Lo único válido que ha aportado el cristianismo a la fantasía de los niños ha sido la leyenda oriental de los reyes magos. A partir del nacimiento del Dios, el cristianismo ingresa en la crueldad.
A veces, cuando hablo con el niño que fui, asisto
al estremecimiento que sintió al ver por vez primera las imágenes del Dios
crucificado sufriendo hasta la expiración. No me cabe entonces la menor duda
del momento exacto en que aquel niño perdió la inocencia.
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