Hubo un tiempo en que las ciudades y los pueblos se llenaban de abejitas mayas que caminaban lentamente con su cestita de la compra y su abanico abierto para evitar que el sol les diera en la cara. Algunas incluso llevaban un paraguas sobre el que nunca llovía. Ni que decir tiene que la primavera y las mañanas del verano con la fresquita eran los momentos propicios para que las abejitas mayas iniciaran su vuelo por entre las macetas y los parterres del barrio. Empleaban mucho tiempo en ir de la casa al mercado y viceversa. Mientras tanto, propiciaban los encuentros entre sí para hablarse de los nietos, los hijos, las cuñadas y las enfermedades, además de cumplir su fin multiplicador. Ir a por el pan era tan sólo un pretexto para revolotear por la fauna y la flora del barrio. Se me olvidaba decir que las abejitas mayas suelen llevar adosado un perrito faldero para hacer nuevos conocimientos con abejitas desconocidas o con niños. Lo cual no les impide desviarse de su misión porque, en cuanto ven un geranio recién florecido, allá que se aproximan y con igual mimo con que le hacen al hijo y a toda su familia la tortilla de patatas que tanto les gusta, arrancan un trozo que meten en la bolsa del pan, lo llevan a casa, lo meten en agua o lo plantan directamente en la maceta. Cuando por un casual las abejitas mayas se posan sobre la planta y su propietario al mismo tiempo, no tienen el menor inconveniente en pedir por favor que se les permita tomar una muestra y así, con el mismo movimiento de caminar, esperan a que el próximo año el esqueje dé su fruto.
Hace dos meses compré un bello ejemplar de geranio chino de flor múltiple al que puse en una maceta grande de barro y coloqué a la puerta de casa. Al salir esta mañana, he descubierto su dolorosa ausencia. Del conjunto de maceta y flor sólo quedaba, como testigo mudo, el plato del desagüe. Tras lo primeros momentos de estupefacción y enfado, me acordé de las abejitas mayas que revoloteaban en los tiempos antiguos. También pensé que, si al menos me hubieran dejado un trozo de geranio, me hubiera podido convertir yo mismo en abejita maya.