
La excelencia de un actor es inversamente proporcional al tiempo que emplea para realizar su oficio. Tanto mejor cuanto menos tiempo. A los directores de cine les gustan los actores seguros que resuelvan la escena con prontitud.
Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
II-Sin embargo, cuando los sueños se cumplen, lo hacen a menudo de forma irónica.
III-La ironía es un sueño del revés.
IV-El revés es la otra cara de la moneda.
V-La moneda es un invento del aire.
VI-El aire es el portador de los sueños.
Que me dice el porquero, mi dueño y señor al que los dioses en los que no cree lo guarden muchos años repartiendo caña y estopa a todo lo que se menea, que se larga a la France poslechazo de Sarkozi. Allí estará una semanilla más o menos rulando por Paris, la Rochelle y alrededores dictando en francés un ciclo de conferencias que lleva el bonito título de “El cerdo y la construcción de Europa. Desde el imperio carolingio hasta nuestros días”.
Yo le he recomendado que, habida cuenta de que en México tuvo que salir por patas de Puebla, que esta vez sea un poco más mesurado en sus opiniones sobre lo divino y lo humano, (ya sabemos que mi dueño y señor es muy dado a irse por peteneras a las primeras de cambio y más si entre su distinguido auditorio se encuentra alguna dama de buen ver que entonces es digno de ver cómo pierde la cabeza y empieza con sus dislates y sus salidas de tiesto y después pasa lo que pasa).
El porquero me ha respondido que me meta en mis asuntos, que él los suyos se los gestiona muy bien e incluso con una sonrisita significativa me ha dado a entender que es posible que en París acuda a su conferencia “una dama de muy alto copete que está buenísima y muy necesitada de juerga hispánica tras la depresión de su muy importante marido”… “y no digo más”, dijo mientras cantaba la marsellesa y se ponía a guisa de flor en el ojal una escarapela tricolor en forma de corazón, bastante hortera por cierto, y ya en plena orgía mezclaba frases inconexas de entre las que recuerdo el grito de “a las barricadas” entreverado con “París bien vale una misa”.
El porquero está con la olla perdida con eso de que se va a los parises. Esta es mi conclusión. Allá él, que después de la que me formó cuando vino de México, cualquiera le pone un pero. Yo me limito a transcribir fielmente su encargo y a decirles a ustedes, sus sufridos lectores, que no tiene ni idea de si podrá o no podrá publicar contumazmente lunes, miércoles y viernes y que, de todas maneras, en caso de no poder, ya les resarcirá a su vuelta. Temblad, bloqueros, temblad. (Este último comentario es mío de mi total exclusividad).
El cochino hispano.
Pulula por ahí una teoría francesa que dice que surrealismo significa lo que está más allá de la realidad y de los Pirineos, como diciendo descaradamente que el surrealismo nació en Francia. Mentira cochina de los franceses que no reconocen que Europa empieza en las columnas de Hércules ni tampoco soportan que el mundo entero conozca la palabra guerrilla que inventamos los españoles para darles de hostias hasta en el cielo de la boca. El surrealismo nació en Cai. (Antiguamente Cádiz en el lenguaje del imperio. Si los vascos nos imponen que digamos Iruña en vez de Pamplona, los gallegos A Coruña por La Coruña y los catalanes Lleida en vez de Lérida, puestos a ser surrealistas, empecemos a exigir que todo el mundo diga Cai, Graná, Huerva etc.).
Surrealismo significa Realidad del Sur. La primera metáfora surrealista nace en Cai en la época de la Guerra de la Independencia cuando perdimos el tren de Europa y mandamos a tomar por culo a los gabachos al grito monárquico de “vivan las caenas”. (El problema de los franchutes es que nos quisieron ilustrar a lo bestia. Una pena, porque nos hubiéramos ahorrado un montón de monarcas incompetentes, un siglo de pronunciamientos militares y el monocultivo zafio del ladrillo).
El surrealismo nació sin anestesia del coño soberano y constitucional de la hembra gaditana cuando cogía las bombas que tiraban los fanfarrones y con ellas se hacia tirabuzones. ¡En el coño! De hecho, muchos años después, otra hembra gaditana alumbró la metáfora definitiva del surrealismo cuando, al ser encuestada a propósito de las condiciones de vida del barrio humilde donde vivía, respondió que “había tanta humedad que, al ponerse a fregar el suelo con aljofifa y cubo, del mismísimo coño le salían flores”. Más adelante, la poesía oficial y ñoña acuñó las expresiones juegos florales y poeta floral sin saber su origen vaginal.
Por mucho Papa Negro, mucho vaticano parisino y muchos adoquines que levantaron los estudiantes franceses para encontrar el mar, hacía miles de años que el mar surrealista bañaba las costas de Cádiz. En las aguas yodadas de Chipiona, sumergí mi infancia. Lo cual significa que me hice poeta y coñólatra.
Cádiz, tan generosa con España y la humanidad, no sólo alumbró el surrealismo y los carnavales, (juegos florales surrealistas), sino que dio al mundo la Archihembra como hito del surrealismo cañí.
Del cielo de la casquería seudomítica de la Andalucía andalusí, autonómica y oficial, rescato yo para bajar a tierra y rendir un homenaje sincero a las almas surrealistas de las grandes hembras gaditanas que se hicieron carne bajo el nombre de Lola Flores Ruiz y Rocío Trinidad Mohedano. Con un talento descomunal y una voz prodigiosa bailaron y cantaron mientras tendían la ropa o recogían fruta en la profundidad del Sur. Surrealismo vine de Sur.
Son metáforas que pertenecen al viaje y a la infancia. A las cóncavas naves me subí a los diez años cuando empecé a leer historias de griegos. Continué mi periplo por el vinoso mar a través de los textos griegos y latinos que traduje en bachillerato. Durante un tiempo estuve perdido en medio de una odisea de relaciones tempestuosas y oficios sustitutorios hasta que hace poco me volví a encontrar navegando por la pantalla del ordenador. Recobré el rumbo perdido y el viaje iniciado hasta llegar a Ítaca, que es la habitación donde escribo. En ella espero eternizarme hasta el fin de los tiempos.
El resto de los periódicos guardaba un pulcro silencio o pasaba de puntillas sobre los aspectos más escabrosos de la realidad. Hoy cada vez que veo un telediario o un programa informativo, mi memoria me juega una mala pasada. Todos, sin excepción, me recuerdan a aquel periódico que siempre me negué a leer. Todos sin excepción se refugian en el sacrosanto derecho a informar.
El artista no tiene por qué tener conciencia del mundo como el filósofo, pero si debe crear un mundo que es, sobre todo, conciencia de sí mismo aunque refleje el mundo. Siempre me ha resultado muy sospechosa la actitud del artista que, a la manera del filósofo, se pone a reflexionar. Cuando un artista reflexiona, una de dos; o se está engañando a sí mismo o se ha equivocado de oficio. La obra de un verdadero artista se sostiene por sí misma.