Dícese de un lugar inhóspito y frío donde los grandes
hombres (políticos, artistas, escritores…) se mausolean y marmolizan.
Un gran hombre dispone de dos formas para ingresar en la
posteridad: Muerto o vivo.
Cuando está muerto, no importa en absoluto que sobre él
recaigan todas las losas. No es culpable
Cuando está vivo, hipnotizado por los premios, los
parabienes, las medallas y las loas, es el propio gran hombre quien empieza un
proceso de marmolización y mausoleo.
Suele situarse más allá del bien y del mal mediante ecuánimes
y equilibrados artículos donde reconviene y amonesta a la sociedad. Adquiere asimismo
una pátina indeleble de profeta visionario. Su voz se hace más grave y su
mirada más lejana, ocupada sin duda en desvelar el futuro. Sus silencios cada
vez son más clamorosos y sus palabras se van haciendo más huecas hasta adquirir
la rigidez definitiva de la Esfinge. Ha ingresado sin duda en la Posteridad.
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