El ajedrez es la sublimación simbólica de nuestros
instintos primarios, de nuestros más oscuros deseos. Ya lo decía Freud cuando hablaba del retorno de lo
reprimido. El ajedrez es el retorno intelectual del hombre de las cavernas que
vive agazapado en nuestro cerebro reptiliano. Sobre un tablero de sesenta y
cuatro escaques tiene lugar el combate más sangriento que jamás pueda entablar
el ser humano. La abstracción del juego no impide en absoluto que lo primario
no se exprese con toda su violencia. Para ser
no cabe término medio; o se mata o se muere. Ya lo dijo Heidegger: “el hombre es un ser para la muerte”.
La muerte, que representa la derrota, es general a todos
los deportes en que compiten dos. Los deportes multitudinarios se parecen más
bien a la loca carrera de espermatozoides donde gana uno y pierde el resto. La
derrota, al ser numerosa, queda forzosamente suavizada. Sin embargo no conozco
ningún deporte donde la crueldad sea tan abrumadora y refinada como en una
partida de ajedrez. Cada jugada en el tablero es la crónica anunciada de una
muerte segura. Resulta estremecedor asistir a una partida comentada y seguir las
diferentes estrategias y sacrificios que hace un bando para forzar al otro a su
propia destrucción. Desde este sangriento punto de vista, el ajedrez comparte
con el vampiro una lógica interna capaz de seducir a la presa para que por sí
misma descubra el cuello en medio de la coreografía de dos cuerpos que
organizan la masacre sin mover un músculo.
Y ya puestos en muertes simbólicas, muchas y variadas son
las interpretaciones que usan el ajedrez para rebuscarlo y ensuciarlo todo con
la manía de matar freudianamente al padre. Es posible que tengan razón, pero a
mí no me interesa ahondar en este espinoso tema ahora que mi hijo se ha
comprado una pistola espacial y ha hecho de mí su blanco favorito. Últimamente
suele dispararme a traición cuando escribo.
Según me confesó el otro día, no sabe por qué pero se siente
extremadamente contento con acribillarme la espalda mientras yo acumulo adjetivos
y mala leche.
Desde el punto de vista de la guerra de sexos, me resulta
muy raro que las feministas españolas más radicales no hayan reivindicado el
ajedrez como la bomba definitiva. De todas las piezas con potencia real de
fuego, la reina es la que más movilidad tiene y la más mortífera, sobre todo si
la comparamos con un rey idiota, prácticamente incapacitado. O las feministas radicales
no saben jugar al ajedrez porque están muy ocupadas en leer obras feministas,
acudir a foros feministas, hacer películas feministas y abatir al macho allí
donde se encuentre, o las feministas radicales españolas son monárquicas y no
quieran entrar en terrenos pantanosos. Todavía recuerdo con estupor a tres
damas furibundas explicándome que no era contradictorio ser juancarlista y de
izquierdas.
Desde el punto de vista gramatical, el ajedrez es el juego
que sirve para explicar a la perfección el concepto de estructura en el lenguaje. Ferdinand
de Saussure fue quien estableció la noción de sistema usando el ajedrez
como ejemplo. El ajedrez es una estructura que consta de un número finito de
elementos y unas reglas fijas de combinación que permiten elaborar un número infinito
de jugadas. Efectivamente, no hay ordenador en el mundo que sea capaz de
atesorar todas las posibles frases con que podemos jugar a comunicarnos a lo
largo de nuestra vida. Lo milagroso del lenguaje es que nos permite entender a
la perfección cualquier frase de nuestra lengua aunque no la hayamos oído
nunca. Exactamente igual me pasa a mí que soy capaz de reconocer en milésimas
de segundo a cualquier cuerpo femenino buenísimo aunque no lo haya visto nunca
y pase como una exhalación.
2 comentarios:
Mi padre y mi tio, podian pasar horas jugando ajedrez, y yo mirandoles a ellos. Me preguntaba a mis 10 o 12 años, que de interesante podia tener ese juego, si el rey y el peon siempre terminaban en la misma caja.
Un beso.
Espero no haberla decepcionado porque a esa edad usted estaba asistiendo a una carnicería sin saberlo.
Espero también que no le haya alcanzado la sangre.Es muy contagiosa.
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