Forma de estar en el mundo. Si el artista es verdadero, no hará ruido.
Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
lunes, 30 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
MI PADRE.
lunes, 23 de mayo de 2011
sábado, 21 de mayo de 2011
JORNADA DE INDIGNACIÓN.
viernes, 20 de mayo de 2011
SPANISH REVOLUTION.
En esta democracia bipartidista tan perfecta en que vivimos gracias a una inmejorable ley electoral, la victoria del partido A depende exclusivamente de una minoría amplia y crítica que o se abstiene o vota con la nariz tapada para evitar que gobierne el partido B.
El partido B, sin embargo no tiene problemas, mejor dicho tiene un solo problema, su techo. Alcanzado un número determinado, no consigue casi nunca un voto más. A cambio, el votante del partido B vota religiosamente como si fuera a misa del domingo.
Ya podrán mostrarle un obsceno vídeo con las fornicaciones más inmorales de sus líderes, que el votante del partido B jamás tendrá un segundo de duda.
Lo avala en su contumacia inconsciente la política económica del partido A. La misma, al fin y al cabo que la de su partido.
miércoles, 18 de mayo de 2011
VUELO LIBRE.
lunes, 16 de mayo de 2011
MULTAS, MÓVILES, COCHES, PUNTOS
En el banco me adentré dispuesto a pagar la bonita multa que me habían propinado el día anterior. Allí formé una ligera cola integrada por un individuo encorbatado y embutido en un traje de ejecutivo de medio pelo que, en un momento determinado, sacó de la cartera una denuncia de tráfico donde era multado por usar el móvil conduciendo. Me alegré mucho pues mi vida viajera en el Ave me había hecho ser muy reacio a tales especímenes que no paran de hablar de negocios en ese lenguaje tecnoburrro que les caracteriza mientras yo intento leer. Mi alegría fue interior, por supuesto, cuando el ejecutivo me refirió su percance, pero no me privé de decirle finamente que se lo tenía bien merecido por capullo.
Por si no ha quedado claro, odio el uso público del móvil en Ave o en tierra. Eso de estar con tres conocidos tomando una cerveza por compromiso, sonar un móvil, cogerlo alguien y, en vez de levantarse e irse al carajo, quedarse repantigado en la silla hablando a grandes voces e interrumpiendo la conversación de los demás o eso de estar en la consulta del médico y ponerse a hablar sin pedir ni tan siquiera perdón o aquella vez en que me ofrecí a acompañar cortésmente al hotel a un individuo que me podía procurar algún trabajillo y nada más salir de la plaza donde estábamos, coger el móvil y no parar de hablar durante los quince minutos que duró la caminata para al final, ya en la puerta del hotel, despedirse displicentemente de mí porque todavía seguía enganchado, es algo que me saca de mis casillas.
Por no hablar de lo peligroso que resulta ir conduciendo por la ciudad y ver en el espejo retrovisor a alguien en pleno cabreo hablando por el móvil acercándose cada vez más o tardando más en frenar y tú con la mano puesta en el claxon sin dejar de mirar al espejo y a punto de atropellar a un anciano que cruza un paso de cebra o, ya puestos, ponerte en lugar del anciano y ser tú mismo quien cruza el paso de cebra mientras pasa rozándote un coche a toda leche con alguien en el interior hablando enloquecidamente a solas.
Nada de esto le dije al ejecutivo de medio pelo sino que lo acojoné indicándole que, según un estudio de la universidad americana de Iowa, el uso del móvil conlleva un “efecto burbuja” que representa una pérdida de atención del sesenta al ochenta por ciento cuando se habla y del treinta al cuarenta por ciento hasta diez minutos después de la llamada, cosa que es verdad a grosso modo, excepto lo de la universidad americana, el tanto por ciento y el nombre del efecto que me inventé sobre la marcha. No hay nada mejor para engañar a un ejecutivo que mencionarle un tanto por ciento y cualquier universidad americana. Caen como ejecutivos chinos. Lo del “efecto burbuja”, reconozco que es de cum laude.
Para mi placer me contó el ejecutivo de medio pelo que habían caído muchos ejecutivos más del mismo pelo en el puesto que montó la policía a la salida del aeropuerto. Si no nos pillan en más infracciones es porque realmente no quieren o por presiones de la industria automovilística a no ser que la crisis se agudice tanto que su sueldo dependa exclusivamente de las comisiones que perciban de las multas, lo que obligaría a una reestructuración total del carné por puntos. Habría que practicar entonces una disección muy limpia entre el cobro y los puntos en el sentido de que el ingreso del copioso dinero en la bucheta del Estado casi nunca llevara aparejada el quite de puntos a no ser que nos concedieran para nuestro disfrute mil puntos a cada uno. Lo digo porque yo tengo meridianamente claro, que considerándome un conductor responsable pese a mis despistes leves, con una educación viaria exquisita que hace que cuando alguien me presiona por atrás porque quiere pasar a cualquier precio, yo humilde y ostentosamente me hago a un lado hasta parar si hace falta, abro la ventanilla y le doy amable paso al frenético y en vez de obtener alguna señal de agradecimiento, ya desatado y veloz, el frenético me atrona con su potente claxon como cagándose en mi pobre puta madre, cosa que no entiendo, tengo claro digo que, en cuanto mis puntos lleguen a ninguno que llegarán como se sigan apostando en ocultos stops de caminos muy secundarios, abandonaré por completo la carretera y me ahorraré una cantidad de dinero impresionante en la compra de un coche con el consiguiente cabreo de la industria automovilística, del taller mecánico y del propio Estado, la autonomía y el municipio pues ya no pagaré por triplicado con mis impuestos la misma carretera. Imagine el lector la hecatombe que podríamos ocasionar cientos de miles de ciudadanos concienciados y hasta los mismísimos de que nos estén continuamente esquilmando.
viernes, 13 de mayo de 2011
LA VISIÓN DE SAN PORQUERO DE AGAMENÓN.
