viernes, 22 de marzo de 2013

LA ORQUÍDEA, EL TIGRE Y YO



El día que vino la primavera se abrió con exactitud matemática la primera flor de la orquídea. Lleva cinco años conmigo asistiendo muda a este tecleo incesante. De todos los objetos que componen la mesa de estudio; libros, cuadernos, ordenadores, atlas, lápices…la orquídea y yo somos los más antiguos. Permanecemos fieles el uno al otro con una fidelidad instintiva. Yo la riego una vez a la semana y ella me ofrece sus flores hasta bien entrado el otoño. Jamás se me ha ocurrido hablarle. Ella tampoco. Ni tan siquiera lee lo que escribo. Yo, a cambio, me olvido a veces de su presencia.

Quiero decir con esto que entre nosotros no cabe la metáfora. Ella asiste muda al paso de los años por mis canas y yo, de vez en cuando, miro en su interior donde permanece agazapado un tigre.
A veces, muy pocas, siento la tentación de hacer poesía a su costa pero lo evito inmediatamente. Ella, a cambio, se resiste a convertirse en mi espejo. Formamos una buena pareja.

Nota importante:
El avispado lector  probablemente habrá pensado que he escrito una metáfora cuando he dicho que en el interior de la orquídea vive agazapado un tigre. Nada más lejos de la realidad. Cada vez que viene una visita a mi casa, la invito a entrar en mi cuarto de estudio para que mire a la orquídea y me diga qué ve en su interior. No hay nadie que no me haya dicho con cara de asombro que dentro vive un tigre.

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