domingo, 9 de febrero de 2014

LA CIUDADANA INFANTA DOÑA CRISTINA Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA.


La ignorancia es un lujo que sólo los ricos pueden permitirse. Es más, es un lujo necesario para no ver la cruda realidad. De verla, se correría el peligro de sentirla y entonces es posible que tomaran conciencia y no pudieran beber champán impunemente. Para los pobres, sin embargo, la ignorancia es una condena que los encadena para siempre a la sumisión.

La crisis cumple la función esencial de desvelamiento. No es posible vivir con una minoría depredadora y una mayoría empobrecida y desahuciada. Se produce entonces, como antesala de la explosión, un cambio en el imaginario social. De la imitación hortera y bobalicona de peluquería de barrio, con su prensa rosa, se pasa a los símbolos por excelencia de la reparación social: la guillotina y la barricada.

Una de las consecuencias urbanísticas que trajo la revolución francesa fue convertir en amplios bulevares las estrechas calles donde el pueblo colocaba todos sus muebles y enseres impidiendo el paso de las fuerzas represoras. Hoy es muy fácil desplegar tanques en las calles. Sin embargo resulta imposible reprimir las velocísimos avenidas de Internet por donde circulan libremente todas las informaciones que constituyen una prodigiosa barricada frente a la información uniforme del poder.

De la guillotina empezamos a ver sus benéficos resultados en la persona de la ciudadana doña Cristina sometida al interrogatorio exhaustivo de un juez. La ciudadana infanta se ha declarado ignorante y tonta de remate. La ciudadana infanta Doña Cristina aún ignora que su ignorancia  es un lujo que ya no puede permitirse.

No hay comentarios: