Despliegue exhibicionista de plumas. Unidad de destino integrada por la estrella y un mariquita que la adora. En España, el glamour lo inventó el binomio Sara Montiel-Terenci Moix.
Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
jueves, 29 de octubre de 2009
miércoles, 28 de octubre de 2009
REINAS MADRES
lunes, 26 de octubre de 2009
viernes, 23 de octubre de 2009
VARIUS,MULTIPLEX,MULTIFORMIS.
Mucho antes de que los monoteísmos gobernaran el mundo, existieron los dioses. Nacieron por todos partes y de todos los modos posibles. En Grecia, cuna de nuestra civilización, los dioses, aburridos de eternidad, celebraron una asamblea en el monte Olimpo presidida por Zeus:
“Nuestra soledad no tiene fin”, -dijo-. “Bien es cierto que nos entretuvimos diez años, una milmillonésima de segundo, combatiendo en la guerra de Troya, vivero de héroes. Unos nos pusimos al lado de Eneas y su pueblo, otros favorecimos la causa del rey Agamenón. Murieron tantos que el mar tomó el color del vino. Hasta el propio Aquiles, casi inmortal, sucumbió. Promovamos una guerra inacabable que…”
“… terminará por destruirnos a nosotros también”- Interrumpió Apolo.
Tras un vasto silencio, fue Atenea quien habló: “Fomentemos mejor la complejidad. Démosles algunos de nuestros atributos para que, reflejándonos, nos sintamos menos solos”.
“La pluralidad”, terció el solitario Hermes.
“Exacto”, prosiguió Atenea: “Hagámosles poliédricos de manera que, al representarse los hombres a sí mismos como muchos, nos representen también a nosotros.”
“Si no recuerdo mal, soberano Zeus, numerosos han sido tus disfraces y fingimientos para poseer doncellas. Yo misma he adoptado para ti el doble disfraz de hermana y esposa.”.Le susurró al oído Hera.
“Pero si les damos algunos de nuestros atributos, nos sustituirán”. Pensó en voz alta el dubitativo esposo.
“Todo lo contrario”, repuso Atenea. “Alargarán nuestra eternidad cuando vengan los dioses únicos.”
Así fue cómo por unanimidad, reunida la asamblea de dioses en el Olimpo, instituyeron el teatro y a los actores.
“Nuestra soledad no tiene fin”, -dijo-. “Bien es cierto que nos entretuvimos diez años, una milmillonésima de segundo, combatiendo en la guerra de Troya, vivero de héroes. Unos nos pusimos al lado de Eneas y su pueblo, otros favorecimos la causa del rey Agamenón. Murieron tantos que el mar tomó el color del vino. Hasta el propio Aquiles, casi inmortal, sucumbió. Promovamos una guerra inacabable que…”
“… terminará por destruirnos a nosotros también”- Interrumpió Apolo.
Tras un vasto silencio, fue Atenea quien habló: “Fomentemos mejor la complejidad. Démosles algunos de nuestros atributos para que, reflejándonos, nos sintamos menos solos”.
“La pluralidad”, terció el solitario Hermes.
“Exacto”, prosiguió Atenea: “Hagámosles poliédricos de manera que, al representarse los hombres a sí mismos como muchos, nos representen también a nosotros.”
“Si no recuerdo mal, soberano Zeus, numerosos han sido tus disfraces y fingimientos para poseer doncellas. Yo misma he adoptado para ti el doble disfraz de hermana y esposa.”.Le susurró al oído Hera.
“Pero si les damos algunos de nuestros atributos, nos sustituirán”. Pensó en voz alta el dubitativo esposo.
“Todo lo contrario”, repuso Atenea. “Alargarán nuestra eternidad cuando vengan los dioses únicos.”
Así fue cómo por unanimidad, reunida la asamblea de dioses en el Olimpo, instituyeron el teatro y a los actores.
miércoles, 21 de octubre de 2009
SENTENCIA.
Bar de barrio. Domingo a mediodía. Parroquianos altisonantes, niños gritones, mamás histéricas fumando, televisión a todo trapo. Al otro lado de la barra se acoda un señor mayor con aire antiguo de los de sombrero y bastón. Tras varios intentos de hacerse oír por el camarero, mira alrededor y, con voz poderosa, pide al tendido una copa de vino. Silencio. Tras la ostentosa petición, el señor antiguo, a manera de comentario, remata: “Señores, no me confundáis el culo con las témporas. Una cosa es la alegría y otra la algarabía”
lunes, 19 de octubre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
miércoles, 14 de octubre de 2009
lunes, 12 de octubre de 2009
viernes, 9 de octubre de 2009
EL IDIOTA.
miércoles, 7 de octubre de 2009
EL PATIO
Rufos, Rufianes, truhanes, ladrones, ladrilleros, lameculos, listos de manos, largos de uñas, estafadores, timadores, trampistas, trileros, chupones, chorizos, chulos, birladores, bribones, bellacos, bujarrones, bigardos, bigornios, barbados, sablistas, matones, zafios, zascandiles, malencarados, maleantes, vagos, esquinados, petarderos, vividores, putos, putañeros, parásitos, padres de mancebía, gorrones, jayanes, espadachines, pistoleros, alcahuetes, aliviadores, correveidiles, terceros, fanfarrones, fatuos, tunantes, haraganes, sacadineros, sacacuartos, germanos, miembros de la cofradía, pícaros, pícaros, pícaros del Patio de Monipodio,de la corte de los milagros del ruedo ibérico…novelas ejemplares, novela picaresca, pintura negra, esperpentos… Cervantes, Quevedo, Valle-Inclán, Goya… Gürtel.
lunes, 5 de octubre de 2009
BARES Y TRENES.
