Oriente no tiene término medio. O es frenético como un
espermatozoide loco o es lento como una tortuga. Cuando se desliza con la
sabiduría ancestral de la tortuga, Oriente se pone meditativo y trascendental;
tai chi, yoga y demás disciplinas estáticas causan furor en Occidente. Cuando
Oriente se mueve con la rapidez de la cobra, se hace compulsivo como el kárate,
el judo y demás disciplinas dinámicas muy apropiadas para que lluevan hostias
en las películas de Bruce Lee.
En el ping-pong
también llueven hostias, pero con una pelotita que va a más de cien por hora
describiendo parábolas imposibles. Los múltiples efectos, que mediante una
sofisticada técnica se pueden lograr, van encaminados a conseguir que el rival,
abducido por los arabescos extravagantes de la pelotita, haga la estatua
viéndola pasar delante de sus narices, la mande al techo o la estrelle
impotente contra la tupida red. De lo cual podemos deducir, sin miedo a
equivocarnos, que estamos ante un juego con un alto contenido espiritual. No
podemos olvidar que la mística de nuestros místicos occidentales ofrece
asimismo tres posibilidades o vías: la vía purgativa, la iluminativa y la
unitiva donde todo cesa y nada es. No es, por lo tanto, un dislate ver en el vuelo
perfecto de la blanquísima pelotita un trasunto del Espíritu Santo.
Si en la época antigua y apostólica, el Espíritu Santo se
trasfiguraba en lengua de fuego o en paloma y tenía por misión conceder la
gracia divina a los agraciados, en este frenético juego la misión es conseguir
que el campeón ascienda a los cielos mientras el vencido y humillado mira al
techo transido de la victoria ajena.
Algún listo me dirá que la pelotita muchas veces es naranja
y yo le contesto, sin descomponer el símbolo ni la alegoría, que el naranja es
el color espiritual de Oriente y que alguna concesión habrá que hacerle a los
chinos por ser los mejores jugadores del mundo y no haber inventado el juego.
Porque casi todo lo que merece la pena en esta vida, desde
la penicilina al portátil pasando por la pornografía, lo hemos inventado en
Occidente. Oriente se limita a copiarnos. Los japoneses nos copian bien y los
chinos mal. Y menos mal, porque el aciago día en que los chinos sean campeones
mundiales de fútbol deberemos empezar a temblar. Han comprado gran parte de la
deuda americana, nos están comprando a nosotros y, para colmo, han puesto un
enorme almacén al lado del club en donde juego y me transustancio. “Iberasia” es el nombre tremendo que le
han puesto. El lenguaje nunca es inocente. En Iberasia venden de todo porque es
el preámbulo lógico para comprarlo todo.
Por eso puse a mi hijo a jugar al ping pon como preámbulo a
sus estudios de chino mandarín. No tengo la menor duda de que la práctica
constante del ping pong nos conferirá un progresivo achinamiento en los ojos y una
sonrisa dentífrica que nos hará pasar desapercibidos para cuando seamos
conquistados definitivamente.
Por eso, antes de que nos amarillemos del todo, uso la
libertad occidental para decir que, aunque los chinos son grandes maestros en
este juego, que se acomoda como un guante a su complexión física, el ping pong
es un invento inglés. (Algún día habría que analizar las razones de por qué los
ingleses han inventado tantos juegos de pelota. ¿Proyección al exterior de
algún complejo interior? ¿Insularidad autista? ¿El inglés, lengua de las
ingles?).
Un típico día de lluvia fina y pertinaz en la campiña
inglesa, un grupo de amigos muy pijos practicaba el tenis británicamente
acompañados de ginebra y puros. Hartos de tanta lluvia, decidieron meterse
dentro del cottage y, como iban muy puestos, decidieron seguir jugando al tenis
dentro de la casa. Se fueron a la sala de billar atestada de retratos de
antepasados del gran Imperio Británico y cogieron de la enorme biblioteca que
les rodeaba un mazo de polvorientos libros que colocaron a guisa de red en
medio de la mesa. Como pelota usaron la misma de tenis y, habida cuenta que las
raquetas les venían un poco grandes y desproporcionadas, las sustituyeron por
las tapas de cartón duro de sus magníficas cajas de puros. Así nació el tenis,
de la mesa de billar, como nació Venus de la espuma de los testículos de Urano.
(Los griegos antiguos siempre fueron muy mitológicos y bastante guarros).
