
Tengo la impresión de que el recién beatificado papa Wojtyla no creía demasiado en Dios. Si realmente hubiera creído en Él, no le habría tenido tanto miedo a la muerte como lo atestigua su conducta de ser papa hasta el final exhibiendo su humana decadencia hasta un extremo inconcebible. Es el síndrome del avión que dice más o menos así: “El avión en el que vuelo no se puede caer porque mañana tengo una cita muy importante a la que no puedo faltar”. Traducido al papado del papa polaco, sería un sutil trasvase de la infalibilidad a la inmortalidad: “Mientras sea papa, seré infalible, como Dios, y si poseo uno de sus divinos atributos, ¿por qué no la inmortalidad?”
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