“Hace tres días que murió y parece que no queremos
enterrarlo” dijo esta mañana una periodista radiofónica a propósito del pestiño
infinito de hablar una y otra vez, como una obsesión, del muerto célebre. Como
si su celebridad dependiese del número de veces que es nombrado, usufructuado
para beneficio propio, por cronistas mediáticos.
Este es un país no sólo necrófilo sino necrófago.
Al muerto no se le entierra. El muerto se come para que alimente miles de horas
con que llenar el vacío. ¿Qué vacío?¿Y de quién?
Ganas dan de decir lo que uno piensa de verdad del
pobre muerto célebre, sin culpa alguna de tanta impostura, tanta falsedad,
tanta solemnidad.
Alguna voz en el desierto que diga que fue un
magnífico narrador muy efectivo pero también efectista, muy habilidoso en el
uso de trucos narrativos que usó mejor que nadie.
Me leí en su momento todo de él. Lo admiré.
Algunas de sus más famosas novelas se me caen hoy de las manos. Las intenté
leer de nuevo y no pude. Me sabía ya todos sus trucos que manejó, repito, con
gran maestría. Se me hizo dolorosamente previsible.
Habrá que esperar un tiempo para que venga un
tiempo que lo coloque en su sitio. Para ello es necesario, primero, que
descanse en paz, que lo dejen descansar en paz.
4 comentarios:
El oficio forma parte de la edad y de la experiencia y tenía mucho de las dos cosas y sabía utilizarlas. No debemos olvidar los dividendos que ese oficio le procuró.
Ahora que va a dejar de ser un escritor desconocido y sin historia. Cuídese para que no le suceda los mismo y me pueda -siempre- sorprender cono hasta ahora.
Si no fuera así, se lo demandaré con duras críticas.
Permítame que hoy, día del libro, le regale Intemperie de Jesús Carrasco.
Un abrazo
Muchas gracias.
Ojalá me pase lo mismo que al gran García Márquez. Era muy bueno. En el fondo uno escribe siempre la misma historia.
Por supuesto.
Le dejo un enlace. Es, para mi, la mejor despedida.
Un abrazo
http://www.ciudadseva.com/nove/2014/17abr14.htm
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