viernes, 14 de enero de 2011

HERMES



Mía es la palabra en sus significados últimos y mío también es el impulso irrefrenable a dejarme llevar por el pie. Mensajero de mí mismo, las teclas del ordenador son las zapatillas que calza mi escritura. Por eso, ahora que estoy escribiendo en una mañana de enero, tras las intensas lluvias de estos días, y surge el sol del sur, noto cómo empiezan a crecer las alas en mis pies y no tengo más remedio que levantarme de la mesa y salir en tropel. Impelido por los dorados rayos que me llevan al mar, veo los primeros pechos desnudos. Ante su visión, lanzo el grito orgiástico de las bacantes “Evohé” y, convertido yo mismo en rayo de sol, me pongo a lamer esos pezones iniciales. Homero acertó de pleno llamándome “jefe de los sueños”. Mis sueños jamás perdonan y más cuando el cuerpo invernal que se me ofrece en la playa está semidesnudo y nuevo.



Los cuerpos que reposan lánguidamente en la arena del verano ejercen sobre mí un impacto muy relativo. Son cuerpos previsibles porque mis ojos, cuando salen de casa, llevan en su seno las imágenes posteriores. En verano, todo es confirmación. Por eso, cuando en invierno sale el sol tras las intensas lluvias y veo en medio de la arena, aún húmeda, el cuerpo solitario de una ninfa, el efecto en mi retina es tan potente como el llanto de un recién nacido. Por un momento, abandono la imagen exterior del cuerpo y la retengo en mis ojos cerrados herméticamente. El sol del sur, primaveral y cálido, atraviesa mis párpados y tiñe de rojo intenso la visión de la ninfa que conservo en mi interior como hallazgo afortunado. Gracias al pie que me lleva, la vida para mí es una sucesión de afortunados encuentros que confirman mi origen olímpico.



Los grandes espacios, los caminos y las calles me resultan tan familiares como la habitación desde la que escribo. Definirme sería empobrecerme. ¿Por qué cortarme las alas si el vuelo me es tan natural? Adoro la presencia invisible del aire que me levanta o que invade mis sueños trayéndome recuerdos y vivencias que rehace a su antojo. La escritura es resultado feliz de mis sueños. Abro los ojos y me pongo a escribir imágenes que me han sucedido o que me sucederán pues, a su vez, la escritura provoca vida. Escribo para vivir más en mí sin importarme demasiado qué es lo que yo sea. El otro tan solo existe para hacerse una imagen mía a su imagen y semejanza…


4 comentarios:

Tordon dijo...

Muy inspirada su entrada de hoy, Sr. Porquero, me la he leído dos veces.
Cosa que hago en contadísimas ocasiones, se lo aseguro.
Salu2

PD: Sea paciente,no se corte las venas y participe en el fantástico super-mega-top-world...

Noite de luNa dijo...

Dos, tres y hasta cuatro veces, le he leido.
Me gusta muchísimo su forma de relatar sentimientos, sensaciones.

Felicidades por ello.

Saludos

El Porquero de Agamenón dijo...

Señorita Aquí, señor Tordon.
Muchísimas gracias.No saben ustedes cómo les agradezco estos cumplidos.Me acaban de alegrar todo el fin de semana. Me confirman en un registro para el que me creía totalmente incapaz. No les quepa la menor duda de que persistiré.

El Porquero de Agamenón dijo...

PD Al PD del Señor Tordon.
No se preocupe,seré paciente como una oveja y controlaré mis instintos asesinos como un mejillón.
Nada difícil por otro lado ya que como usted sabe yo sólo saco el látigo con quien en igualdad de condiciones puede devolverme los latigazos.

PD del PD al PD.Ya sé señor Tordon que no tengo por qué poner tilde a SOLO, pero tengo fé en que usted lo entienda.