viernes, 20 de febrero de 2015

DE ACTORES Y CIERTOS MASOQUISMOS INCONSCIENTES Y, POSIBLEMENTE, INNECESARIOS.


 (Dicho sea con el mayor respeto).

Habida cuenta de que del teatro nunca se ha podido vivir, excepto unos pocos y no siempre ni para siempre (me refiero a vivir no a sobrevivir o malvivir) es imprescindible tomar ciertas medidas lo antes posible con el fin de eliminar de nuestro horizonte  dolorosas renuncias. Esta crisis lo único que ha conseguido es hacer más patente, aún si cabe, que para ser artista lo ideal es haber nacido en algún sitio allende los Pirineos. (El eje Londres-Paris-Milán, pasando por la cuenca renana, alberga en su seno un montón de hermosas y cultas ciudades que lo son, entre otras bondades, porque no castigan a sus artistas. Sus habitantes, por ejemplo, no tienen la desfachatez de preguntar a los actores si viven de su oficio).

Pero como uno no nace donde quiere sino donde lo paren, no hay más remedio que apechugar con lo que hay e intentar paliar las aciagas circunstancias.
Para ello me gustaría compartir con mis compañeros una seria de medidas que tienen la virtud de ahorrar sufrimientos innecesarios y dolorosas renuncias.
Son estas:

-Dar un braguetazo por todo lo alto.
Sin lugar a dudas es la más radical y la que procuraría una larga vida sobre los escenarios sin preocuparse de nada. Notario, abogado, farmacéutico, político, ingeniero, arquitecto, cirujano, con sus respectivos correlatos femeninos (la arroba me cansa mucho) y demás profesiones liberales bien pagadas constituyen un seguro para el desempeño de cualquier actividad artística o no. Todo vale excepto el imperdonable error del enamoramiento endogámico entre actores del mismo o distinto sexo. El orden de los factores no altera el desgraciado producto de formar grupo de teatro con otra pareja afín con lo cual lo más probable es que empiece a cernirse la tragedia.

-Chulearse a sí mismo
mediante la práctica de un trabajo que procure mensualmente una nómina y permita disponer de las tardes libres, o bien ejercer uno mismo una profesión liberal y autónoma no sometida a estrictos horarios. Esto es muy cansado y extenuante pero el placer de practicar el oficio querido sin duda aliviaría muchísimo la pesada carga. De esta manera, al llegar a la jubilación, se podría disponer de una honrosa pensión y de mucho tiempo que se dedicaría a la práctica contumaz  y por la cara del teatro. Uno también eliminaría de un plumazo el aburrimiento de estar todo el día viendo la televisión o jugando al dominó con los amigos.

-Aprender desde la más tierna edad inglés, francés y alemán.
Habida cuenta de que estamos sometidos al imperio americano donde casualmente se habla inglés y que en Londres, capital del teatro y del musical junto a Nueva York, también se habla ¡y de qué manera! la lengua del genio de Stratford upon Avon, con este hermoso idioma sería suficiente para vivir y trabajar en cualquier lugar del mundo. Y no sólo valdría para hacer televisión o cine y vivir dignamente sino que incluso cabría la posibilidad de contactar con gente bien situada; abogados americanos, cirujanos coreanos, farmacéuticos británicos, arquitectos germanos y un sinfín de profesiones muy bien remuneradas y nacionalidades variopintas que nos procurarían una vida loca de artisteo.
El francés y el alemán no son realmente necesarios pero queda muy bien para completar el currículo. ¡Quién sabe, a lo mejor viene a la ciudad, una productora alemana o francesa o franco-alemana, pidiendo actores autóctonos que hablen francés y alemán para papel muy secundario!¡Hay que estar preparados para todo!







No hay comentarios: