miércoles, 19 de septiembre de 2012

EL HORNO Y LOS BOLLOS




Leo en la Wikipedia que un bollo es una pieza de repostería (normalmente dulce), generalmente horneada en porciones individuales. Los bollos se hacen con diversos tipos de masas de harina y pueden tener relleno o no. Algunos se asemejan a panecillos dulces, similares a los panecillos alemanes (¡Vaya ya salió!) que suele ser tomado en desayunos y meriendas.

Pero también un bollo puede ser una pieza de pan más o menos rústica. Lo importante del bollo en el sur es que es un alimento de primera necesidad que, en tiempos afortunadamente periclitados, servía casi de alimento único en el campo. Se le ponía un poco de aceite o se le migaba con un poco de tocino o chorizo.

El bollo depende para su elaboración de un horno en donde hornearlo, de manera que cuando se dice que “no está el horno para bollos” viene a significar que el susodicho horno no ha adquirido la temperatura suficiente para que la masa tierna de harina, levadura y agua alcance la dureza necesaria. Hay que esperar.

Es lo que se nos está diciendo por activa y por pasiva desde las instituciones nacionales y europeas. A lo que parece, al no estar el horno para bollos, nosotros, es decir los de siempre, debemos renunciar a los salarios dignos, a los trabajos honrados, a las casas hipotecadas, a los colegios públicos y a las enfermedades caras. Y todo esto para que a medio plazo (¿Han dicho alguna vez cuánto montón de tiempo es medio plazo?) volvamos a crecer y a comer bollos en el mejor de los mundos neoliberales posibles.

Claro que todo esto se basa en la esperanza de que el horno no esté estropeado y pueda alcanzar la temperatura correcta.
Porque si resulta que el horno está estropeado, jamás calentará los bollos y nos moriremos de hambre. Entonces lo que habrá que hacer es cambiar de horno de una vez por todas.

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