I- La verdad es
la verdad. Dígala Agamenón o Marx, su porquero: La religión es el opio del
pueblo.
II- La razón no tiene nada que ver con la fe. A
más ciencia, menos religión.
III- Una
sociedad retrasada es una sociedad religiosa y oscura.
IV- Una
sociedad avanzada es una sociedad ilustrada y agnóstica.
V- Una sociedad
ideal es una sociedad científica y atea.
VI- Toda
creencia es una excrescencia.
VII- Sin
embargo, la razón conoce sus límites.
VIII- Los
límites, en la razón, no son fronteras que separan sino puentes que se tienden
hacia lo desconocido.
IX- Gracias a
la razón, los límites son mudables y flexibles.
X- Gracias a la
razón, la esperanza existe. Lo desconocido puede llegar a ser conocido.
XI- Lo que está
más allá de los límites de la razón no es necesariamente irracional. Es lo que
todavía no se conoce.
XII- El que la
razón conozca sus límites no autoriza de ningún modo a creer en Dios.
XIII- Por
contra, la religión no conoce límites. Ella es el límite.
XIV-
Precisamente porque no conoce límites, la religión impone límites a todo el
mundo.
XV- Los límites
de la religión son inmutables y rígidos.
XVI- Los
límites de la religión no permiten la esperanza. Sólo permiten la espera.
XVII- Los
límites inmutables de la religión sólo permiten la espera porque más allá está
la Nada y más acá, Dios.
XVIII- Los
límites mudables de la razón permiten la esperanza. Más allá de la razón existe
una infinitud de límites.
XIX- Sólo la
razón, no Dios, puede ir más allá de sí misma.
XX-
Precisamente por ello se puede decir, en contradicción aparente, que la
infinitud de límites cabe en la razón…
XXI- La
infinitud de Dios, tan limitada y finita, cabe en la infinitud de límites.
XXIII- Para la
religión Dios es el límite.
XXIV- Para la
razón, Dios es un límite ficticio que impide la conciencia de la infinitud de
límites.
XXV- El
conocimiento es, pues, la conciencia insobornable de que los límites son
infinitos.
XXVI- La
religión es la negación del conocimiento por la presencia de Dios como límite.
CODA.
I- La razón
puede concebir perfectamente que los creyentes crean en Dios. (El que los
creyentes hagan un uso limitado de la razón, sustituyendo a ésta en sustitución
primaria por la fe, -religión-, y la fantasía,-infancia-, es algo asumible,
puesto que se da y comprensible, puesto que no todo el mundo está capacitado
para vencer el miedo a la muerte sin las muletas de la creencia en la
inmortalidad), pero es absolutamente inconcebible para los creyentes que Dios
no exista. (El hecho de que haya gente que no crea en Dios debe constituir para
el creyente un hecho tan asombroso que sólo puede achacarlo a una falla
esencial de índole física o moral o a una situación transitoria).
II- Es cierto
que existen creyentes muy dotados y preparados intelectualmente; científicos,
filósofos, artistas…, que hacen un uso extraordinario de la razón en los
diversos campos del conocimiento. Su creencia en un ser superior delata la
persistencia de un fortísimo anclaje en la infancia que opera en su sique como
refugio inexpugnable del pensamiento mágico. La pregunta, pues, que debe
hacerse con estos creyentes tan dotados es: ¿Adónde habrían podido llegar en
los diversos campos del conocimiento si no hubieran tenido la rémora de la
religión? Esta pregunta es especial y lamentablemente adecuada para el campo
científico y médico.
III- Ni que
decir tiene que, cuando me refiero a la religión, aludo a los tres grandes
monoteísmos; judaísmo, cristianismo, islamismo. La unidad promueve el límite y
conduce inexcusablemente al fundamentalismo. Las religiones plurales de dioses
varios promueven una amplitud de límites y una cierta ironía,-distancia-, hacia
lo divino. No hay que olvidar que mis queridos griegos instauraron la
democracia en el mismo impulso en que crearon la divinidad múltiple.
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