lunes, 2 de mayo de 2011

HUMANO, DEMASIADO HUMANO






Tengo la impresión de que el recién beatificado papa Wojtyla no creía demasiado en Dios. Si realmente hubiera creído en Él, no le habría tenido tanto miedo a la muerte como lo atestigua su conducta de ser papa hasta el final exhibiendo su humana decadencia hasta un extremo inconcebible. Es el síndrome del avión que dice más o menos así: “El avión en el que vuelo no se puede caer porque mañana tengo una cita muy importante a la que no puedo faltar”. Traducido al papado del papa polaco, sería un sutil trasvase de la infalibilidad a la inmortalidad: “Mientras sea papa, seré infalible, como Dios, y si poseo uno de sus divinos atributos, ¿por qué no la inmortalidad?”



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