miércoles, 20 de julio de 2011

ECOCAPITALISMO.


Hay acciones cotidianas a las que no doy ninguna importancia y que, sin embargo, me acreditan como un ciudadano ejemplar, orgulloso de proclamarlo a los cuatro vientos virtuales. Tirar la basura se ha convertido para mí no sólo en un acto patriótico sino también en la prueba máxima de mi respeto por la Madre Naturaleza. Haga frío o calor, llueva o nieve, salgo de casa en medio de la noche cerrada para depositar la basura correctamente empaquetada en tres bolsas. (Nunca antes del horario legal establecido como hacen otros muchos vecinos).
En la primera llevo el detritus orgánico producido por los restos culinarios a lo largo del día. En la segunda transporto muy bien apilados los cartones y los papeles de periódico que aún leo y en la tercera llevo todos los plásticos y latas propios de estos tiempos envasados al vacío, más algún envase de cristal que arrojo con gran ruido en el contenedor correspondiente.
Mi vida nocturna se divide en diferentes contenedores de vivos colores que especifican muy claramente el tipo de desecho que están dispuestos a albergar, lo cual hace que salga de mi casa con todas las dudas resueltas. Ni que decir tiene que entrego gratuitamente estos desechos sin recibir nada a cambio, excepto la alegría interna del deber cumplido.
Sin embargo es posible que dentro de poco me convierta yo mismo en un desecho de ciudadano, en un ser asocial, en un Mister Hyde que tire la basura de cualquier modo y sin ningún horario. Porque me siento estafado, violado en mis creencias más íntimas.
Resulta que todos los plásticos, que deposito amorosa y gratuitamente, me son devueltos en forma de bolsas de supermercado que debo pagar para transportar los productos que he comprado previamente. Todos los papeles, que he entregado sin pedir nada a cambio, me son vendidos en paquetes de quinientos folios reciclados a un precio mucho mayor que si hubieran sido extraídos directamente de los árboles….
Para colmo, cuando el otro día compré las cuatro ruedas nuevas para mi coche y entregué gratuitamente las viejas, me enteré de que serán utilizadas en la fabricación del firme de las carreteras del Estado y que por ello deberé pagar algo más de un euro por cada una de ellas en concepto de transporte…
Algo así como si me cobraran el anhídrido carbónico que yo mismo fabrico en el proceso respiratorio. ¡el Capitalismo ha muerto, viva el Ecocapitalismo!

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