SINOPSIS:
Una Reina de un país muy
democrático, pero totalmente corrompido, se encuentra triste y cariacontecida
debido a las continuas infidelidades de su dueño y señor, el Rey Campechano. Sin
embargo la sangre real de la Reina cornúpeta no llegará jamás al río porque, en
cierta manera, los cuernos van con el cargo y no resultan así una pesada
carga como sin duda lo son para la mujer
plebeya. (Hasta en los cuernos ha habido y habrá clases).
Lo que no puede soportar la pobre
Reina es que por cada animal que maternalmente acoge en su mayestático seno, el
Rey Campechano mata un par de elefantes o de osos borrachos o de lo que sea.
Entonces toma la determinación de vengarse de su Alteza Elefanticida. Para ello
se hace invitar a las reuniones de Bilderberg, constituida íntegramente por los
Amos del Universo. En cada reunión que asiste va deslizando sutilmente la
ponzoña contra su marido en medio de un mar de suspiros varios y quejas
diversas, sólo al principio, para desembocar al final en llantos desconsolados
y mesamiento de cabellos.
Los Amos del Universo, apiadados
de la Reina, deciden poner punto y final a la matanza real y urden una trampa
vil que tiene dos fases. En la primera pringan hasta las cachas al yerno de la
Reina al que instan a cometer fechorías sin cuento haciéndole creer que es
impune. Al mismo tiempo sitúan en la audiencia de Baleares a un juececillo
valiente y honesto que empieza a tirar de la manta por un Polideportivo y acaba
imputando a todo Dios, incluida una infanta ingenua e inocente, casada
casualmente con el Yerno Felón. (A su debido tiempo será exonerada, como
corresponde, ya que no es esa la pieza que se quieren cobrar).
El caso es que explota el caso y
se arma la marimorena. En la segunda fase, tras el discurso de Navidad donde el
Rey Disparador de Todo lo que se Menea habla de que la justicia es igual para
todos, recibe una suculenta invitación a cazar elefantes en Botswuana,
operación que es pagada a escote por los Universales Amos. Antes de ir, el Rey
entra con la Reina en el parlamento en medio de un surtido variado de pífanos y
trompetas recibiendo el más sonoro aplauso que jamás han escuchado los siglos,
interpretado sumisamente por una amplísima mayoría de parlamentarios que poco
más tarde quedarán con el culo al aire. La Reina asiste impertérrita y un tanto
ladina a la última entrada triunfal de su Augusto Marido.
Y ahora viene la Hecatombe Programada.
Lleno de orgullo y satisfacción, el Rey Campechano y Disparador se va a
Botswana con la mente puesta en los seis millones de súbditos parados y en los
cientos de miles de desahucios. Allí caza un elefante y se hace una foto. La
foto. Cuando va a entrar en la habitación para tomar un merecido descanso, una
sutil cuerda colocada casualmente hace que el Macho Soberano tropiece y se rompa una cadera.
Tiene que ser repatriado urgentemente. Nada puede ser ocultado. Todo el mundo
se entera de la Tostada.
Jaque mate. Pero antes el Rey, a
modo de disculpa, pronuncia las tres
últimas frases para la Historia: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá
a ocurrir.”
No muy lejos del lugar, la Reina
asiente y repite para sí “…no volverá a ocurrir”.
FIN
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