sábado, 6 de abril de 2013

DE LA MEMORIA DEL ACTOR Y SU DOLORIDO SENTIR.(Manual contra tópicos)



Cuando por estas tierras uno comete el atrevimiento de decir que es actor, suele exponerse a ciertas preguntas indiscretas cómo: “¿Y de eso se vive?” O “Ya, bueno, pero ¿cuál es tu trabajo?”
Una vez contestada la pregunta, si procede, puede venir  añadido algún comentario del interpelante relativo a eso de “meterse en la piel del personaje”, como si el personaje tuviera un traje de neopreno y uno se sumergiera en los abismos de su personalidad. La verdad es que el actor, más que meterse en la piel, debería salirse de ella, ponerse a flote y empezar por hacerse bien el nudo de la corbata y llevar los zapatos muy limpios. Desde este superficial punto de vista, parece evidente que los señores Lorca con el lorquismo, y Stanislasky con el Actor´s studio, han producido estragos. Llevamos varias generaciones perdidas de actores concienciados y metódicos.

En esto tienen mucha culpa las declaraciones de actores de cine americano. Suelen afirmar que padecen grandes sufrimientos y convulsiones para “construir” el personaje. Vanitas, vanitatis. Amén de un ego desaforado, mi impresión es que tienen mala conciencia por la diferencia abismal que existe entre la comodidad de su trabajo y los millones de dólares que cobran y necesitan justificarse por el tortuoso camino de la tortura síquica. (En cierta ocasión tuve la fortuna de trabajar como coach de un actor americano muy prestigioso y conocido, con una carrera muy larga. Estupefacto me quedé cuando, en un descanso, se puso a leer “El actor se prepara”).
En lo que al teatro se refiere, suelen ser los actores mediocres, malos o francamente malos, los que usan el dolorido sentir y la epidermis como coartada para sus carencias creativas. Nada grave si tenemos en cuenta que la porción de actores mediocres, malos o francamente malos es la misma que en cualquier profesión artística y/o poco peligrosa. (No quiero pensar que el número de cirujanos incompetentes sea el mismo que el de actores, músicos o poetas).

Dentro del abanico de alabanzas al actor de teatro, que también las hay, está la de encomiar su memoria que le permite soltar cientos de frases por metro cuadrado o largarse extensas parrafadas llenas de enjundia y buenos sentimientos. (Calderón y Shakespeare se llevan la palma).
Pero la memoria, en la mayoría de los casos, se adquiera mediante el trabajo diario de repetir el texto en voz alta, llevándoselo a pasear por el paseo marítimo o nadando en la piscina cubierta cincuenta aburridísimos largos. Y encima uno puede eliminar por completo el sentimiento como paso previo para prescindir de él encima del escenario. Es el público quien debe llorar o reír con la peripecia de los personajes, encarnados por actores cuya función debe ser, como dijo un actor sensato, no tropezar con los muebles y saberse sus parlamentos al dedillo.

Y es que memoria y sentimiento están mucho más unidos de lo que se piensa. No lo digo yo, lo dice la lengua que nos vio nacer y nos verá morir. Si la escucháramos con atención, nos daríamos cuenta que “sentimiento” y “sentido” son palabras hermanas y que “sentido” significa “lógica, razón o juicio” como se puede ver en frases como “Lo que dices no tiene sentido”.
No tiene por lo tanto ningún sentido que separemos sentimiento y razón, corazón y cabeza como hace tanta gente angustiada porque, según ella, “su corazón le dice una cosa y la cabeza otra”. Separar el corazón de la cabeza ha producido millones de sufrimientos innecesarios que para lo único que han servido es para engrosar generosamente las cuentas corrientes de sicólogos estructurales, gurúes emocionales y argentinos en general.
Bécquer, poeta romántico por excelencia, escribió: “Cuando siento, no escribo”. Si esta juiciosa y sentida sentencia la aplicamos  a la actuación sería algo así como:
“Haz el favor de no dejarte llevar tanto por el arrebato, y fíjate más en las marcas de luces y, sobre todo, no dejes a tu compañero con la palabra en la boca, que para lo poco que dice el pobre, no le has dejado darte la réplica porque estabas muy inflamado con tu monólogo”.

Y es que la memoria, en tanto que cualidad o destreza que se adquiere mediante la rutina y la repetición, es música que concuerda a las mil maravillas con los monocordes latidos del corazón. La memoria es recuerdo y recordar significa literalmente “volver a llevar al corazón”, porque se construye a partir de la palabra latina “cordem” que significa precisamente “corazón” y de ahí derivan palabras como re-cordar, mono-corde o con-cordar que he usado adrede en este párrafo casi último.

Sólo me queda añadir que nuestra lengua no es única en esto de ligar música, memoria y corazón. La expresión “saberse algo de memoria” tanto en francés como en inglés tiene su centro en la palabra “corazón” y así decimos “par coeur” o “by heart” y nos quedamos tan tranquilos.
De todo corazón, el Porquero.

11 comentarios:

Nunca aprendí a coser dijo...

