lunes, 16 de enero de 2012

DE LOS DIRECTORES GENIALES QUE HUYEN DE LOS ACTORES.


Por muy raro que parezca, es cierto que existen directores de teatro que no tienen ni idea de dirigir actores.

Los directores de teatro, que no tienen ni idea de dirigir actores, deberían dirigir el tráfico de una gran ciudad.

Y ello es porque su única preocupación es hacer circular a los actores dentro de una puesta en escena genial.

Y ello es porque, cuando han preparado la obra de teatro, sólo les ha preocupado la genialidad de la puesta en escena.

Y ello es porque no les importan los actores.

No les importan los actores porque no los entienden.

No entienden a los actores por la sencilla razón de que el director genial es presa de su propio narcisismo.

Su narcisismo pretende que el público sólo vaya a verlo a él y aplauda la genialidad de su puesta en escena.

El público, que suele asistir devotamente a una representación del director genial, aplaude también su propio narcisismo al verse a sí mismo como degustador de exquisiteces y novedades.

El director genial y el público exquisito usan a los actores para aplaudirse a ellos mismos.


Eso va contra el orden natural de las cosas.

Eso es como si alguien pretendiera masturbarse con un miembro que no fuera el suyo.

Los actores, buenos o malos, del director genial suelen estar desprovistos de vida, llevan extraños atuendos y hacen cosas raras encima de un escenario con escenografía genial.

La escenografía genial suele ser muy nociva para la comprensión de la obra y muy incómoda para la interpretación de los actores buenos.

Los actores buenos del director genial sufrirán mucho en su dignidad.

Los actores malos del director genial estarán muy felices, porque su docilidad se avendrá muy bien con la genialidad del director…

(Del "Tao del actor", texto anónimo de la época del emperador Qianlong, quinto emperador de la dinastía Qing, traducido al inglés por el profesor Lawrence Laughton bajo el título: “The punishment of The Emperor. The Path for a wise performance”, “El castigo del emperador. El camino para una actuación sabia”. Versión española del Porquero.)

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