Mis ojos han visto oficinas repletas de amables mujeres que despliegan una gracia aérea tras los mostradores, hospitales diligentemente atendidos por doctoras y enfermeras, ambulancias conducidas por bellísimas y seguras amazonas mientras por todas partes un tropel de machos aturdidos forman larguísimas colas esperando no se sabe qué o se agitan en la nada como espermatozoides enloquecidos.
Gracias a esta santidad que adquirí recientemente en un parque de la ciudad donde nací, puedo tener una visión panorámica y auténtica del mundo y en verdad en verdad os digo que o nos ponemos las pilas alcalinas de funcionar mucho y largo o quedaremos como una colección decorativa de penes monótonos dedicados en exclusiva a la fabricación de mujeres inteligentes y trabajadoras que arramblarán en el mercado laboral. (El mercado sexual les pertenece por derecho propio).
miércoles, 11 de mayo de 2011
lunes, 9 de mayo de 2011
SICOBOUTADE
viernes, 6 de mayo de 2011
EJECUTIVOS VIAJANDO.
…Y no digamos cuando uno paga un pastón al Ave para que lo lleve a toda leche a Madrid y se dice a sí mismo: “Durante el viaje me voy a leer el libro ese de filosofía taoísta que me regalaron y así me echo una siestecita, que esta noche he dormido poco” y empiezan a sonar estrepitosos móviles de marujas marbellíes, jóvenes aburridos o ejecutivos de medio pelo jugando a brokers de Wall Street.
El otro día se me sentó al lado un ejecutivo que se puso a hablar compulsivamente por el móvil mientras yo intentaba vanamente leer una novela mala. (Supongo que será fácilmente comprensible que leer una novela mala significa un trabajo infinitamente superior a leer una novela buena. Las novelas buenas entran como el agua, las malas son como comerse un polvorón a palo seco).
Con británicas maneras me dirigí a él y le razoné con aplastante lógica alemana que mi lectura silente no le molestaba a él en absoluto pero que su verborrea vociferante me impedía a mí leer. Para demostrárselo, me puse a leer la novela mala en voz alta con juiciosos comentarios sobre las características de la novela moderna para que mi compañero de viaje, al mismo tiempo que se apercibía de la ínfima calidad de la novela, se diera cuenta de que él tampoco podía trabajar.
Rematé mi exposición con la pregunta retórica de orador ciceroniano de que, ya que habíamos pagado los dos la misma cantidad de dinero por el mismo viaje en el mismo vagón, por qué su trabajo de quebrar empresas iba a valer más que el mío de leer novelas malas. El pobre me replicó con cierta dosis de verdad que había mucha gente que hablaba entre sí en voz alta y sin embargo yo no le llamaba la atención a lo que contrarrepliqué dándole la razón en parte al mismo tiempo que le hacía ver las profundas diferencias rítmicas y prosódicas que existían entre ambos acontecimientos sonoros.
El buen hombre dejó descansar a su móvil y se dedicó a contemplar poéticamente el paisaje castellano-manchego, tan aburrido como la novela mala que estaba leyendo yo y que al poco rato produjo en mí un sueño reparador durante el cual soñé que Renfe ponía en servicio un vagón silente con la prohibición expresa de usar el móvil o elevar la voz al hispánico modo.
miércoles, 4 de mayo de 2011
ESTÓMAGO AGRADECIDO
El estómago agradecido se define como “Epifenómeno desprovisto de cabeza y pies, de flexibilidad extrema, genuflexión máxima y olfato altamente desarrollado. El hábitat natural del estómago agradecido son las instancias de poder”.
De la misma manera que el prestigio de cualquier depredador sofisticado como el tiburón se mide a través de las rémoras que lleva consigo, el poderoso suele acompañarse de una cohorte de estómagos agradecidos cuya misión esencial es cantar las glorias de su señor al mismo tiempo que ejercen de felpudo. Los poderosos suelen ser bastante vanidosos y muy proclives a los halagos disparatados y a las loas excelsas. De ahí que una variedad de estómago agradecido muy extendida en la actualidad sean los cantamañanas tanto en su vertiente de cítaras de héroes deportivos como de mamporreros de políticos y banqueros. Los medios de comunicación son grandes proveedores de cantamañanas. De hecho se están produciendo extensas e íntimas sinonimias entre medios de comunicación, estómagos agradecidos y medios políticos y económicos.
lunes, 2 de mayo de 2011
HUMANO, DEMASIADO HUMANO
Tengo la impresión de que el recién beatificado papa Wojtyla no creía demasiado en Dios. Si realmente hubiera creído en Él, no le habría tenido tanto miedo a la muerte como lo atestigua su conducta de ser papa hasta el final exhibiendo su humana decadencia hasta un extremo inconcebible. Es el síndrome del avión que dice más o menos así: “El avión en el que vuelo no se puede caer porque mañana tengo una cita muy importante a la que no puedo faltar”. Traducido al papado del papa polaco, sería un sutil trasvase de la infalibilidad a la inmortalidad: “Mientras sea papa, seré infalible, como Dios, y si poseo uno de sus divinos atributos, ¿por qué no la inmortalidad?”