lunes, 9 de marzo de 2009

CARPINTERO DE RIBERA.

Habla un cochino amigo del Porquero.
La escritura es un don que viene de lo oscuro y tú lo tienes. Sin embargo los intentos fallidos se han venido encadenando con precisión matemática. A veces, atisbas las razones de tu impotencia pero las olvidas con una rapidez que no puede ser casual.
¡Cuántas páginas inútiles habrás leído! Te das ánimos diciendo que unas cuantas más no importan. El olvido protege a todos, a los buenos y a los malos. ¡Qué más da si lo que escribes no va más allá de la distancia que te separa del ordenador! Se trata de engañar al tiempo y no depender de nadie. ¡Si al menos pudieras ser un mal escritor! ¡Lanzar grafías al mundo con una irresponsabilidad gozosa! ¡Un derrame de semen!…
Has hecho un alto al borde de la frontera. Has vuelto a la raya imaginaria que dividió en dos tu infancia. Sentado a horcajadas en ella, a los cincuenta y tantos años de edad, debes comenzar. Tu triunfo está en el camino. Que la ambición tenga la medida de tu pie. “En el pie está mi principio y mi fin”. Gloriosamente irresponsable, es hora ya de que empieces a construir frases, carpintero de palabras. Éste es mi regalo a modo de comienzo:

"Naciste en algún lugar de Grecia antes de que las cóncavas naves embridaran rumbo a Troya y vengaran la ofensa a Menelao. Paris lo deshonró en el lascivo cuerpo de Helena. Tal ofensa hizo manar abundante sangre de héroes, como el ligero Aquiles o Héctor, amado por Hécuba. La astucia de Ulises concibió la estratagema que acabó para siempre con el orgullo troyano. Nunca un solo caballo pudo dar jaque mate de igual manera. Su abultado vientre cobijaba un batallón de griegos que, dirigidos por el mismo Ulises, abrieron las puertas de la muerte a los que dormitaban en el interior de las murallas. Sólo Eneas escapó de la masacre llevando a hombros a su anciano padre hasta el Lacio, región que daría lugar al latín y a Roma.
Tú, mientras tanto, permaneciste en tu puesto cuidando las piaras del hijo de Atreo. De ti dicen que eres el mejor criador de cerdos que nunca hubo en Grecia. Cuidas con mimo su comida y su apareamiento. Con suaves maneras los incitas a andar para que desarrollen sus sabrosas extremidades. Algunos insinúan que te comunicas con ellos usando su rudo lenguaje. Nunca dices que no de manera rotunda. (Parece cierto que mantienes una relación especial con uno de los ejemplares más viejos de la piara. Lo salvaste varias veces del sacrificio ritual. Dicen que, ciego por ceguera de unas fiebres que contrajo en la juventud, en ningún momento te separas de su lado. Le sirves de lazarillo y con tu propia mano le das de comer)…

2 comentarios:

Tordon dijo...

Imbuído de mi actual estatus, no puedo por menos de otorgar a su entrada de hoy la calificación de "sobresaliente".
Otro día, con más calma, hablaré con su cerdo amigo sobre esa rebuscada expresión de "embridar rumbo a..."

El Porquero de Agamenón dijo...

Señor Tordon:
I-Muchas gracias.
II-Me temo que al igual que yo,los dos tenemos razón en cuanto a cierta inadecuación semántica entre los caballos y las naves.
III-Pero mucho me temo que mi cochino amigo nos contrarreplicará con aquello de la innovación poética via metáfora más o menos sinestésica.
IV-EN fin,él es así. Yo, por mi parte debo estarle agradecido ya que él es el espolón que me impulsa a escribir.Algún desvarío le tengo que permitir.
V- Gracias por salir de "su engolfamiento escriturario" y leerme.
El porquero.