viernes, 28 de marzo de 2014

EL PEREA, EL ESCRIOR SIN HISTORIA Y LA MEDIOCRIDAD.

 

 
….Todos los amigos del Perea éramos su público más fiel. A cambio él trasladaba su abundante anatomía a la nuestra y hacía que nos sintiéramos felices y satisfechos.
 (¡Más quisiera yo tener una ínfima parte de su poder empático para navegar por la indiferencia más absoluta cuando asisto al taller de escritura creativa y soportar así, sin un latido de más, la terrible mediocridad que invade a mis compañeros.
 “Te aplaudo a condición de que tú me aplaudas” es el lema implícito en cualquier escuela artística; pintores, músicos, actores, escritores…Si en el ejercicio de la libertad más inalienable, uno se niega a entrar en la orgía de ditirambos recíprocos y se acoge al silencio, entonces se produce la milagrosa congregación de todas las almas para destrozar al díscolo.
 “No podemos permitir que tu silencio nos retrate”, es el pensamiento que anida como una serpiente ciega en el corazón del mediocre. Es muy posible que yo, escritor sin historias, sea igual de mediocre que ellos, pero al menos de mi boca jamás saldrá ningún elogio que no crea merecido. No tengo la más mínima intención de ser gloria local con derecho a calle).
El Perea no paraba de carcajearse cuando le contaba cómo la jauría del taller, jaleada en cierto modo por el escritor desconocido, aprovechaba la más mínima oportunidad para destrozar mis párrafos.
-¿Y por qué no los gaseas un día? Si quieres te dejo un capítulo de una novela que estoy escribiendo sobre Hitler en que explico con detalle cómo gaseaban a los judíos.
- Ya estás tú con tus alemanadas.
- Sí, pero esta alemanda va de zombis. Se llama “La Wehrmacht Zombi”. Hitler es un zombi que lleva la cruz gamada clavada en su sanguinolenta cabeza y recorre el mundo con un ejército de zombis nazis asolando los países democráticos.
-¿Y viene a España?
-No, por España no pasa. No hace falta.
 La carcajada del Perea revestía entonces el carácter de un cataclismo. Jamás he visto a nadie reírse como se reía mi amigo. En vez de licuarse, la sustancia empática del Perea se hacía vibración pura. No había un átomo en la efervescente composición de mi amigo que no estuviera diseñado para ser feliz...

 

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