.
…”Malos
estos tiempos, malos, en que lo único que pedimos a los políticos es que sean
honestos. Porque si además fueran inteligentes…
Si
fueran inteligentes, serían abiertos y curiosos, tolerantes e instruidos… mas
no pidamos la luna. Pocos hay de entre nosotros susceptibles de poseer una
inteligencia que, en el ejercicio del poder, no deviniese en astucia y cortedad
de miras. ¿Para qué engañarnos si nuestra condición de pueblo del sur, pobre y
fanático, pareciera que nos llevase de manera indefectible hacia el abuso y el
fraude, la estafa y el robo? (No es cierto, pero una mentira hecha de medias
verdades, forjada desde siglos por nuestros verdugos de entonces, los mismos
que los de ahora, se incrustó como una segunda piel en un alma colectiva poco
dada a la reflexión y desdeñosa de la cultura. Siempre desoímos a los que
sabían y cuando molestaban, bien porque alzaron la voz más de la cuenta, bien
porque, aunque mudos, no bailaron al son de las cadenas, los enviamos a la
hoguera o al exilio).
Se
necesitaría ser un filósofo estoico como Marco Aurelio para salir incólume, sin
una moneda de más, sin un daño innecesario a nadie, sin provocar una injusticia
clamorosa.
Conformémonos
pues con la honestad en un grado tal que impida al que ejerce el poder atesorar
riquezas y de este modo, siendo él modelo vivo y espejo donde mirarse, evite
que los demás lo hagan. Del rey abajo, ninguno, empezando por el propio rey.
Por
otro lado, la honestidad es virtud, que presenta siempre, como toda virtud, dos
caras. Una, hacia afuera, que es la que conviene a la república, otra, al
individuo, que es la que, viniendo desde adentro, sale a plena luz para que
nadie quede ciego y tenga así los ojos bien abiertos y vigilantes.
Mas
ahora que discierno según mis entendederas me dan a entender acerca de la
honestidad de los políticos, veo yo que la inteligencia no es cualidad
imprescindible en ellos.
El
político honesto, si cumple con su condición, jamás querrá tener a gente
deshonesta a su lado ni tampoco temerá que le hagan sombra consejeros prudentes
y sabios, inteligentes y perspicaces sino que más bien los buscará con ahínco y
tenacidad, sin importarle de donde vengan. Y así teniéndolos a su lado,
disminuirá sus errores y acrecentará sus aciertos que son los de todos y de
esta manera, siendo franco consigo mismo, sabrá cuándo el cansancio haga mella
en él o, sin necesidad de apurar el vaso, se muestre conforme con lo hecho y
deje paso a otro, igual de honesto que él, pues, cuando el pueblo anda un buen
trecho por camino recto y llano, difícil es que tome atajo…
Y así
veo yo que, siendo la norma superior en un gobernante honesto procurar la mayor
felicidad al mayor número posible de sus gobernados, la justicia mantendrá el
fiel de la balanza y no se ladeará por donde siempre acostumbra según lo vamos
sufriendo en estos tiempos tan a la intemperie donde los políticos deshonestos
¡tantos, Dios mío, para tan poco como nos queda! no tienen empacho en mostrar
sus trapacerías y sus robos, sus prerrogativas y sus inmoralidades…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario