Oh tú, el menos filósofo de todos
los filósofos, el menos alemán, en estos tiempos tan enfermizos donde una
turbamulta de necrófagos pasea insomne a un dios moribundo y resurrecto, te
llevo escondido en el bolsillo del que te sacará una mano amiga para que tu
lectura se acople como un guante a la visión espléndida de los cuerpos que, en
su plenitud, nada saben de la fiesta barroca de la sangre y la muerte. Mientras
la multitud fanática encierra a sus ídolos en los oscuros templos donde permanecerán
mudos y ciegos hasta el fin de los tiempos, los cuerpos primaverales hablarán
de juventud y vida mientras yo te leo frente al mar azul, comunión perfecta,
eterno retorno del mundo que se acepta a sí mismo con todos los sentidos.
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