El independentismo
catalán es pura Teología de la Separación. Si la Teología de la Liberación es
una contradicción en sus términos (¡dios mío!¡Cómo es posible creer en dios,
cualquier dios, y decirse libre!) en la Teología de la Separación sucede todo
lo contrario. Los dos términos se avienen a la perfección. (Si creo en dios, en
un único dios, debo separarlo de la barahúnda multiforme de los demás dioses
para que así resplandezca Su verdad que, por ser verdad sólo a mí pertenece).
Es muy fácil deducir
cuáles son las conclusiones.
Creencia en el pueblo
elegido.
Creencia en un destino
manifiesto.
Creencia en un enemigo
exterior.
Creencia en el paraíso.
Por eso no es anecdótica
la figura peculiar de la señorita Teresa Forcades, monja benedictina, que apoya
la independencia de Cataluña si lleva consigo una mayor justicia social. O sea,
el paraíso. Pero el paraíso no existe o dejó de existir cuando salimos de la
infancia.
A lo que parece la
señorita benedictina no lo sabe. Como tampoco sabe, por ahora, pese a su sólida
formación y su clara inteligencia, resolver sus flagrantes contradicciones.
Pertenecer a la Iglesia Católica que reprime el sexo y a la mujer y ser
feminista, o decirse de izquierdas y apoyar un nacionalismo de derechas.
¿Oración?:
Dioses que no existís,
iluminad a esta luminosa criatura oscurecida por la religión y sacarla del Mar
de las Contradicciones para que pueda navegar feliz por el Océano de la
Serenidad.
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