viernes, 6 de mayo de 2011

EJECUTIVOS VIAJANDO.








…Y no digamos cuando uno paga un pastón al Ave para que lo lleve a toda leche a Madrid y se dice a sí mismo: “Durante el viaje me voy a leer el libro ese de filosofía taoísta que me regalaron y así me echo una siestecita, que esta noche he dormido poco” y empiezan a sonar estrepitosos móviles de marujas marbellíes, jóvenes aburridos o ejecutivos de medio pelo jugando a brokers de Wall Street.







El otro día se me sentó al lado un ejecutivo que se puso a hablar compulsivamente por el móvil mientras yo intentaba vanamente leer una novela mala. (Supongo que será fácilmente comprensible que leer una novela mala significa un trabajo infinitamente superior a leer una novela buena. Las novelas buenas entran como el agua, las malas son como comerse un polvorón a palo seco).




Con británicas maneras me dirigí a él y le razoné con aplastante lógica alemana que mi lectura silente no le molestaba a él en absoluto pero que su verborrea vociferante me impedía a mí leer. Para demostrárselo, me puse a leer la novela mala en voz alta con juiciosos comentarios sobre las características de la novela moderna para que mi compañero de viaje, al mismo tiempo que se apercibía de la ínfima calidad de la novela, se diera cuenta de que él tampoco podía trabajar.







Rematé mi exposición con la pregunta retórica de orador ciceroniano de que, ya que habíamos pagado los dos la misma cantidad de dinero por el mismo viaje en el mismo vagón, por qué su trabajo de quebrar empresas iba a valer más que el mío de leer novelas malas. El pobre me replicó con cierta dosis de verdad que había mucha gente que hablaba entre sí en voz alta y sin embargo yo no le llamaba la atención a lo que contrarrepliqué dándole la razón en parte al mismo tiempo que le hacía ver las profundas diferencias rítmicas y prosódicas que existían entre ambos acontecimientos sonoros.



El buen hombre dejó descansar a su móvil y se dedicó a contemplar poéticamente el paisaje castellano-manchego, tan aburrido como la novela mala que estaba leyendo yo y que al poco rato produjo en mí un sueño reparador durante el cual soñé que Renfe ponía en servicio un vagón silente con la prohibición expresa de usar el móvil o elevar la voz al hispánico modo.





No hay comentarios: