viernes, 18 de julio de 2014

CANCIONERO DEL CARNICERO LUCIANO DE OLIVENZA



Luciano nació en la ciudad extremeña de Olivenza, un poco pasada la primera mitad del siglo anterior, más concretamente en 1954. Desde que Luciano hizo la mili en los albores de nuestra gloriosa transición nacional, no ha vuelto a salir de la comarca que engloba a España y Portugal. Cuando Luciano se pone transfonterizo llama a su comarca Lusiespaña o Españilusia según sea la procedencia del vino que en ese momento esté trasegando. Cuando Luciano transmuta por completo en poeta, no duda en llamarla con toda propiedad “El Mundo” pues, aparte de la aventura militar obligatoria, no ha salido de su tierra más que para llevarse a La Rufina de viaje de novios a Lisboa. Allí estuvieron una semana visitando el zoológico donde había un elefante que tocaba una campanilla cuando se le echaba un escudo, paseando por la ciudad a pie o recorriéndola a lomos de su Lambretta y yéndose a comer a los restaurantes de la Rua dos Sapateiros. Muy mirado para las cosas de comer, posee un instinto especial para detectar restaurantes honestos donde se come bien a buen precio. Otros, como mi amigo Cristian Noyer, son expertos en elegir los peores restaurantes posibles.

Desde entonces, Luciano y Rufina no han vuelto a salir de Olivenza y sus alrededores dedicados en cuerpo y alma a los cerdos y a sus hijos. Los sábados suelen ir al Corte Inglés de la capital o a Elvas. Luciano es muy conocido por ser el mejor matarife a cien kilómetros a la redonda, regentar la mejor carnicería de su pueblo y componer poemas al cerdo en régimen de exclusividad: “Aunque, de vez en cuando, entrevero a la parienta para que no se me encele”. Efectivamente, la Rufina hace de madonna Laura en su poesía, “campestre y bellotera” como le gusta definirla a Luciano. Lo de madonna Laura es aportación culta de este humilde compilador. Quiero decir que la inspiración poética del Luciano es purísima, puesto que sólo ha leído novelas de Marcial Lafuente Estefanía y las revistas guarras de cuando lo mandaban en la mili a hacer guardia. Cuando un día le pregunté al Luciano de dónde le venía el estro poético, me contestó que de un aire que le dio en la Plaza del Rocío de Lisboa justo en el momento en que se acordaba de sus cerdos. Allí “empestiñó” su primera rima pensando en el nombre que le iba a poner a la carnicería; “El cochino divino”. Desde entonces no ha parado.

Nuestra amistad se forjó hace muchos años en que, por razones que no vienen al caso, me tuve que venir desde Sevilla a Badajoz, a casa de mis padres para acabar de preparar las oposiciones. Un amigo común del instituto me invitó a una matanza de fin de semana en Saô Bento da Contenda. Jamás olvidaré cuando vi al Luciano por primera vez despiezando a un cerdo con una habilidad prodigiosa mientras improvisaba poemillas en medio de la alegría general y de la suya en particular por el continuo trasiego del mollate.
Su obra poética tiene por título general: “Cancionero de Luciano de Olivenza” y consta de dos partes; “Poemas al por mayor” o “Poemas Puercos”, que son los menos, y “Poemas al por menor” o “Coplillas Cochinas”, que son los más. Mi amistad con el poeta oliventino me ha permitido transcribir toda su poesía que es casi por completo oral, fruto de las improvisaciones orgiásticas. De ahí el nombre de “Cancionero” como le sugerí, a lo que el Luciano dio su consentimiento diciendo que hiciera lo que me viniera en gana, que él de lo único que de verdad entendía era de cerdos y de bajarse al pilón. Los “Poemas Puercos” son composiciones de mayor enjundia rítmica y métrica, rumiados en la soledad de la carnicería o bien cuando al caer la tarde, con la fresquita, saca su silla de aenea y mira el campo, entonces “No sé por qué siempre me da por pensar en el aire que me dio en Lisboa”.

Las “Coplillas Cochinas” son poemillas ligeros y breves, la mayoría compuestos en plena matanza, si bien los más líricos, aquellos que guardan gran similitud con los exquisitos haikús, son: “Regurgitados en plena siesta campestre. Cuando me entra el soponcio, antes de dar la cabezá bajo la encina, miro  p´arriba y me vienen”.
Y ahora tengo el honor de ofrecer a mis queridos lectores, en rigurosa primicia, este tetrástrofo monorrimo en endecasílabos que habla bien a las claras de un poeta de extrema sensibilidad y perspicacia para aprehender el mundo que le rodea desde la mirada totalizadora y purísima del cerdo. Obsérvese cómo los dos primeros versos con rima interna presentan una fina estampa de reminiscencias renacentistas al estilo del locus amoenus que dan paso a un cierto erotismo henchido de futuro agroalimentario cuyo centro poético son, en originalísima novedad, los intestinos:
                                                  En medio del prado oliventino
                                                  Yace despatarrado un cochino,
                                                  Mostrando al aire sus intestinos
                                                  Que embucharán embutidos finos.


“El cancionero de Luciano de Olivenza” ha sido recientemente publicado en edición de lujo con introducción y notas de este humilde compilador en la editorial Presas Ibéricas, camino del matadero s/n Olivenza, (Badajoz).

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