Los dioses no existen, claro, pero
Toth es especial. Entre otras cosas fue el que inventó a los dioses y la
escritura. Es el dios de los escribas y de los músicos, de los arquitectos y el
lenguaje, es decir, de la realidad. Por eso la última vez que estuve en el
Museo Británico, pasé de momias y sarcófagos, de toros alados y de la piedra
roseta y me fui directo a por la mirada de Toth, disfrazado de mono babuino.
Toth no dejó de mirar al vacío sin prestarme la más mínima atención. Pareció
incluso que le molestara mi presencia. Nada más lejos de la realidad porque esa
misma noche, se me presentó. Soñé que tenía una gran sed y que, en medio del
sueño, me levantaba y abría mi frigorífico alemán para coger una botella de
agua. Allí estaba él y tal y como aparece en la fotografía. Hierático e
irónico. Así me habló:
-Eres mi hijo muy amado en quien
tengo puestas algunas de mis complacencias. Te di el don de la palabra pero te
equivocaste de oficio. Te pusiste delante de ellas y te hiciste actor cuando
debiste ponerte detrás y escribirlas tú mismo. Has perdido miserablemente el
tiempo. Ya es hora de que rectifiques. Que no pase un solo día de tu vida sin
escribir. Ya te publicarán. Y cuando así suceda, tú éxito está asegurado. Junto
a la palabra te di la ironía y el humor, que son formas excelsas de la contradicción.
Nada más lógico que escribas historias sin historias. Regresa al sueño y ponte
a escribir….
Este es el verdadero origen de “EL
ESCRITOR SIN HISTORIAS”. Pronto en sus pantallas digitales y en papel, en
esmerada edición a cargo de EL TORO CELESTE.
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