lunes, 18 de junio de 2012

EL SEÑOR PINOCHO Y EL FÚTBOL.



Antes de ir al fútbol, el señor Pinocho se dijo:
Recapitulemos. La solidez y la consistencia de los pilares, en que mi nariz se asienta, me permiten aún un número considerable de mentiras. No en balde fui fabricado en Berlín con diseño italiano. Bien es verdad que no todas las mentiras son igual de gordas y que por ello, a partir de ahora, deberé extremar las cautelas. Una cosa es el mercado interno, más relajado y tolerante, y otra, por lo que veo, el mercado internacional. Estos pueblos calvinistas del norte son demasiado cuadriculados y estrictos. Siempre están supervisando y controlando todo, hasta el más mínimo detalle, con sus naricillas de perros sabuesos. Con ellos no se puede tener un desliz, un pecadillo inocente, echar una cana al aire, darse un gusto, en definitiva.
Y mi gusto es el fútbol. Me gusta muchísimo el fútbol. Los domingos y todos los días de la semana. A cualquier hora y en cualquier lugar. Es mi único esparcimiento. La única válvula de escape que tengo en estos terribles meses en que no consigo transmitir que somos un país serio y que estamos haciendo lo que hay que hacer.
La prima de riesgo me está matando. ¿Quién me iba a decir a mí que no iba a disfrutar de ningún momento de asueto desde que gané las elecciones? Además me mintieron. Me mintieron todos, empezando por los más amigos y poderosos. No se salva nadie. Me dijeron: “Tú, gana las elecciones, que ya verás como el panorama se despeja inmediatamente”. Bueno, no me dijeron exactamente eso, pero tampoco nos vamos a poner exquisitos a estas alturas con la que está cayendo.
El caso es que no paro de reunirme a todas horas, de hablar por teléfono, de viajar de acá para allá sin ton ni son, con el agua siempre al cuello y encima los periodistas dándome caña porque no les doy titulares. ¡Que se busquen ellos los titulares! ¿Qué quieren? ¿Que les haga yo también su trabajo con el trabajo que tengo?
Necesito descansar. ¡Dios mío! ¡Como me relajo viendo las maravillosas jugadas de nuestros jugadores con el estadio rugiendo! ¡Como quiebran a los contrarios, cómo les mienten y engañan mostrándoles la pelota para después ocúltasela y enviarla al sitio más inesperado!¡Qué placer fumarse después el puro de la victoria en la paz del hogar, rememorando en la pantalla lo que mis propios ojos han visto en el estadio y decirme a mí mismo: “Sí, sí, tú estuviste allí, en primer plano, haciendo historia, gritando gol con todas tus fuerzas, sintiéndote masa con la masa, liberado de ti mismo y de tu pesada carga!”
¡Si supieran los sufrimientos y amarguras que acarrea la ingrata tarea de gobernar! Cinco terribles meses comiendo a deshora, sin apenas dormir, teniendo que mentir a diestro y siniestro por obligación. (También porque me lo pide el cuerpo. No me voy a mentir a mí mismo, faltaría más). Menos mal que la nariz, mi compañera fiel, no me abandona. Gracias a ella, jamás he sentido eso que dicen de la soledad del poder. Su prominencia y longitud hacen que, al ver enfrente de mí su punta, se convierta en el interlocutor ideal, dispuesta siempre a comprenderme y a absolverme de todo sentido de culpa.
Anoche cuando, por lo visto, la presión externa para que diera una conferencia de prensa se hizo insoportable, puse a trabajar a mis asesores con un mensaje muy claro. “Convertid el rescate y la intervención en cualquier cosa que no sea rescate ni intervención. Quiero asistir al partido a cualquier precio”.
El más atrevido de ellos me dijo: “Corre el riesgo, señor, de pasar por estúpido y mentiroso”. “¿Por qué estúpido?” Pregunté obviando lo evidente. “Lo más seguro es que, cuando acabe la comparecencia ante los medios, sus palabras sean refutadas desde todas partes y todo el mundo se preguntará cómo es posible que, sabiendo, como sabe, que no dice la verdad, se arriesga a destrozar una imagen ya de por sí deteriorada”.
-¿Y?
- Deducirán que es usted un mentiroso compulsivo o un idiota, o las dos cosas al mismo tiempo.
Tiempo era lo único que necesitaba. El suficiente para que la mentira tarde un poco en ser descubierta y me permita asistir al encuentro en Polonia sin sobresaltos. He seguido al pie de la letra las instrucciones que me dieron. Por ellos me he contradicho cuantas veces han sido necesarias. No me cabe la menor duda de que me absolverán. El tiempo corre muy deprisa y el olvido también. Tanto que el que me precedió está perdiendo ya su estigma.
Acabo de leer en la salita mi declaración. En ella afirmo que es un éxito rotundo lo que no es. Por otro lado los eufemismos, que han usado mis asesores para no llamar a las cosas por su nombre, me parecen muy acertados. Sólo falta que yo me lo crea. En eso no hay problema. Los pilares en que se asienta mi nariz son consistentes y sólidos. Al fin y al cabo, tan sólo se trata de ganar un poco de tiempo para el partido y mañana será otro día. El tiempo corre muy rápido y yo despareceré sin dejar rastro.












2 comentarios:

Noite de luNa dijo...

Una penosa sensación verle saltando por allí y sabiéndose objetivo de toda la prensa.

¿Se fijó en la puesta en escena al aparecer para hacer la declaración?

Un abrazo

El Porquero de Agamenón dijo...

Sí, me fijé pero cumplí mi objetivo. Todo está consumado. Otro abrazo.