Cuando el pájaro bisectriz inició
el vuelo que lo llevaría a posarse para siempre en la instantánea, no sabía que
su fin último era ser un geómetra.
Tampoco yo supe, cuando posé el
dedo sobre el icono de la pantalla táctil, que un pájaro pudiera dividir en dos
un paisaje.
Ni el pájaro voló para mí ni yo
tomé la fotografía pensando en el pájaro. Sin embargo la casualidad nos unió en
un destino común, nos hizo inmortales en un espacio único.
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