miércoles, 21 de octubre de 2009

SENTENCIA.


Bar de barrio. Domingo a mediodía. Parroquianos altisonantes, niños gritones, mamás histéricas fumando, televisión a todo trapo. Al otro lado de la barra se acoda un señor mayor con aire antiguo de los de sombrero y bastón. Tras varios intentos de hacerse oír por el camarero, mira alrededor y, con voz poderosa, pide al tendido una copa de vino. Silencio. Tras la ostentosa petición, el señor antiguo, a manera de comentario, remata: “Señores, no me confundáis el culo con las témporas. Una cosa es la alegría y otra la algarabía”

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