A falta de musas, canta tú mismo, Porquero, la
gloria que tu cuerpo merece, pues te ha servido bien. Cuerpo glorioso y
triunfante, a punto de entrar majestuosamente en la década sexta.
Han pasado siete días con sus noches y aún tu
cuerpo rezuma victoria. Victoria sin paliativos construida sobre las más
severas derrotas, sufridas a lo largo de cinco largos años de intenso
aprendizaje.
Desde que un buen día ( los dioses sabrán por qué)
te levantaste como un resorte del lecho conyugal para buscar con ansia
desconocida una mesa sobre la que ejercitar tu antigua devoción, la profundidad
del tiempo te ha proporcionado innumerables experiencias. Has subido a los
escenarios, has aparecido en las pantallas, has rehuido a los abyectos, has
callado a los idiotas, te has apartado de los convulsos, has hablado a los
hijos, has hecho el amor cuando el amor debía hacerse, has leído, has visto,
has escuchado y también, como siempre, te has refugiado en la soledad, cuando
la soledad, como el amor, te ha llamado.
Pero sobre todas las cosas, te has dejado llevar
por lo inesperado, enemigo mortal de la rutina.
Inesperado fue que aquella mañana de hace cinco
años te levantaras a la búsqueda de una mesa sobre la que ejercitar un sueño
infantil de madera y corcho que era la forma de las antiguas paletas, ahora
transformadas en gomas velocísimas de efectos inverosímiles. Un mundo nuevo,
totalmente desconocido para ti.
Ingresaste en él y ya no has podido parar. Has avanzado
lentamente en su técnica y has ejercitado los automatismos. Desde la sabiduría
de un cuerpo que jamás volverá a ser joven, has sabido desarrollar con
paciencia y tesón lo que tu cuerpo razonablemente te podía dar. No le has
pedido nada que no pudiera, pero tampoco has renunciado de antemano a nada.
Cinco largos e intensos años, tres veces cada
siete días…te has entrenado en el sudor y, sobre todo, en la derrota
inacabable. Pocos, muy pocos, han sido los días en que has vuelto satisfecho.
Este año has comenzado a competir y lo que, al
principio, era tan sólo un barrunto, se ha confirmado como una espléndida
sorpresa.
Jugando como jugador de más bajo nivel en un
equipo de tres, conseguiste ganar, uno por uno, a los tres miembros del equipo
rival, consiguiendo tres de los cinco puntos necesarios para consumar la
victoria.
Han pasado, Porquero, siete días y no hay noche en
que no agregues al movimiento eterno de la minúscula pelota, algún lance nuevo,
alguna peripecia olvidada.
A falta de musas, Porquero, canta con la voz
profunda del hombre de Long Island tu canto a ti mismo:
I, now, fifty nine years old, in
perfect health, begin,
hoping to cease not till death.
(Yo, ahora, a la edad cincuenta y nueve años, en
perfecta salud, comienzo,
Esperando no parar hasta la muerte).
2 comentarios:
Le noto satisfecho.
Un abrazo
Razonablemente contento,sí.Feliz año nuevo.
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