Un
entrenador mediocre, poseído de un gran ego, solo podrá triunfar en equipos
mediocres con jugadores mediocres cuyos egos jamás puedan competir con el
grandioso ego del entrenador. El cielo ha dispuesto que el entrenador esté por encima del equipo.
Sin
embargo, si ese entrenador mediocre tiene la desgracia de entrenar a un equipo
grande con grandes jugadores, irremediablemente se despeñará. Acostumbrado a la
mediocridad, rebajará la grandiosidad del jugador y lo hará jugar mediocremente
al tiempo que pondrá su ego a competir con el ego de sus jugadores.
Quiere
el Cielo que el buen entrenador jamás ofenda el ego del jugador grande, porque
le hará jugar a lo grande, como tampoco
ofenderá el ego del jugador mediocre porque intentará por todos los medios hacerlo crecer.
El
buen entrenador aparta su ego del ego de sus jugadores y lo pone a jugar en
cada uno de ellos.
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