Yo nací al mundo cuando las paletas eran de madera y
corcho. La primera vez que vi una paleta en tecnicolor fue en Francia en la
época en que el mundo nos quedaba muy lejos. Nosotros estábamos en plena
dictadura y ellos ya iban por la quinta república. Un abismo. Por eso me traje de
París una paleta como Dios manda y un libro de Sartre. Desde un punto de vista
estrictamente tenístico, puedo decir que mi vida es una pausa entre la paleta
iniciática de corcho y la paleta cibernética que ahora uso cuarenta y cinco
años después. En medio tuve tiempo para equivocarme muchas veces, proveerme de
esposas e hijos y ponerme a escribir usando el teclado como una metralleta.
Un día como hoy, en que escribía con la orquídea al fondo
acerca de mi primer amor bajándose sus braguitas en un parque, noté un repullo
místico y me puse a recordar cuando me iba al Frente de Juventudes
nacionalsindicalista a jugar al ping pong y a leer cuentos de “Hazañas
Bélicas”.
Fue acabar de escribir esta tierna escena y levantarme como
un misil para rescatar del sueño eterno una antigua paleta. También rescaté a
mi hijo de la cama y me lancé con él a una bolera del pueblo de al lado que
tenía una mesa de ping pong. La bolera estaba cerrada. Así que nos vinimos al
polideportivo de arriba donde nos recibió un conserje muy amable que nos
proveyó de una paleta para mi hijo. Así fue cómo nos pusimos a jugar…
Mi hijo estuvo cinco años jugando conmigo hasta que se
percató de que no era bueno para su desarrollo personal estar bajo la pesada y
alargada sombra del padre y yo, sin un padre que me hiciera sombra, seguí
jugando y escribiendo. Muy pronto descubrí que jugar al ping pong y escribir
son las dos caras de una misma pasión. Si uno quiere escribir y jugar bien al
ping pong, uno tiene que ser preciso.
En el ping pong hay que ser preciso y rápido. En la
escritura, sin embargo, no hay que ser rápido si se quiere ser preciso. Hay que
tomarse un tiempo para elegir si darle al adjetivo de drive o de revés, con
efecto o plano. Los adjetivos son muy puñeteros. Como los chinos.
No es sin embargo mi intención contraponer Occidente a
Oriente más allá de lo imprescindible. Vengámonos a lo común. China es el gran
imperio de Oriente y, dentro de poco, de Occidente y Gran Bretaña fue el gran
imperio occidental que pasó el testigo a EEUU. (Todo el mundo habla inglés,
incluso en Estados Unidos, que es una extensión bárbara del imperio británico.
Como no tienen monarquía, no saben apretar el culo a la hora de hablar inglés.
Por eso se comen muchas consonantes y abren demasiado las vocales).
China y Gran Bretaña no sólo están indisolublemente unidas
por su destino imperial sino también por su estructura gramatical, pues el
chino mandarín y el inglés son lenguas monosilábicas. De ahí el carácter
monosilábico del ping-pong que, siendo un juego inglés, lo aproxima
fonéticamente al chino de Hong Kong, chao-chin, Lao-Tsé etc. Sin embargo ping-pong es una sencilla onomatopeya
que imita el sonido de la pelota cuando golpea nuestro campo para ir velozmente
a golpear en el campo contrario correspondiendo a cada campo una sílaba.
Me tengo que parar aquí ( a veces hasta yo mismo me espanto
de mi agudeza gramatical), para hacer una somera alusión a la estructura
corporal de felino sesentón que estoy adquiriendo a razón de tres días por
semana de entrenamiento intenso y a que no castigo mi estómago por la noche. Inútil para el estatismo zen, mi cuerpo
reclama un jaraneo y una trepidación que sólo me lo puede dar una paleta
agresiva y un instinto asesino tremebundo. Hay cuerpos que alcanzan el orgasmo
en la inacción y otros a los que nos va la marcha. Son las dos caras de la
misma moneda destinada a pagar el peaje de ingreso en el nirvana, que significa apagón. Mediante el ping pong, mis queridas
obsesiones desaparecen gracias a la hipnosis que produce la santa pelotita
hasta entrar en éxtasis, donde jugando sin jugar en mí, asciendo a la solitaria
cumbre para respirar el aire purísimo de la victoria.
2 comentarios:
pergdong, ¿es ping pong o pin pong?
Es ping pong según el DRAE.
Publicar un comentario