos y mira las musarañas. De vez en cuando, baja de los árboles y les pide gusanitos a los niños.



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