viernes, 24 de agosto de 2012

PLEGARIA.


Oh dioses de todas las religiones, protectores de las artes, concededme la clarividencia necesaria para saber distinguir lo sensible de lo sensiblero, el sentimiento, exacto como un cuchillo, de la sentimentalidad fláccida.


Que no tenga yo que quejarme de mi oficio cada día ni pedir perdón ni explicar lo inexplicable ni dar cuenta de mi tiempo y de mi esfuerzo ni tampoco suplicar comprensión o aquiescencia más allá del justo reconocimiento.

Que pueda ganarme el pan sin falsas humildades pero tampoco sin estériles arrogancias.

Que acepte como don y no como condena la necesaria soledad.

Que sea la imaginación y no la infantil fantasía la nave en la que zarpe.

Que guarde mi sudor y mi esfuerzo para mí y que mi obra se sostenga por sí misma sin los falsos andamios del mensaje, la moral o la moda.

Que pueda cambiar cuando se me antoje, rectificar cuando proceda y contradecirme cuando lo estime conveniente, si la factura la pago yo.

Que no me absorba ni obsesione la infructuosa búsqueda del estilo sino que mi voz surja natural y espontánea como el llanto de un recién nacido.

Que pueda admirar sin envidia la obra de los demás.

Que no renuncie a mis maestros para que así pueda establecer contra ellos mis necesarios combates.

Que no rehúya los tiempos de sequía o duda pues son tiempos de crisálida. El gusano fue siempre anticipo de la mariposa.

Que pueda volar sin más cortapisas que las alas que me he procurado a mí mismo ni más horizonte que donde el aire amigo pueda llevarme.

Y que al mismo tiempo no pierda jamás el contacto con la tierra…

Amén.