Osar a comentar en estas entradas suyas tan profundas y reflexivas es, de mi parte, algo que creo que tengo en común con algunos actores, precisamente eso, la osadía, el atrevimiento, el impulso a poner el pie en un escenario en el que no me han llamado, del que no me he preparado nada en absoluto y de lo que solo puede producirse un auténtico fiasco...

Y sin embargo, aquí estoy, atreviéndome, osando, interviniendo en una entrada que me ha parecido preciosa, una pirueta sobre un pensamiento suyo que ha logrado, con mimo y dedicación plasmar en su interesante blog.

A veces pienso, señor Porquero, si me permite decírselo, que me gustaría ser actriz y ejercitar eso de ponerme en la piel de, o llevarme al corazón algún sentimiento ajeno para transmutarme en él. Pero ya le tranquilizo y le comunico que normalmente tengo esos absurdos pensamientos después de haber visto una buena obra de teatro, una buena película o incluso un buen concierto -que hasta en eso llega mi osada imaginación-. Con lo cual nada es mérito mío si no de los buenos actores que me han permitido viajar a bordo de un barco hacia aguas profundas.

Aprovecho también para decirle que después de leerle, a veces, tengo ganas de que me siga contando más.

Me quito el sombrero ante una buena lección de talento y me pongo a disposición de mi imaginación que siempre me da satisfacciones porque no tiene miedo a aprender de los sabios.

Disculpe el comentario tan tontamente largo.

Saludos,

Noite de luNa dijo...

Tengo una pregunta para que usted le haga a sus cerdos actores.

¿Cómo se puede ser actor o actriz sin estudiar técnica, tiempo y espacio?

Actriz o actor ¿Se nace entonces?

¿Cómo evitar no quedarse dentro de un personaje al acabar la obra si ni se aprende antes?

Besos a los dos




El Porquero de Agamenón dijo...

Estimadas y queridas señoritas. Sus reflexiones, opiniones y pregunas, necesitan un tiempo del que ahora mismo no dispongo.+
Les voy a contesta, se lo prometo, más pronto que tarde.Un beso a las dos

El Porquero de Agamenón dijo...

Estimada señorita, Nunca aprendí...
Haga todos los comentarios en este blog que estime conveniente así como su largura y tamaño.
NO importa, expláyese y escriba lo que tenga que escribir y también le digo que se suba a un escenario y actúa si ese es su deseo.
Hágalo,al principio no importa si lo hace bien o regular o mal.Lo importante es cumplir un deseo que no hace daño a nadie. Arriésguese, no tiene nada que perder y sí mucho que ganar.
La vida es corta.
Mis disculpas por la tardanza y muchas gracias por sus elogios.

El Porquero de Agamenón dijo...

Querida señorita,
Empezaré por lo último.
Mientras bajaba del tren de cercanías camino del ensayo, pensé en usted y en su pregunta y me di la respuesta allí mismo.
En realidad no era un ensayo,era un rodaje en el que íbamos a rodar unas secuencias de la obra que van a ser proyectadas durante la representación.
Me di cuenta en ese instante de lo que ya sabía sin saberlo pero lo hacía intuitivamente.
Jamás en una represntación llevo nada que pueda llevar encima de un escenario(ni siquiera los zapatos).
Con lo cual, le quiero decir, que para mí como para cualquier actor sensato es muy fácil quitarse y ponerse el personaje.Basta con cambiarse de ropa. Así de sencillo.

No sé si el actor nace o se hace.Lo que si sé es que el talento no se enseña y la imaginación tampoco. El talento se tiene o no se tiene.
Lo que sí se aprende es el oficio.
Y no hay mucho más.
Lo siento por la tardanza en contestarle.

El Porquero de Agamenón dijo...

Rectificación a al comentario a la señorita Aquí.
Creo que no me he expresado bien en cuanto a la ropa.
Muchas veces los actores en teatro usamos nuestra propia ropa. Al menos sucede en este montaje donde el dinero escasea por todos lados.
De ahí que cada uno lleve su ropa adecuada al personaje.
Yo, aunque interpreto a Fernando de Rojas, este está actualizado y llevo un elegante traje príncipe de Gales.
Lo que le quería decir. Es que cuando me dirigía al rodaje, no llevaba nada de lo que me iba a poner. Y no era casualidad.

El Porquero de Agamenón dijo...

No puedo entrar en mi blogger

Noite de luNa dijo...

No había visto sus respuestas.

Muchas, muchas gracias. Es usted un Porquero encantador

Besos

Noite de luNa dijo...


Aprendo mucho.

Noite de luNa dijo...

Estimado señor Porquero
Tengo otra pregunta para cuando pueda contestar. No quiero molestar en sus quehaceres cotidianos.

* Pienso que, un texto teatral es un texto muerto y muerto están sus personajes. La vida se la da el actor o la actriz con su propia forma de ser
¿Es así o estoy equivocada?

Muchas gracias

El Porquero de Agamenón dijo...

Disculpe en primera lugar la tardanza.
NO diría yo tanto. Hay muchas obras que en su momento se consideraron irrepresentables y sin embargo pervivieron.Me refiero sobre todo a Valle-Inclán y algunas obras, las más surrealistas, de Lorca,"Así que pasen cinco años" O "el público"
Pero es evidente que un texto teatral adquiere toda su potencialidad cuando se representa o se lee en lectura Pública.