La gente se divide en dos; los que arreglan la vida de los
demás en los bares y los que arreglan la suya propia en los trenes. Yo pertenezco
a estos últimos aunque de vez en cuando me gusta tomarme una cerveza en el bar
de la esquina. El bar de la esquina es un bar popular, con sus parroquianos que
acuden por turnos, de manera que cabe muy poco la sorpresa. Al principio la única
sorpresa era mi presencia cuando todavía no había elegido turno. Lo decidimos a
medias entre el mesonero y yo y quedamos en que me dejaría caer todos los viernes
a eso de la una. Al principio yo era de poco hablar. Cuando hacía bueno me
sentaba en la terraza y cuando no, me metía dentro con la televisión como
música de fondo. A veces una noticia concitaba la atención general y entonces explotaba
la frase restallante que provocaba una cascada de comentarios destinados a
arreglar el mundo por la vía expeditiva.
El bar por dentro es más bien pequeñito. Mientras los
parroquianos arreglan el mundo, yo miro el calendario de Mudanzas Pepe que
ofrece a sus distinguidos clientes la imagen poderosa de unos pechos muy
jóvenes. Los parroquianos me miran para que asienta a sus arreglos y entonces,
para no comprometerme, esbozo una sonrisa un poco tonta encaminada a hacerles
ver que todavía no soy del lugar.
Los trenes son mucho más intransitivos. El suave traqueteo
del tren de alta velocidad produce una atmósfera ensimismada salvo cuando suena
un móvil o anuncian la próxima estación. Sin embargo el tren se recompone de
inmediato lo mismo que yo, que enseguida me vuelvo a sumergir en mis
pensamientos. Los pensamientos, cuando viajan en tren, aligeran bastante su
peso.
Esto hace que floten como ácaros en la atmósfera y penetren
con suma facilidad en el cerebro. Es fundamental respirar profundamente de vez
en cuando. Basta con quedarse ensimismado mirando la monotonía del paisaje o
leer un libro. Aunque no estoy del todo seguro, a mí me parece que la lectura
del libro o el paisaje que miro por la ventanilla son meros pretextos para
abrir la puerta de entrada a los pensamientos. El paisaje siempre es el mismo,
eso está claro, pero es que, cuando viajo en tren, tengo la vívida impresión de
que siempre leo el mismo libro.
Lo importante es que la ligereza de los pensamientos va
mejorando a medida que avanza el tren. Incluso es posible que ya casi al final
se produzca un pensamiento en forma de solución a los problemas de la vida
aunque sea, como no puede ser de otro modo, una solución volátil que
desaparecerá en el momento en que el tren se detenga definitivamente.
Es inútil intentar alojarla en algún lugar recóndito del
cerebro. La solución volátil desaparecerá irremisiblemente. Su desaparición no
es repentina. Quiero decir que parece que persiste más allá del viaje como si uno
pudiera llevarla consigo al hotel y luego a casa en el tren de regreso, pero no
es verdad.
La solución volátil empezará a desaparecer cuando suena por
megafonía la voz que anuncia que estamos llegando al fin del trayecto y que no
olvidemos los objetos personales. Por mucho que me esfuerzo, no consigo rehuir
la vorágine que se apodera de mí recogiendo el libro, la bolsa, los
auriculares, la botella de agua y el resto de mis “personal belongins”, que
también lo dicen en inglés. Muchas veces me he propuesto infructuosamente
quedarme sentadito hasta que el vagón se vacíe por completo pero, a pesar de mi
gusto por la soledad, no consigo vencer el impulso de levantarme cuando la
megafonía anuncia la estación término.
Todos nos apresuramos para levantarnos del asiento e ir a
formar parte de una larguísima cola que atravesará el vagón de parte a parte.
Los hay que se han levantado antes del anuncio y han ocupado con sus enormes
maletas las plataformas. Sólo queda formar parte de una cola expectante que se
deshará cuando el tren se pare del todo. Mientras tanto, para no aburrirnos, muchos
nos dedicamos a bajar pesadísimas maletas a las señoras bajitas, a los viejos o
a las chicas jóvenes, según. También solemos entablar una previsible
conversación sobre si nos bajaremos por la derecha o por la izquierda. Para
entonces la solución volátil es un recuerdo lejano. En cuanto el tren se para,
la cola empieza a agitarse al ritmo que marca la gente de la plataforma que
suele ser, por lo general, la que más prisa tiene. Su prisa se contagia al
resto y todos salimos corriendo por el andén como si hubiera habido un
accidente. Es dar los primeros pasos en tierra firme y adquirir el cuerpo una
velocidad y un estrépito que provocará que la solución se volatilice para
siempre. No hay ya nada que hacer sino dejarse llevar por la muchedumbre
trepidante hacia las escaleras mecánicas que me conducirán a través de un
pasillo tan largo como un cordón umbilical a la puerta que dará al exterior donde
me esperan con una sonrisa de bienvenida los problemas de siempre.
viernes, 2 de octubre de 2009
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