No tenemos solución. No hay ninguna posibilidad de que nuestros queridos amigos alemanes reconsideren su actitud, echen marcha atrás y nos den un respiro a los países del sur.
Su propio lenguaje se
lo impide de manera taxativa. Ellos son el Ser y nosotros somos el tiempo.
Ellos ponen las esencias y nosotros los accidentes. Por eso escriben todos los
sustantivos con mayúscula. Sustantivo viene de sustancia y sustancia es
esencia. Nosotros, en cambio somos ad-jetivos, que son unos accidentes que se
ad-juntan a los sustantivos alemanes esenciales.
Donde ellos ponen Ser,
nosotros ponemos ser mentiroso, embustero, estafador, tramposo, farsante,
corrupto, deshonesto, rufián, pícaro, jayán, artero, golfo, maula tunante,
bergante, granuja, pillo, bribón… y miles de matices más, contingentes y
adjetivos, pero muy importantes para calificar al Ser, bajarlo de su pedestal
esencial y hacerlo concreto, individual y humano. Como el Lazarillo.
El problema es que los
alemanes, con todos los sustantivos propios y rimbombantes, inventaron la
Metafísica que es una parte de la filosofía inasequible a las eventualidades y
calamidades de la vida diaria. El problema de la Metafísica es que con ella no
se puede hacer amigos ni cambalaches.
Uno se queda irremediablemente
solo en la Unidad. Los alemanes siempre han estado solos y sordos. Beethoven
era un genio sí, pero sordo.
Desde el Sacro Imperio
Romano Germánico, Europa es una Unidad de Destino en lo Alemán. Liaron la
mundial en la primera guerra, liaron la mundial también en la segunda y van
camino de liarla en la tercera y definitiva con la deuda impagable .
Y encima somos
culpables. No pueden vernos de otra manera a pesar de ser punteros en óptica y
lentes. Su propio lenguaje se lo impide.
Schuld
es
el sustantivo clave. Significa al mismo tiempo: DEUDA y ¡¡¡CULPA!!!
Para nuestros queridos
amigos alemanes el que tiene una deuda es culpable. No olvidemos que Lutero
nació en Eisleben ( significa “vida fría”) actual Alemania. Todos somos, pues,
luteranamente culpables por tener deudas.
Por eso, desde la
autoridad que me otorga el haber sacado un diez en alemán y el hecho contumaz y
constante de haber sido confundido durante toda mi vida con un teutón, propongo
a todos mis colegas del Sur que celebremos un congreso lingüístico-eucarístico
conjunto con nuestros hermanos gernanos donde propongamos la supresión de la
palabra SCHULD.
A cambio nosotros nos
comprometeríamos a eliminar por completo de nuestro diccionario la palabra
CORRUPCIÓN.
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