Principio teórico. (Alienador y fanático):
La necesidad de sacralizar el deporte es
directamente proporcional al complejo de inferioridad y a la ignorancia del
pueblo que sublima sus frustraciones divinizando a sus deportistas. El héroe se
sitúa por encima del bien y del mal mientras el pueblo se enreda en luchas tribales
y canallas. Desde sus cómodos palcos, los grandes hombres se fuman el puro de
la paz social y festejan su victoria por goleada.
Principio práctico. (Desalienador y fantástico):
A la hora de practicar este sano principio,
recurriremos a la fantasía y a las matemáticas.
Imagínese a su héroe deportivo recién levantado
encaminándose al servicio para practicar la primera micción. Los periódicos
deportivos le habrán informado hace tiempo de los ingresos deportivos y
publicitarios del héroe en un año. Pongamos que mil millones de las antiguas
pesetas (seis millones de euros), tirando por lo bajo. Mientras su héroe
micciona con su miembro divino, haga usted una sencilla operación. Divida mil millones entre trescientos sesenta y
cinco días. No se preocupe si no tiene una calculadora a mano. Lo puede hacer
con papel y lápiz. Tómese su tiempo. La meada del héroe es tan larga y
abundante como su fama, extendida hasta el fin de la historia por una cohorte
de cantamañanas mediáticos.
2.739.726 será la portentosa cifra. ¡Más de dos
millones y medio de pesetas! que trasladaremos inmediatamente a la cabeza del héroe
quien, acabada la micción y mientras tira de la cadena, piensa: “¡Joder! ¡Nada
más levantarme y acabo de meterme en el bolsillo casi tres millones de pelas!
¡Y ahora a entrenar y después a jugar a la play!”
En ese instante su asalariada mente multiplicará
con la celeridad del rayo su mísero sueldo mensual por doce y que le dará un
total anual menor de lo que su héroe gana ese día mientras mea y tira de la
cadena.
Imagine ahora que, mientras usted se toma una caña
en el bar o se fuma un porro, su héroe se está metiendo alguna pócima mágica
que le asegure su condición divina. Será ése el único momento en que realmente
coincidan.
3 comentarios:
Lúcido y preciso, señor Porquero.
Saludos.
Muchas gracias señor Colucci.Es muy agradable verlo por aquí después de su feliz viaje a Brasil.
Gracias por la bienvenida, señor Porquero. En efecto, el viaje fue muy placentero ya que por esos días el lugar estaba lo suficientemente tranquilo como para poder disfrutarlo. Un gusto volver a leerlo.
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