Antes de ponerlas en escena, Moliere leía sus obras a la
criada para adaptarse lo más posible al gusto del público. Yo entrego mis
textos a lectores desconocidos, tres o cuatro, para que me den su opinión
sincera. Este romano sonriente es uno de ellos. Le dejé el borrador
último de "El escritor sin historias". A los dos meses vino y me
dijo:
- Tranquilo, que no te van a crucificar. Tu novela es amena.
El lector no se va a aburrir. Con eso llevas ya recorrido un buen trecho y
además la novela está llena de historias que van a parar al mismo sitio. Me lo
he pasado muy bien. Son diez mil….
Aquí lo tenéis, muy contento y sonriente.
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