¿Acaso algún mortal pudiera decir que Zeus es más verdadero que Hermes o que Palas Atenea es más diosa que Afrodita? ¿Está realmente reñido el número con la cualidad? ¿Acaso Pitágoras no habló del carácter sagrado del número? ¿No es el número la manera en que la cualidad se manifiesta? Para tener yo el concepto eterno de la belleza, ¿no debo quizás recurrir a sus múltiples representaciones mortales? Lo divino ama lo plural, porque, en la pluralidad, se manifiesta la generosidad de los dioses que vierten sus dones sobre todas las cosas sin mirar su importancia.
¿Alguien, en su sano juicio, pudiera afirmar que la hormiga no pertenece a lo animado de la misma manera que el hombre? ¿Es más importante el agua que la piedra? ¿Si no existiera la rigidez de la piedra, podría yo hablar de la delicuescencia del agua? Amado Heraclito. Todo cambia. El agua rompe la piedra, cierto es, pero la lleva en su seno, diluida en pequeñísimas partículas que deposita en algún meandro para que después se solidifique y vuelva a ser lo que era con otra forma. El poder destructor del agua es hermano gemelo del poder constructor.
El monoteísmo, rígido por único, ve en la naturaleza conflictos donde el logos sólo ve relación. El monoteísmo ama el orden porque lo protege del caos. Nosotros, lo griegos, amamos el caos porque forma parte de la armonía.
¿Y el amor? ¿Qué es eso tan terriblemente falso de la separación entre pensamiento y sentimiento? ¡Cuánto dolor inútil ha provocado el absurdo dilema de “Mi cabeza dice esto, pero mi corazón me dicta lo otro”! El monoteísmo, en el amor, ha hecho de lo natural una tragedia. ¿No es el sexo, escisión? ¿Por qué entonces buscar contradicción donde sólo hay relación de contrarios? Sectus, Sexus. Somos sexos seccionados a la búsqueda de la efímera cópula. El placer está en el tiempo de la unión que se sabe perecedera. Duración e intensidad, como agua y aceite, se repelen. De ahí la urgencia. De ahí el orgasmo que hace levantar el rostro transido para nada. Sin embargo el tiempo, atravesado por el goce, se diluye en sí mismo. Porque es tiempo de Dioses.
(El porquero de Agamenón).
6 comentarios:
Aún a riesgo de agredir tu reconocida modestia, he de piropear de nuevo un texto tuyo,lo siento. Un abrazo.
Estimado señor Thorton.
I-A nadie le amarga un dulce aunque no sea muy proclive al azúcar como es mi caso.
II-Muchísimas gracias por su piropo.Estos textos más literarios,más cuidados se insertan casi todos en una especie de novela que voy escribiendo a la par que estas cosillas que publico en el ciberespacio.Para mi resulta muy reconfortante ver que tienen cierto eco.Por lo que le estoy muy agradecido.
III-Tenga usted una muy feliz navidad cualquiera que sea el significado que usted le otorgue.
el porquero.
Un eco atrayente diría yo. Y ya que hablamos de asuntos divinos, no seré yo tan "estrecho" como Ulises, no me encadenaré al mástil del barco que me lleva, ni taponaré mis oídos para evadirme de los cantos de sirena de sus palabras.
Como siempre un verdadero placer. e gustó eso del monoteísmo amoroso y sus peligros.
Saludos.
Muchísimas gracias señor Argax.Un abrazo del porquero.
Oh, es un texto maravilloso.
A sus pies, señor Porquero.
Saludos
Querida señorita Aquí.
Muchísimas gracias por su halago.A este texto le tengo un especial cariño por las muchas horas que invertí en él.Es un texto laboratorio.Quiero decir que hay textos, como cuadros,donde el estilo avanza un poco más porque el escritor se ahorma con ellos.
Muchas gracias otra vez.
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