miércoles, 8 de septiembre de 2010

CARPANTA.(GRAMÁTICA DEL CUERPO)


Morfológicamente un estómago agradecido se corresponde con el zampabollos, el tío Quico o el carpanta. Cada cultura adopta una tipología para reflejar el hambre y la pobreza porque uno de los deberes fundamentales de la cultura es retratar estéticamente los miedos. Los cuentos infantiles cumplen esa función. ¿Cuántos roba-niños hay? Usamos al carpanta y al hombre del saco como vacunas. Nos inoculamos un poco de miedo para no pasar miedo de verdad. No hace falta recordar que nos estamos moviendo en el terreno de lo primario e irracional donde el estómago es el rey. El miedo a pasar hambre ha dado a la literatura y al cine creaciones soberbias. El Lazarillo y Carpanta son nuestra excelsa contribución al imaginario universal.


Del Lazarillo se han hecho miles de tesis doctorales. Lo que viene a significar que ya está dicho todo. Pero echo en falta cientos de tesis sobre Ibáñez, Vázquez y toda una plétora de historietistas de posguerra adscritos casi todos a la editorial Bruguera. Carpanta, que según el diccionario de la academia significa “hambre violenta”, es una creación de Escobar. Pero si no él, otro lo hubiera inventado porque los españoles de posguerra, excepto los mismos de siempre, eran todos unos carpantas aquejados de hambres violentas y poseedores de estómagos agradecidos. En aquella época España era una unidad de destino estomacal. Todo estaba relacionado con el comer. La más famosa creación de Ibáñez, Mortadelo y Filemón nos remite en sus nombres propios a mortadela como sustantivo común pobre y a filete como deseo irrealizable.



Para casi todos los viejos de hoy, niños de posguerra, la comilona sigue siendo el máximo desideratum del placer. Casi todos los viejos de hoy reflejan la misma ansiedad ante un plato de comida que cuando tenían que repartir un mendrugo de pan con ocho hermanos. Se era carpanta desde antes de nacer. Por eso el carpanta tiene alma de bacteria que lo recicla todo. “todo lo que es susceptible de ser contenido en un plato, es comestible”. Así es como piensa la bacteria estomacal del carpanta.



De ninguna manera este generoso ejemplar puede ser confundido con la cursilería selectiva del gourmet. Es posible que detrás de un gourmet haya un carpanta reciclado. Lo que sí es seguro es que delante debe haber una cartera bien repleta. Aunque no le haga ascos a nada, el estómago agradecido tiene un gusto nacionalpopular. Lo suyo es poner cara de felicidad cada vez que se sienta a una mesa, sobre todo cuando no es la suya ni tiene que pagar. Por eso el carpanta no es muy amigo de ir a restaurantes caros y menos a los que van de cocina de autor donde deconstruyen una tortilla de patatas en menos que canta un gallo. A mí que no soy ni un carpanta ni un gourmet, me dan cien patadas en el estómago los restaurantes posmodernos donde no se come de nada y te clavan por todo. De aquí a poco los cocineros famosos colgarán sus creaciones y sus deconstrucciones en los museos contemporáneos y así sazonarán con un poco de vacío la nada interior. Por eso no hay nada como hacer de vientre en un museo de arte contemporáneo. Ante la nada, el estómago se acojona y reacciona vaciándose.





4 comentarios:

Argax dijo...

Curiosa reflexión. El arte, el vacío y los estómagos.
Algún día haré algo con la tantas veces escuchada historia familiar de posguerra en la que mamá y sus seis hermanos y hermanas peleaban por mojar pan en los huevos fritos que tocaban a uno para cada dos.

Mi carácter algo tendente a la compulsión me hace comer como los patos lo que me acarrea varios problemas. Echaré la culpa a la guerra.

Respecto a lo de defecar en museos de arte contemporaneo, no podría estar usted más en lo cierto, en mi última visita a Lisboa fue eso lo que sucedio en unos servicios limpísimos que tenían más mérito y significado que lo que por allí pude ver.

Pero claro, como va a entender un carpanta como yo de arte contemporaneo.

Para terminar este inconexo mensaje diré que ante tortillas deconstruida a mi me entran ganas de deconstruir caras.

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimado señor Argax.
I-¡Usted también ha visitado al fundación Gulbenkian en Lisboa!Yo salí espeluznado e inmediatamente me fui a visitar los jardines realmente espléndidos.
Lisboa,tan hermosa,tan decadente, no se merece semejante birria.En fín.
II-Muchas gracias por lo de curiosa reflexión que me la voy a tomar como un halago.Hoy estoy magnánimo conmigo mismo.
Un cordial saludo.Para mí Lisboa es una de las ciudades más hermosas del mundo.

Argax dijo...

Tómese usted siempre mis comentarios como mejor le convenga, lo importante es la salud mental.

En cuanto a Lisboa, esta es mi tercera visita y de nuevo ha habido epifanía. Incluso cuando la cuesta se ponía empinada yo miraba hacia arriba y decía pero que más da si estoy en Lisboa.

Abrazos.

Noite de luNa dijo...

Quedan muchos restos de Carpanta metido entre los pliegues de la piel, desgraciadamente.

Si todo va bien, estaré en Lisboa en octubre. Tengo ganas de volver. Gracias a los dos, sabré donde no tengo que poner un pie.

Saludos y buen día